jueves, 22 de enero de 2015

Un dedo de San Julián en Burgos

Reliquias de San Julián


Los Papas Clemente X, por Breve (1*) de 26 de agosto de 1672 e Inocencio XII por Bula de 4 de febrero de 1696, establecieron en todas las diócesis de España y sus Reinos el Rezo propio y Misa de San Julián, que los Pontífices máximos Clemente VIII y Paulo V habían decretado solamente para la de Cuenca.

El Cabildo de la Catedral de Burgos se apresuró a ponerse en comunicación con el de Cuenca para inaugurar el culto a su ilustre e insigne compatriota San Julián. Con este motivo se intercambian cartas que han sido prácticamente desconocidas o no se les han dado el valor que tienen para el esclarecimiento de algunos hechos como el que nos ocupa.

La primera carta del Cabildo de Burgos está fechada el 18 de enero de 1599, en la que solicita al Cabildo de Cuenca, entre otras cosas: “Que V. sa nos ymbiar, relación, o un dibujo o pintura pequeña  de la forma como en esa sancta yg.a  se pincta mas propria, y comúnmente la imagen deste gloriosso sancto, porque aunque tenemos antigua, nos satisfara mas la que hubiese tenido V. sa en su yg.a.

El Cabildo de Cuenca quedó enterado de carta y el 29 de enero de 1599 y con el fin de atender las peticiones se nombra una comisión compuesta por los Canónigos: D. Pedro de Mendoza, D. Juan Zapata, D. Francisco Suárez de Cañamares y el Dr. D. Pedro González del Castillo a quien confieren amplias facultades para disponer y resolver.

Impaciente el Cabildo de Burgos por no recibir contestación a la carta anterior con la prontitud que ellos desearían, dirigen al de Cuenca otra el 22 de marzo de 1599.

Con fecha de 10 de mayo de 1599, se le contesta a lo referido anteriormente: “Enuiamos  A.V. S.a el dibuxo y pintura del glorioso San Julián como en esta santa iglesia se pinta mas propia y comúnmente la ymagen deste glorioso Santo”. Fue el Señor D. Martín de Porres natural de la ciudad de Burgos, corregidor de la ciudad de Cuenca y de Huete a quien el Cabildo entregó el despacho, la pintura y Relaciones de la Vida y Milagros de San Julián, el cual entregó en mano, al Cabildo de Burgos. La ciudad de Burgos acusó recibo del retrato, interrogatorio contestado y Vida de San Julián, que el Cabildo de la Catedral de aquella remitió a la de Cuenca.

Es necesario mentar que cuando llegó el cuadro de San Julián a Burgos en esta ciudad se padecía la peste. El día anterior  al que llegó el cuadro de San Julián habían muerto 67 personas. Salió el cuadro en procesión y ese día sólo murieron tres personas  y el segundo día ninguno y desde ese día en adelante la peste huyó, cesando y enviando San Julián la salud al pueblo de Burgos, hecho que certificó y dio fe el mismo Corregidor portador del despacho y Joannes de Licasso, notario y secretario en Burgos. Hecho que dio pie a una gran devoción en la ciudad de su nacimiento.

Reliquias de la Capilla de los Obispos 
El 4 de diciembre  de 1599, Juan del Pozo Palomino, teniente Deán de la Catedral de Cuenca escribe al Cabildo de Burgos indicando el beneplácito de Roma para que celebren la festividad de San Julián con la mayor solemnidad, por lo que el Cabildo burgalés adquiere dos esculturas que actualmente con el cuadro, se veneran en la Catedral de Burgos. Este cuadro es de gran tamaño, está situado frente a la puerta llamada de Pellegería y representa al Santo Obispo administrando la comunión a unos enfermos. Situada al margen izquierdo del río Arlanzón, hay una calle que lleva el nombre de San Julián, por existir la piadosa tradición de que en ella vivió el Santo y los vecinos de las actuales casas en los números 3, 5 y 7, reclaman con entusiasmo el privilegio de vivir sobre el solar de la casa, que según los biógrafos, edificó el glorioso burgalés para su morada.

