miércoles, 30 de septiembre de 2015

Jamete. ¡Por sus obras los conoceréis!


El gran patrimonio artístico del siglo XVI en la Catedral de Cuenca.

No pasa desapercibida la riqueza artística que encierra esta Catedral, templo y aula del arte de todas las épocas. En su fábrica encierra magníficas creaciones de diversas épocas y marca las distintas etapas de la evolución artística.

Ha sido mi preocupación constante, desde que inicié mi primera investigación en esta catedral, en buscar las más interesantes muestras acerca de las causas y orígenes de las corrientes estéticas bajo el triple carácter que en ella se ha hecho patente: La Historia, la Religión y el Arte, tres puntos de apoyo que consolidan la más grande Aula Maestra de todos los tiempos, alzándose triunfante el culto de las Artes.
Rosetón de la Puerta de Jamete. Catedral de Cuenca

No puedo pasar sin mencionar al ilustre hijo de Cuenca, D. Diego Ramírez de Fuenlealn natural de Villaescusa de Haro (Cuenca), que en su obispado abrió sus puertas a la revolución estética italiana con la espléndida creación de Esteban Jamete y la rejería de Hernando de Arenas. Junto con ellos, la pléyade de ricos prebendados como: Martín Huélamo, Gómez Carrillo, Eustaquio Muñoz, Juan del Pozo, el Arcediano Heredia, Castillo y García de Villareal, y muchos de ellos antiguos colegiales de la Escuela de Bolonia, trajeron de primera mano, el arte del Renacimiento italiano a nuestro Magno Templo. Todos se disputaron los trabajos de los mencionados y de artistas famosos para erigir las capillas que inmortalizarían su memoria. Algunos perdieron la opulenta posición que gozaban pagando con largueza obras de arte para enriquecer más y más sus fundaciones y santuarios; no faltaron los que fueron acosados por intrínsecos pleitos que aún perdurarían largos años después de su muerte. Los mismos fieles, con sus donaciones, se disputaron la gloria de hermosear y enriquecer la Catedral; monumentales retablos, suntuosos enterramientos, magníficas rejas, su rica orfebrería y notables tapices y bordados.
Inauguración de la exposición "El Hierro hecho Arte"

Una mención especial hago al más maravilloso artista de este siglo XVI conquense y no es otro que Esteban Jamete, hombre pequeño de cuerpo pero grande en inspiración y talento, porque gran parte de la rica obra se le debe a él. Entre los muchos legajos que he manejado, aparece unas veces: como dibujante, otras como arquitecto y muchas otras, como entallador o imaginero. Son obras de sus manos el Pórtico de la Gloria que actualmente da paso al claustro; conocido por el sobrenombre de “Arco de Jamete” que fue descrito por D. Antonio Ponz en su libro “Viaje por España” definiendo su contenido catequético como la “redención del mundo” y el Pórtico de la Muerte, de la capilla de los Caballeros. Otra obra insigne es la bellísima portada de la Sala Capitular, toda ella está cuajada de estatuas y relieves de exquisito gusto, encuadrando las bellas puertas atribuidas a Berruguete. También son de Jamete las capillas de Villareal, de Castillo, la Capilla Honda y la sala Capitular, ya mencionada. Trabajando junto a los rejeros, Esteban Limosín y Hernando de Arenas, cuyas trazas fueron diseñadas por él mismo. Cuentan que la traza de la Capilla de la Asunción fue realizada por Jamete a mano sobre un pergamino, creando un conjunto monumental donde se mezcla la leyenda dorada de la dormición de María, los dolores que soportó la Virgen a la muerte de Jesús y la gloriosa Asunción a los cielos, según  el libro del Apocalipsis.
José María Rodríguez González

Mi último trabajo, sobre la catequética de la rejería del siglo XVI en la Catedral de Cuenca, que el día 30 de septiembre cierra la exposición “El Hierro hecho Arte”, me ha hecho descubrir y meditar largamente sobre el gran trabajo que desarrolló Estaban Jamete, sintiendo una gran admiración y respeto hacia su persona y su gran y laborioso trabajo en esta catedral.

