lunes, 13 de abril de 2020

San Hermenegildo, rey y mártir.

La sangre de los mártires es semilla de cristianos”.

Muerto Liuva, rey de los Visigodos, en el año 571, su hermano Leovigildo, a quien había asociado a la corona, viéndose ya único dueño de casi toda Espala, y de aquella parte de la provincia Narbonense; que estaba sujeta al dominio de su nación, resolvió hacer hereditaria en su familia la corona. Mandó, pues, reconocer por sucesores suyos a sus dos hijos: Hermenegildo y Recaredo, y él mismo los puso en posesión de una parte de sus estados; a Hermenegildo consignó la Andalucía, y a Recaredo señaló el reino de Aragón con todas las provincias Celtíberas.
San Hermenegildo.

Con el establecimiento del reino visigodo en Espala el arrianismo se convirtió en religión oficial, si bien el catolicismo de los naturales permaneció intacto. No consta cómo se portaron los primeros reyes visigodos con los católicos, pero Teodorico (453-466) abrió una era de persecuciones, y Leovigildo (569-586), para llegar a la unificación total de la Península, emprendió una campaña tenaz y fuerte contra los católicos.

Uno de los que más tuvieron que sufrir fue el obispo de Mérida Massona, de grande influjo en la nación por su santidad y ciencia. Al fin fue sacado de su diócesis y encerrado en un convento. Lo mismo se hizo con otros prelados.

El punto más delicado fue el de su hijo Hermenegildo, que se había hecho católico por influjo de su esposa Ingunda y del obispo de Sevilla, san Leandro. La impresión que en la corte toledana produjo la conversión de san Hermenegildo fue enorme. Leovigildo vio que no solamente se le venían abajo sus planes de unidad, sino que aún peligraba su propia corona. Los católicos acabarían por ponerse de parte de su hijo y lo proclamarían rey de toda la Península.

Los años que llevaba en Sevilla le habían aclamado por rey fuertes ciudades y castillos como Mérida y Cáceres. Le mandó venir a Toledo, pero Hermenegildo se excusó por temor a que se le maltratase. Leovigildo le declaró rebelde y empezó a combatirlo con la fuerza de las armas.

En el otoño del año 582 le quitó Cáceres y Mérida y dirigió sus huestes contra Sevilla, donde Hermenegildo se había retirado. Cerca de dos años resistió la ciudad; al fin, faltó de recursos, hubo de abandonarla y retirarse a Córdoba, donde pretendió en vano rehacerse. Viéndose aquí también perdido, desistió ya de las armas y se refugió en una iglesia, exclamando: “No vendrá mi padre sobre mí. Es un crimen que el padre mate al hijo o el hijo al padre”.

Leovigildo le envió a su hermano Recaredo como emisario de paz: “Acércate, hermano mío, póstrate a los pies de muestro padre y te perdonará”.

Su padre le levantó del suelo, lo besó en el rostro y con palabras cariñosas lo condujo al campamento. Más luego se impuso el cálculo frío sobre el corazón y la piedad. Lo mandó atar, despojarlo de sus regios vestidos, ponerle una vestidura vil de esclavo, quitarle todos los criados menos uno y llevarlo desterrado a Valencia primero, y luego, para más seguridad, a Tarragona.

Encerrado en un calabozo, atado con esposas de pies y manos como traidor, se hicieron esfuerzos inauditos para hacerle apostatar de la religión católica, pero todo fue inútil.

El día de Pascua, 13 de abril de 586, en el silencio y oscuridad de la noche, se presentó un obispo arriano para darle la comunión y reconciliarle con el padre. Hermenegildo lo rechazó indignado, rehusando comulgar con los herejes. Unos días después segaba su cabeza por orden de su padre.

El Sacrificio de san Hermenegildo no fue estéril. Su hermano Recaredo, tan pronto subió al trono, se hizo católico  y toda España siguió su ejemplo. Una vez más se cumplía en la historia la máxima de Tertuliano: la sangre de los mártires es semilla de cristianos. La unidad católica de España se debe a la sangre fecunda de este joven rey que, despreciando el reino y deseando ardientemente el eterno, dio su vida por Cristo y porque España conociera la verdad de su Evangelio.

Por petición de Felipe II, concedió Sixto V en el año 1585 que España pudiera celebrar la fiesta de san Hermenegildo. Algo más tarde la extendió el Papa Urbano VIII a toda la Iglesia.

Cuenca, 12 de abril de 2020.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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-Año Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.

-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.


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