No está claro cuando fue enviada la reliquia de San Julián a Burgos. Según el Concejo burgalés del 22 de marzo del año 1700, D. Diego de Salamanca, regidor de esa Ciudad y Caballero de Alcántara, informó a la Ciudad de cómo había tenido noticias del Sr. Obispo de Cuenca, que enviaría la reliquia del glorioso San Julián para colocarla en la Santa Iglesia de esa Ciudad por haber sido el Santo hijo y vecino de Burgos. Los señores del Concejo acordaron que D. José Fernández Zorrilla y D. Diego de Salamanca se pusieran en contacto con el Cabildo de la Catedral burgalesa para que nombrara sus comisarios y configuraran, con los de la ciudad de Burgos, los festejos para recibir las reliquias del glorioso San Julián Obispo que fue de Cuenca.

Reliquias existentes en la Capilla de los Obispos
Con relación a la reliquia, consta que en 1903 se quiso dar mayor y más espléndido culto a San Julián en Burgos, celebrándose una función religiosa a la que asistió el Excmo. Ayuntamiento en pleno, con sus maceros, estrenándose una nueva imagen del Santo, dándose a besar su reliquia traída de Cuenca previamente.

He de decir que según obra en el Archivo de la Catedral de Cuenca, resulta que en el Cabildo del 19 de junio de 1903, se leyó una comunicación del Excmo. Sr. Obispo, con la cual remitía una solicitud, firmada por el Abad y Secretario de la Congregación burgalesa de San Julián, y otra instancia que dichos señores habían dirigido a S.E.I., pidiendo en ambas súplicas una reliquia auténtica de San Julián, Obispo de Cuenca. Manifestaba al propio tiempo nuestro Excmo. Prelado, que vería con agrado se accediese a los deseos de la referida Congregación y la Corporación Capitular, juzgando muy justa la petición y queriendo complacer a su dignísimo señor Obispo, nombró a los señores D. Pedro Rodríguez López, Maestrescuela y D. Francisco González Herrero, Penitenciario, para que de acuerdo con S.E.I. enviasen la reliquia en el modo y forma que estimasen conveniente, como así se hizo, remitiendo un pedacito de hueso del dedo que se da a adorar a los fieles, con adjunto testimonio, que firmaron el Excmo. Sr. Obispo con dichos Capitulares y autorizaron con el sello del Obispado y del Cabildo.

Cuenca, 23 de enero de 2015

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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(1*) Breve Apostólico o Pontificio es un documento firmado por el Papa y refrendado por la impresión del anillo del Pescador, que generalmente tiene una extensión menor y una importancia inferior a otros documentos papales como la bula o la encíclica.

Fuente: libro de Actas Capitulares.

domingo, 18 de enero de 2015

Málaga, Sevilla y Lorca se ven aliviados de la peste por la intercesión de San Julián en el siglo XVII


San Julián auxilia a Málaga, Sevilla y Lorca en el siglo XVII

La primera población que solicitó su auxilio, como dije en el anterior artículo fue Burgos, le siguió Málaga, Sevilla y Lorca (Murcia) y ninguna de ellas quedo defraudada.

La devoción por el Santo la llevo a Málaga, nuestro paisano D. Diego Ramírez de Fuenleal, natural de Villaescusa de Haro (Cuenca) quien en el año 1500 fue nombrado obispo de Málaga y en 1518 cambió este obispado por el de Cuenca. He de decir que este obispo intentó fundar una Universidad en Cuenca pero fue convencido de no hacerlo porque según el Cardenal Cisneros bastaba con la de  Alcalá. D. Diego murió en Cuenca en 1537 y está enterrado en la Capilla Mayor de la Catedral conquense.