Mi más sincero agradecimiento a cuantos han hecho posible la presentación de este trabajo y a cuantos he conocido en las visitas guiadas y me han hecho disfrutar con ellos del sentir de un siglo, lejano a nuestra época pero no falto de enseñanza que sigue vigente en el corazón y en la fe de todo cristiano. La meta es la salvación y encontrar la senda certera es la pretensión de la catequética de las rejas, el llevarnos al merecido Cielo prometido para los justos al término de la jornada terrenal. 

Cuenca, 3o de septiembre de 2015

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico



viernes, 25 de septiembre de 2015

La Catedral es nuestra gran aula de Arte

Hoy el periódico "La Tribuna" de Cuenca, en su contraportada, publica la entrevista que me hicieron con motivo de la clausura de la exposición "El Hierro hecho arte".
Incorporo una copia del periódico.

domingo, 20 de septiembre de 2015

La Virgen sedente del Rey Alfonso VIII

Ntra. Sra. de las Batallas, hoy la Virgen del Sagrario

Como cierre de fiestas mateas hoy desfile procesional de la Virgen del Sagrario por el interior de la Catedral

Cuando emprendió el Rey Alfonso VIII la conquista de Cuenca, traía consigo, como tenía costumbre: el blasón de sus victorias y una imagen de Ntra. Sra. que hoy se venera con el sobrenombre de Virgen del Sagrario.

La talla tenía una altura de casi tres cuartas y cubierta de chapería de plata; su disposición sedente (sentada en una silla) y en las espaldas de la misma silla había dos hebillas, que prendían unos catones labrados. Estas eran las principales armas que traía en el argón aquel religioso Rey, no queriendo encomendarlas a otro tercero que las llevase, ni reparando en el embarco e incomodidad, ni en retardar el movimiento del caballo en el que iba, porque tenía librada en la Virgen toda su esperanza.

Con esta imagen entró triunfante en la  ciudad de Cuenca y lo primero que hizo fue colocarla en el sitio que hoy ocupa en la Santa Iglesia Catedral. Levantando un altar para que recibiese de todos, sin dilación, la debida reverencia y culto. Encomendándole la protección y conservación de la Ciudad, pues por su patrocinio había alcanzado la posesión de ella, siendo proclamada Patrona de la Ciudad. Hoy Patrona de la Catedral.

La capilla donde se venera hoy en día la imagen, se fundó en 1629, el arquitecto fue Fray Alberto de la Madre de Dios, diseñando una capilla de cruz latina con cúpula con lucernario en el crucero, es de estilo herreriano, los mármoles que la adornan son de la Serranía de Cuenca y las pinturas al fresco de la bóveda (hoy casi inexistentes) son del conquense Andrés de Vargas (1613-1674).
Procesión de la Virgen del Sagrario por la Catedral

Con relación a la imagen de la Virgen de las Batallas, para que pudiera ser venerada en el altar de la capilla se toma la determinación de transformarla. La talla es cortada por la mitad, creándose un armazón para vestirla. El maestro de obras, Gerónimo Saiz, se encarga de hacerle los brazos, tanto de la Virgen como del Niño Jesús. Juan de Villanueva se encargó de pintar el rostro de la Virgen y encarnar la del Niño. Andrés Díaz, como sastre se encargó de los vestidos con telas de oro de diversos colores, como en Cuenca no las había viajó a Madrid a por ellas. Juliana Zaragoza, camisera, le hizo tres camisas con bordados en las  mangas al Niño y de dos vueltas de bordado para la Virgen.

De la talla original sólo queda el rostro y parte del tronco, pero sin embargo conserva todavía abundantes detalles reveladores, tanto  de su antigüedad como de su primitiva riqueza ornamental. El pecho lo tiene revestido, en su mayor parte, de un peto de plata, perfectamente adaptado hasta el cuello y que continua en parte por la cabeza, adornado con dos grecas o cenefas repujadas, una a cada lado, decorado con un emparrado con frutos.

