viernes, 21 de julio de 2023

Cinco ojos para un puente.

Un puente y un Canónigo, Juan del Pozo.

El número cinco es el signo de la acción y la inquietud, es el símbolo de la libertad, la adaptación, el del espíritu aventurero; así era D. Juan del Pozo, canónigo de la Catedral de Cuenca en el siglo XVI, cuanta su cronista que era un hombre de pensamientos más elevados que el mismo puente que mandó construir. ¿Que qué puente? Pues el que cruzamos con cierta frecuencia cuando subimos hacia el casco antiguo, el que llamamos de San Pablo, aunque el de hierro se lo debemos al Obispo Wenceslao Sangüesa en el siglo XX, pero eso es otra cosa. Acaban de cambiarle las tablas y hacer un acceso para minusválidos por eso lo traigo a colación el día de hoy. 


Al que hago yo referencia es al de piedra con cinco arcos. Se inició la construcción del puente de San Pablo en el año 1534 y se concluyó en 1589, después de fallecimiento de D. Juan del Pozo. Según constaba en el archivo de los PP. Dominicos de esta ciudad, el objeto que se propusiera el Canónigo fue el facilitar el paso desde la ciudad al convento, fundado también por él. Por su construcción pagó la friolera de 63.000 ducados, un precio muy alto para el valor que entonces tenía la moneda. La altura del puente, según los planos, era de 54 pies castellanos y su longitud de más de 300 pies (1pie = 0.2957m). Se componía de 5 arcos, cuyos pilares y principalmente el que subía desde el margen del río parecía una elevadísimas torre. Un extremo se posaba en el lado en el cerro, cuya cumbre ocupa el Palacio Episcopal y la Catedral y el otro extremo en el collado del ante-atrio del convento. Fue construido con piedra labrada toscamente y su robustez fue calculada en menor proporción a la que necesitaba y por este motivo y la falta de solidez en la noche del 7 de mayo de 1786 se arruinó parte del primer machón y del segundo arco del lado de la ciudad. Hay que decir que según cuentan, desde su construcción comenzó a resentirse y quebrantarse en los arcos.

Sus constructores fueron Juan de Gutiérrez de Oceja, vecino de Solorzano en la merindad de Trasmiera, Comarca histórica de Cantabria. También intervino Juan Palacios, montañés.


Cuenta una pequeña historia de una apuesta entre dos muchachos en el año 1817, el día de San Antonio, apostaron dos reales Manuel Sainz y Saiz con otro amigo a que se ponía en pie en una piedra que sobresalía en el deteriorado machón del puente, y saltando sobre ella decía “Has perdido”, tanto saltó que cayó la piedra y él detrás colina abajo hasta cerca del río Huécar. Se creyó que había muerto, pero sanó de sus heridas y con el tiempo sólo se le advertía renquear de la pierna izquierda y el hombro del mismo lado le quedé más bajo. Se cuenta que este mismo fue cura de la parroquia de San Juan Bautista y murió en el año 1837.

Por debajo del puente san Pablo había otro puente sobre el río Huécar de piedra de sillería para el uso de los hortelanos, otro puente había al lado del molino llamado de San Martín, situado debajo de la parroquia del mismo nombre, construido a expensas del Obispo Pimentel, así mismo había otro en la llamada Puerta de Valencia de igual fábrica y el puente de Palo, que comunicaba la ciudad con las huertas de la Albufera y la bajada de Santiago.
Lápida de D. Juan del Pozo en la iglesia del Convento de San Pablo

Sobre el río Júcar estaba el puente de la puerta del Postigo y el de la Trinidad o puerta de Huete, estos fueron construidos mucho antes que el de San Pablo y todos ellos sólo tenían un ojo.
El canónigo Juan del Pozo fue enterrado en la capilla del convento de los Dominicos y una lápida de pizarra guarda en recuerdo su figura.

Fue publicado: Cuenca, 5 de marzo de 2019, y 22 de julio de 2023.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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