Peste en Cuenca. Bartolomé Matarana. siglo XVI
Como venía diciendo, hemos de saber que con D. Diego Ramírez de Fuenleal, ya siendo obispo de Cuenca, en el año 1518 se abrió por primera vez la urna de San Julián después de 311 años, encontrando su cuerpo incorrupto, hecho que se divulgó rápidamente por toda España, este hecho y unido a los innumerables milagros obrados por la intercesión del Santo hizo que D. Diego implantara la devoción de su Patrono en la Iglesia malagueña.

Dos calamidades asolaron la ciudad de Málaga en los años 1637 y 1678. En el primer año citado la ciudad sufrió una horrorosa epidemia de carbunco. Como es natural  se adoptaron cuantas disposiciones existían para atajar el terrible mal y viendo que la epidemia no decrecía acordaron implorar la gracia divina para alcanzar remedio a la espantosa mortalidad.

El Prelado D. Fray Antonio Enriquez, Obispo de Málaga solicitó del Obispo y Cabildo de Cuenca le enviasen un cuatro de San Julián, remitiéndose en el año 1637 un cuadro grande en el que se representaba al Santo Obispo recibiendo la palma de las manos de la Virgen. El 1 de febrero y el 22 de diciembre de 1638 se acusa el recibo del cuadro y el testimonio de reconocimiento y gratitud por la merced recibida por parte del Obispado malagueño.

Otra nueva intervención de San Julián en esta ciudad de Málaga fue en el año 1678. El 20 de junio se inició una terrible peste que consternó a los moradores de la población malagueña. Lo mismo que en 1637 las autoridades y el obispo de Málaga que en esos años era D. Fray Alonso de Santo Tomás, después de adoptar todas las disposiciones que ordena la ciencia para atajar el mal y visto que la epidemia no perdía intensidad acordaron suplicar la gracia divina y nuevamente se acudió a San Julián de Cuenca con fervorosas oraciones. En los días siguientes al culto extraordinario que se celebró, la enfermedad pública comenzó a remitir, declarándose voto solemne de celebrar anualmente en todo el Obispado la fiesta del 28 de enero. Así se consignó en el Acta Capitular del 6 de noviembre de 1679, hecho que fue notificado al Obispado y a la Iglesia de Cuenca.

En las Actas del Cabildo de la Catedral de Cuenca del 21 de mayo, de 19 y 27 de junio de 1649, consta que la Iglesia de Cuenca acudió en auxilio de Málaga, Sevilla y otras grandes ciudades de Andalucía que estaban invadidas de terribles pestes, celebrándose al efecto solemnes cultos a San Julián, consistentes en un novenario de misas y otro de rogativas, que respectivamente empezaron el 22 de mayo y 20 de junio de los mencionados años; durante este tiempo el cuerpo de San Julián estuvo expuesto en la Capilla Mayor y en la tarde del último día, festividad de San Pedro y San Pablo, se hizo una procesión por la Plaza Mayor.

La tercera población que solicitó el auxilio de San Julián fue la ciudad de Lorca, el motivo fue una epidemia que asoló la ciudad en el año de 1649, de igual forma actuó el Cabildo, haciendo solemnes cultos y rogativas a San Julián para implorar su beneficiosa intercesión a favor de la salud pública del pueblo lorquinés.  Informado el Cabildo de los éxitos obtenidos se acordó remitir a Lorca una reliquia y un retrato del glorioso Patrono para su veneración en esas tierras.

No he hallado referencia del envío a Lorca hasta enero de 1650, constando en las Actas que fue enviado un pedazo de túnica y el retrato de San Julián, que había pintado el afamado artista de Cuenca, Cristóbal García Salmerón, obsequios que llevaron a la ciudad de Lorca el Licenciado Francisco López Caro, capellán de la S.I. Catedral de Cuenca según consta en nota marginal del acta capitular del 11 de enero de 1648. Los obsequios fueron depositados en el convento de Ntra. Sra. de la Merced, desde donde fueron llevados en solemne procesión a la Iglesia Colegial de San Patricio donde se realizó una capilla expresa al Santo y en la que consta el siguiente cartel:

A honra y gloria de Dios en sus Santos. Afligida Lorca de una peste cruel el año 1649, imploraron sus dos Cabildos la intercesión del Sor. S.a Julián segundo Obispo de Cuenca, especialísimo Abogado contra peste, sequedad y hambre, para que alcanzase del Señor la salud de su pueblo, y la consiguió de un modo prodigioso y el que se preservase el año 1677 y 78, en cuyo reconocimiento se le dedicó esta capilla y se canta el Te-Deum el día de su festividad, en acción de gracias por tan singulares beneficios”.