Tal es el estado actual de la imagen de Ntra. Sra. del Sagrario, cuyo camarín fue enriquecido en el año de 1691 por el Obispo Alonso Antonio de San Martín, con un trono de plata que mandó construir a su coste (hoy inexistente).

Por el elevado coste de la capilla no se vió terminada hasta el año 1655, gracias a las donaciones  del Obispo Pacheco que puso 1000 ducados de oro y otros 1000 ducados de vellón que fueron donados por el Señor Moscoso, Obispo de Segovia.

El 29 de septiembre de 1655, en la festividad de San Miguel, se inauguró la capilla y la Virgen del Sagrario, con grandes fiestas populares, seis noches de luminarias y hogueras por toda la ciudad adornaron el acontecimiento, una novena solemne y una procesión de la imagen acompañada de gigantes y cabezudos. Al término de la procesión la imagen fue colocada sobre el trono principal de su Capilla. Ante su imagen se colocaron dos hachones obligándose los señores Canónicos y Dignidades a ser los únicos que podían celebrar Misa en ella, costumbre hoy desaparecida.

Para terminar esta historia de la Virgen las Batallas transformada en la Virgen del Sagrario, decir que el 26 de junio de 1966 y con ocasión de las Bodas de Oro sacerdotales del Obispo don Inocencio Rodríguez Díez, se procedió a la Coronación Canónica de la Virgen del Sagrario efectuada por el Nuncio de S.S. de España Mons. Riveri, con asistencia de los Arzobispos de Sión y Madrid- Alcalá, Muñoyerro y Morcillo, respectivamente, y el Obispo Auxiliar de Toledo, D. Granados.   
La corona que le fue impuesta era la realizada por el orfebre conquense, Francisco Becerril, en el año 1543 y regalada por el Canónigo Eustaquio Muñoz, según documentación existente en las Actas Capitulares.

Este acto tuvo lugar en la Plaza Mayor, demostrando el pueblo de Cuenca su gran respeto, gratitud y veneración por la Imagen desde siempre, acudiendo confiados de quien siempre se vieron favorecidos. 

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

Cuenca, 20 de septiembre de 2015



viernes, 18 de septiembre de 2015

Don Fernando, el infante conquense




El hijo de Doña Leonor de Plantagenet nacido en Cuenca hace 826 años


Se aproximaba el día de mi cumpleaños y como todos los domingos subí a casa de mi abuelo para acompañarlo a su misa dominical. Hacía un frío invernal ese 18 de noviembre, con nuestra bufanda anudada al cuello partimos para la Catedral.

Capilla Honda


¿Sabes Josemari en que mes estamos? Quedé sorprendido ante la pregunta de mi abuelo, contestando, si Noviembre, ¿sabes que personaje importante nació en este mes aquí en Cuenca? Pues no se me ocurre, ¡que conste que yo nací en este mes! ya Josemarí, pero tu tal vez llegues a ser importante algún día. Unos nacen y otros se hacen un hueco en la historia. Me refiero que en este mes, el domingo 29 de noviembre de 1189 nacía Don Fernando de Castilla, hijo de Alfonso VIII, heredero y sucesor al trono de Castilla. Entonces Cuenca se vestiría de gala por el acontecimiento, si abuelo, ¿me contarás lo que sucedió en ese nacimiento? Sí pero después de misa porque de lo contrario no llegaremos a ella. Vale, contesté muy contento. Subimos las escaleras de la Catedral y enfilando la nave Sur  llegamos a la capilla Honda. A mi abuelo le gustaba sentarse en los sillones de madera. En medio de la capilla una estufa circular de chapa con un tubo largo que acertaba a salir por la ventana derecha conducía el humo al exterior de la estancia. Al lado contrario un cajón de madera que contenía troncos de leña. ¡Josemari, atiza el fuego de la estufa, mete unos leños que esto esta frío! Levantándome presuroso, cogí dos tarugos y unas teas y los metí dentro de la estufa, pronto la chapa cogió un color rojizo y el lugar templó el frío. 
Rey Alfoso VIII y Leonor de Plantagenet

