viernes, 19 de enero de 2018

El nombramiento de Obispo de Cuenca a San Julián


Biografía de San Julián según el Canónigo D. Trifón Muñoz y Soliva
Segundo Obispo de Cuenca

Cuatro años llevaba el santo arcediano Julián siendo el modelo de las virtudes públicas y privadas, al amparo de los menesterosos, siendo el espejo de la justicia y el más perfecto imitador de los Apóstoles, cuando falleció en esta ciudad su primer obispo. El conquistador de Cuenca D. Alfonso VIII, sintió en gran manera la pérdida de D. Juan Yañez, pero se consoló al ver que le daría un digno sucesor. Testigo de la caridad, celo, prudencia, sabiduría e infatigable laboriosidad del arcediano de Toledo para la mitra de Cuenca en el año 1196, y tan extendida estaba la fama de su santidad, que esta ciudad y el cabildo le pidieron para su Pastor.

Solo una persona sintió esta elección y fue la del elegido. Su humildad le sugería que él solo era apto para obrar como subalterno a las órdenes de un jefe y que era absolutamente nulo para dirigir por sí una diócesis. Así, pues, no solo renunció sí no que también con reiteradas súplicas y con lágrimas rogó se le aceptase la renuncia. Siendo inútiles los consejos de sus compañeros, solo le hizo aceptar el de la persona que más interesada estaba en conservarle a su lado. El Arzobispo D. Martín López de Pisuerga, que por la gloria y servicio de Dios le indujo a aceptar el arcedianato de Toledo, por iguales motivos le aconsejó aceptase la mitra de Cuenca. Le expuso que desde diecinueve años que esta ciudad había sido ganada a los moros, los tres primeros estuvo sin pastor, y que en los catorce del pontificado de D. Yañez, obligado este santo prelado a buscar ministros, levantar templos y a llevar moradores cristianos, su laboriosidad no bastó para desarraigar la mucha maleza que encontró en su diócesis, que todavía los sectores del impostor árabe tenían en Cuenca y los judíos Sinagoga, y que siendo en su mayor parte la población cristiana gente de guerra, era indispensable su presencia y laboriosidad para continuar y consumar la obra del difunto obispo.

Cediendo a estas razones, San Julián aceptó, el Papa Celestino III confirmó el nombramiento y le consagró por el mes de Junio  de 1196, en Toledo, su amigo y admirador el Arzobispo D. Martín y sabiendo el nuevo Obispo de Cuenca que le preparaba un fastuoso recibimiento, se puso en camino sin más compañía que la de Lesmes.

Es gracioso la descripción que D. Trifón hace de San Julián: “Su talla era de dos varas y sesmo, su cuerpo robusto, sus miembros fornidos, su figura noble, su cabeza grande y adornada con cabellera cumplida, su frente ancha, sus ojos vivos y graves, su barba poblada y entrecana, y su talento ingenuo y bondadoso”.
Peste en Cuenca. Autor Bartolomé de Matarana
Capilla Honda. Catedral de Cuenca
Foto:© José María Rodríguez González

Cuando San Julián entró en Cuenca, la ciudad estaba invadida por la peste. El Santo que a imitación del Apóstol San Pedro, su modelo,  había hecho siempre todo lo poaible para ganarlos a Jesucristo, en esta calamidad de su grey desplegó, si cabe, mayor celo. Asistió a los cristianos afectados con limosnas, con los santos sacramentos, y con fervorosas exhortaciones, y a los que morían les daba sepultura por sí mismo. A los moros y judíos con paternal solicitud los cuidaba, socorría y llamaba a la luz del Evangelio, y sus súplicas a Dios y sus penitencias fueron tan eficaces, que dicen los historiadores, que orando en la Santa Iglesia Catedral con algunos prebendados, para que cesara el cruel azote, se oyó una voz celestial que decía: “por los ruegos de vuestro Obispo tiene Dios a bien que cese esta plaga. Enmendaos vosotros de vuestros pecados”.

Cuenca, 18 de enero de 2018

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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