 

Cuenca, enero de 2015

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

 

miércoles, 7 de enero de 2015

La realidad de un sueño


A mi madre, en el primer aniversario de su muerte

Sentado al calor de la estufa, un abuelo contaba a su nieto un cuento, que él aprendió hace ya muchos años en este mismo hogar de oírselo contar a otro que entonces era su abuelo. Contando los últimos minutos del año y nevando. La lumbre se iba consumiendo poco a poco igual que la noche que tenía el suelo cubierto de nieve y el cielo incansable seguía enviando su aguinaldo de copos blancos.

Esperanza Gonzalez Vega
Pasadas las fiestas navideñas el frío viento de enero se hacía notar entre las rendijas que dejaba la puerta del balcón que daba al barrio de San Martín, poniendo cerco a una casa humildemente vieja desde donde se divisaba a lo lejos, entre la blancura de la nieve, el Corazón de Jesús en lo más alto del cerro. Nada humano se apreciaba, parecía que todo se hubiera apartado del mundo, noche abandonada entre la blancura de la nieve como expiación a sus culpas y a modo de túnica nazarena, con cilio de hielo, se vistió la tierra en sus ansias de elevarse hasta Dios.
Aquella casa donde Esperanza se había criado se tornaba en la sala de urgencias del hospital. Esa noche del cinco de enero, noche de Reyes, en una cama anónima yacía la hija, convertida en madre y abuela con los años. El hijo pensaba que el fin de ella se acercaba sin que él lo pudiera evitar; con cara sonriente preguntaba a su hijo ¿vendrán los Reyes? pues ya lo creo, pero intenta dormir que los Reyes no vendrán hasta que estés dormida como me decías cuando era pequeño. Así ella se iba olvidando de su dolor al hacer efecto el medicamento. Cerré los ojos y a mi mente vino la imagen de mi abuelo, su padre, al que le preguntaba ¿Y que se sueña la noche de Reyes? Se sueña que por un camino empedrado  de estrellas, tendido sobre el cielo de azul, tres Reyes envueltos en un gran resplandor, sobre tres camellos muy blancos, avanzaban precedidos de una estrella que les guiaba hacia la ilusión creada en la mente de los niños; las nubes se apartan para dejarles pasar y sobre ellos muchísimos ángeles cantaban unas cosas tan bellas que la madre convertida en niña sin dejar de dormir sonreía.

Los Reyes andaban despacio, pero por fin los Reyes llegaron a las primeras casas de la ciudad de Cuenca, un ángel que en una mano llevaba una lista decía lo que en cada ventana había que dejar. Terminaron y ya se marchaban y la madre-niña pensaba ¿Se olvidarán de venir a mí? No, no se olvidaban que ya habían cogido el camino que conducía hasta allí. Uno de los tres Reyes hablo: “has sufrido mucho y has seguido siendo buena, tu sitio no lo tienes en la tierra ¿por qué no vienes con nosotros al cielo? los ángeles así también lo querían”. Ella se sonreía estaba contenta porque ya se veía marchar por aquel camino alumbrado por la luz del amor más Divino. Como había de marchar quiso despertar para despedirse de los suyos, pero ya era tarde, el alba venía y el tiempo apremiaba; sobre una estrella le hicieron un lecho y partió con la caravana de Dios. Al acercarse sus hijos hicieron notar que en el rosto de su madre una sonrisa tenía. (Nacio para morir el 12 de junio de 1922, murió para vivir el 6 de enero de 2014).

Cuenca, 7 de enero de 2015

José María Rodríguez González.