Al terminar la Misa nos quedamos sentados en nuestros asientos y una vez que el público salió nosotros permanecimos allí y comenzó mi abuelo:
Los padres de la reina fueron, la gran Leonor de Aquitania, por derecho propio duquesa de Aquitania y Guyena y condesa de Gascuña y reina consorte de Francia (1137-1152) y reina consorte de Inglaterra (1154-1189) y su padre Enrique II Plantagenet, Rey de Inglaterra, Duque de Normandía y Aquitania y Conde de Anjou. Emplearon a la joven Leonor de Plantagenet como pieza de ajedrez casándola con nuestro joven rey D. Alfonso VIII. Ella tenía 10 años y él 15. La mayoría de edad se tenía a los 14 años. Su matrimonio sirvió para reforzar nuestras fronteras con Francia.
Doña Leonor tuvo a lo largo de su vida diez hijos. Don Fernando  nació en Cuenca, fue el sexto, pues antes nacieron: Berenguela (1179-1246), Sancho (abril 1181 - julio 1181), Sancha (1182 -1184), Urraca (1186-1220), Blanca (1188-1252) y Don Fernando que nació el 29 de noviembre de 1189 y murió en Madrid el 14 de octubre de 1211, heredero de la Corona de Castilla. Y después nacieron: Mafalda de Castilla (1191-1204), Leonor (1190-1244), Constanza de Castilla (1195-1243) y Enrique (1204-1217) que sucedió a su padre, Alfonso VIII, con el nombre de Enrique I.
Familia medieval
El nacimiento de Don Fernando vino a coincidir con la terminación de la guerra que sostenía Castilla con el reino de León, cuyo monarca pidió la paz ese mismo año, siendo una de la cláusulas de capitulación el matrimonio con la infanta Doña Berenguela, hija mayor de Alfonso VIII.
Como la codicia no tiene límite, te diré que Doña Berenguela había sido prometida con capítulos matrimoniales y firmados al hijo de Federico I, Emperador de Alemania, el apuesto Conrado Barbarroja; pero al nacer Don Fernando, que heredaba el trono de su padre se deshizo el acuerdo. De no haber sido varón el nacido, el trono lo hubiera heredado su hermana y Conrado hubiera sido rey consorte.
Es de suponer, abuelo, que la ciudad de Cuenca celebraría el acontecimiento. Mira Josemari, aun cuando nada dicen las crónicas, que hasta ahora se conocen, de la fiesta con que se celebraron tales acontecimientos, es indudable que las hubo. Como te he dicho eran tiempos de continuas batallas y con ello también eran aficionados a la buena y abundante mesa, es de suponer que aprovecharían el acontecimiento para aumentar el condumio de los varios yantares diarios, el almuerzo a la hora tercia, luego la merienda y después la comida del anochecer que tiempos más tarde la llamarían cena. ¿Y que se comía entonces? Pues la carne de caza en abundancia, entre platos de huevos, cuajadas y dulces irían los yantares que con sólo el cuchillo y la cuchara tomarían de las bandejas, que el tenedor es mucho más moderno, aunque la gente bien, cumpliera los preceptos que luego había de ordenar Alfonso X para ser enseñada a los príncipes: “non les deben consentir que tomen el bocado con todos los cinco dedos de la mano, para que non les fagan grandes”.
Partera
¿Sólo lo celebraron comiendo? No, los caballeros se divertirían bohordando o tirando con arco  y ballesta, sirviendo a la vez de distracción pública, mientras los plebeyos tiraban a la barra, lanzaban piedras o jugaban a los bolos y quién sabe si ya conocerían las vaquillas enmaromadas, que siempre fueron los conquenses aficionados a los toros y en el patio del Alcázar los disfrutaran.
¿Don Fernando se crió en Cuenca? Su niñez la pasó en esta misma ciudad como tú y tan conquense como el que más. Don Fernando alimentó las esperanzas de sus padres y de los súbditos con su valentía y buen carácter. Sin embargo, murió en 1211, con tan sólo veintidós años, tras una expedición  contra los musulmanes por Montánchez y Trujillo.
¿Se sabe algo más de Don Fernando? Si, al comienzo del siglo XIII el único enemigo que le quedaba a Alfonso VIII era los almohades. Había sufrido una derrota en Alarcos y es de suponer que tuviera sed de resarcimiento. La lucha contra musulmanes era una fuente de prestigio al estar apoyada por el Papa. Alfonso VIII decide no renovar la tregua con los Almohades en 1210 y prepararse para la confrontación. El infante Don Fernando, hijo de Alfonso VIII, era uno de los mayores partidarios de no renovar la tregua y escribió al Papa Inocencio III en 1210 explicándole sus deseos. El Papa responde ese mismo año exhortando a los obispos hispanos a que propusieran la guerra en sus diócesis y concedieran a los participantes en la lucha los mismos derechos que a los cruzados. Como se ve Don Fernando era un joven valiente que acompañaba a su padre en las batallas que se celebraron durante su existencia. En 1211 a su regreso murió en Madrid de fiebres. 
Las esperanzas que se pusieron en la persona de Don Fernando se fueron al traste, ocasionando un profundo dolor con su pérdida. A su muerte el trovador Guiraut de Calanson señala que Don Fernando era “agradable en toda acción” y “amable” en el aprecio tanto de la dama como del caudillo, como demuestra el planh (1*) de Guiraut de Calanson, las affabilitas (las virtudes) está bien documentada en la poesía trovadoresca de la corte de Alfonso VIII.
Sepulturas de Alfonso VIII y Leonor
Decían de Don Fernando: “Si Dios hubiera placido amar tanto a este mundo, debiera haber sido caudillo e guía, Fernando, el hermoso, el bueno, el agradable en toda acción, el liberal, el franco, el valiente y el amable, con el que parecía que fuesen compensadlos el Joven Rey, Ricardo el famoso y el conde Jaufré, los tres valiente hermanos, a quienes se parecía en cuerpo y facciones, y en magnanimidad y en ser padre de todos los bienes, que ahora es dolor de valentía y de generosidad”.  Como ves el planh (1*) destaca primero  la belleza del infante y luego afirma su parecido físico con sus tres tíos: Guillermo de Inglaterra, el famoso Ricardo Corazón de León y el conde Godofredo de Bretaña, cuya agradable presencia física se suponía.
Después de estas explicaciones salimos de la Catedral enfilando la calle de Alfonso VIII. Ese día aprendí que nuestra ciudad fue lugar de reyes e infantes y que Cuenca fue cuna de un gran hombre que se vio truncada su vida por la enfermedad y con ella el futuro de esta ciudad.
Cuenca, 18 de noviembre de 2014
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

 
Fuentes:
-          (1*) Planh: Obra lírica.
-          “Leonor de Plantagenet y la consolidación castellana en el reino de Alfonso VIII”. José Manuel (2012).
-          Poesía juglaresca y juglares. Orígenes de las literaturas románicas. 1942. Madrid. Austral 1991.
-          “Curia y cortes en el reino de Castilla”. Las cortes de Castilla y León en la Edad Media. Vol.1 Valladolid: Cortes de Castilla y León, 1988. 104-51
-          Los trovadores en España. 1861. Barcelona CSIC, 1966
-          La Literatura en la corte de Alfonso VIII de Castilla. Antonio Sánchez Jiménez.

  

lunes, 14 de septiembre de 2015

Un pendón para la Ciudad


El Rey Alfonso VIII (“o fegun otra quenta Nono”) entro en la Ciudad con el blasón y la imagen de la Virgen a la grupa del caballo, siendo donados a la recién conquistada Ciudad. 


En memoria de la conquista entregó entonces el Cabildo, por medio de su “Thesorero” al Guarda Mayor de la Ciudad, tomándole pleito homenaje, ante un secretario suyo, de que volvería a la misma Iglesia, traído desde el Ayuntamiento, con grande acompañamiento a la Santa Iglesia, y al ser restituido, se alzará el pleito homenaje ante el mismo Secretario” (1*). Desde entonces cada año, por San Mateo, el Pendón es trasladado al Ayuntamiento por el concejal más joven y devuelto a la Catedral al día siguiente. 

Este hecho debe de ser motivo de orgullo el poder ser el portador y nunca una obligación y más en una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad, donde la historia rezuma por sus muros, calles y plazas.

Estamos en un momento de nuestra historia actual que se cree posible suprimir la religión por decreto o disposiciones.

Para demostrar lo absurdo de este interés surgido, intentaré hacer un recorrido histórico y hacer ver como en momentos más críticos que estos no sólo se salvó el principio religioso, sino que ha ido saliendo más robustecido.

Cuando los árabes invadieron la península, la vida política y religiosa era muy débil, apenas hacía tres siglos que el cristianismo era la religión oficial. Los musulmanes se hicieron con el país sin mucho esfuerzo, salvo la parte Norte de la península, muchas personas se hicieron musulmanes, porque imperaba la nacionalidad del que mandaba y los árabes tuvieron la habilidad política de eximirles de contribuciones; se sometieron políticamente sin renunciar a sus creencias religiosas. Estos sometidos, fueron llamados mozárabes; muchos de ellos, en el siglo IX, se ofrecieron en martirio por no renegar de su religión, ejemplo de ello fueron: San Eulogio, San Álvaro de Córdoba, Santas Flora y María, y hay ocasiones en que están a punto de dar al traste con el califato.

Los mozárabes estaban establecidos en distintos puntos de España, tales como en Toledo, en Aragón, donde reinaba Alfonso I, el Batallador. Esta gente eran cristianos arabizados en lengua, en escritura, pero en sus creencias testamentarias que son  trascendentales para el hombre, porque en lo más profundo del ser se piensa en la muerte y de cara a la eternidad, lo entendían siempre “en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, un solo Dios” en cuya misericordia espera el que otorga el testamento. Aún en medio de tantas dificultades y persecuciones, el alma de estas gentes era profundamente religiosa y cristiana.

Otra época, también difícil, es la que va desde Sancho IV hasta los Reyes Católicos. La situación política estaba tan resquebrajada que es posible el asesinato de Montiel y la derrota del Aljubarrota, en la que si llegó a salvarse Don Juan, fue huyendo en el caballo que le prestó un noble. No bastaron los esfuerzos de Don Álvaro de Luna, hijo de estas tierras de Cuenca, para reparar los excesos que se vivían en la Corte. La justicia no existía, la hacienda no tenía un maravedí, los nobles se destrozaban y hacían frente a la realeza, pero Dios, que vela prudente por sus pueblos, cierra esta época de vergüenza con el reinado glorioso de los Reyes Católicos. Ellos logran la unidad nacional con la conquista de Granada (1*) el establecimiento del orden con la creación de la Santa Hermandad; la expansión de España por el Mediterráneo y por América, a partir de sus descubrimientos, piedras sillares, todas ellas del glorioso poderío del Imperio Español que amanecía entonces.

Con su corte, Isabel la Católica, si transigió con muchos elementos indeseables, para sujetarlos, tuvo acierto para escoger personas de gran valía, entre ellas algunas mujeres como aquella Doña Beatriz Galindo, fundadora del hospital de la Latina en Madrid.

Hablando de la conquista de América, casi todas sus conquistas los países las hacen con un fin económico y material, menos España que entonces dió un ejemplo a los demás que luego se unieron a las conquista: fusionó dos razas, llevó su religión; enseñó su lengua, aprendieron las lenguas de los indígenas, dándose un gran impulso a los estudios filosóficos.

El descubrimiento de América no ha estado exento de polémica y leyenda negra, pero quien ha profundizado en los hechos sabe que las leyes de Indias fueron las más humanitarias de su época.

En tiempos de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germano, el llamar a una persona rebelde era decirle hereje. Para mantener el catolicismo sostuvo luchas frente a casi todas las naciones europeas. Estas guerras y las de reinados sucesivos, unidas a la gran corriente emigratoria hacia América, fueron causa de la decadencia española.

Durante el siglo XVIII se piensa en una renovación de los valores españoles. Los ministros de Carlos III se dejaron influenciar por el enciclopedismo y como corte, en general, se inspiraba en Francia, se inicia la tendencia a imitar lo extranjero.

La política llega a tal decadencia en tiempos de Carlos IV (Rey de España del 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808), que es posible la invasión francesa como un sencillo paseo militar. Aquel pueblo tan envilecido que soportó la tiranía de Godoy, que no pensaba más que en fiestas y toros, al darse cuenta de que los franceses eran enemigos reaccionó y de tal suerte que los guerrilleros españoles, soldados, bisoños, haraposos y hambrientos, hicieron morder el  polvo a los ejércitos napoleónicos derrotando al vencedor del mundo.

La ideología dividió entonces a los españoles en dos bandos, unos partidarios de las instituciones antiguas, consideraban compatibles con ellas el progreso de la civilización moderna; otros pensaron que era malo y debía desaparecer. Se llegó a querer arrasar lo antiguo, algunos compraban conventos por el gusto de hundirlos, se repartieron los papeles de los archivos; los libros de las bibliotecas se quemaban o se vendían al mejor postor, hasta el extremo se quiso aventar las cenizas de tradición que un maestro de los EE.UU. por poco dinero logró reunir una magnífica biblioteca, orgullo hoy de la ciudad de Boston.

Cuando se estaba ya a punto de hacer desaparecer  tantos libros porque no tenían aplicación práctica, fue Menéndez y Pelayo quien demostró que existía una cultura española que pesaba y representaba más que la inglesa y la alemana.

Los conquenses no hemos estado apartados de estos hechos pues lo hemos soportado con valentía cuantos episodios nacionales han ido sucediéndose y superándolos con honor cada uno de ellos, llegando hasta dar la vida por nuestras creencias y por nuestra ciudad.

La tradición dice que la enseña que se guarda en la catedral y se entrega todos los años al Ayuntamiento la víspera de San Mateo, es la auténtica bandera de Alfonso VIII. 

Con Alfonso VIII iba la imagen de la Virgen de las Batallas, hoy la Virgen de Sagrario,  nuestra tradición cuenta que tras la toma de la ciudad, se mandó levantar la Catedral en honor y agradecimiento a quien le dio la victoria, Santa María. Siempre ha ido unido la religión con nuestra historia y quien intente disgregarla la errará. 


La ceremonia de entrega se hace de la siguiente manera:

Para la entrega del pendón al Ayuntamiento hay una fórmula tradicional en la que el Deán de la Catedral junto al Secretario del Cabildo  hace entrega del pendón al concejal más joven, pronunciando el Deán las siguientes palabras: “Prometéis pleito-homenaje devolver esta enseña de la Ciudad de Cuenca mañana por la mañana”; momento en que le entrega la enseña. Responde el Concejal: “Sí, prometo” y por último el Deán asiste diciendo: “Os entrego la enseña con la que se ganó esta ciudad para llevarla en procesión hasta la Casa Consistorial, y la devolveréis mañana según costumbre y tradición”. Por último contesta el Concejal: “Prometo devolverla, pues con ese fin la recibo”. 

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(1*) Vida, virtudes y milagros de San Julián. Escrito por el Padre Bartholome Alcázar. Madrid 1692.

(2*) La unidad religiosa con el Tribunal de la Inquisición, que habrá sido bueno o malo, pero que como hay que juzgar como institución en su época, entonces no cabe duda que cumpliera una misión beneficiosa.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

Cuenca, 15 de septiembre de 2015