Emplazamiento del
Palacio de la Diputación de Cuenca
Coincidiendo con el segundo
centenario de la creación de las Diputaciones Provinciales quiero traer al
recuerdo el grato lugar donde se decidió construir en Cuenca el Palacio que
albergaría su Diputación, los jardines de la Glorieta. Anteriormente estaba
situada en el antiguo convento de las Carmelitas Descalzas. Los trámites se
iniciaron el 6 de junio de 1881 buscando un edificio donde ubicar la
Diputación. Desechada esa idea se optó por levantar uno nuevo, buscando un
solar para ello. En 1890 el Ayuntamiento cede, por 80.000 pesetas el espacio
del emblemático “Jardín de la Glorieta”, paraje de 10.279 metros cuadrados,
junto al Campo de San Francisco.
Buscando en la hemeroteca de principio
del siglo XX, concretamente en 1910, he encontrado la suficiente información
sobre “La Glorieta” para dar luz de lo acontecido y el procedimiento seguido
para desarrollar el proyecto.
¿Qué eran los Jardines de la
Glorieta? Eran un espacio de recreo. La construcción de estos jardines se hizo
por suscripción popular, a la que casi todos los conquenses sufragaron, unos
con dinero, otros con materiales y muchos otros contribuyeron con su trabajo
personal. Según se cuenta, la obra se realizó con gran rapidez y lo que es más
de apreciar en estos casos, con bastante gusto.
La inauguración se verificó con
gran entusiasmo, pero la belleza artística de los jardines, paseos, macizos, glorietas,
etc., no fue como puede suponerse completamente efectiva hasta algunos años
después. En el centro del jardín había un gran espacio rectangular que llamaban
“El Salón”, era un espléndido salón de fiestas al aire libre, circundado por
frondosa arbolada y macizos de rosales, todo el jardín estaba cercado con una
reja. Según cuentan las crónicas: Cuántas ilusiones se forjaron en el ambiente
de aquel salón entre miradas y sonrisas. Era el centro de recreo y divertimiento de los jóvenes de la época.
Al rededor del salón, estaban situados los bancos
rústicos en los que conversaban descansadas y tranquilas las mamás, mientras: “las lindas conquenses, de aquel entonces,
paseaban airosas entre la admiración y el galanteo de sus adoradores”, era
el único sitio de esparcimiento que poseía la ciudad, tal vez, lo que sería
después Carretería.
Los domingos en la pequeña plaza,
donde había una fuente, se situaba la música, amenizando las tardes en tiempo
de estío. Disponía el jardín de un estanque donde se podían contemplar peces de
colores que eran las delicias de los niños.
En la parte alta del parque había
una pequeña montaña llamada “La Selva” por su espeso follaje e intrínsecas
sendas, encanto de los enamorados.
Cuenta la crónica que una mañana
salta a la prensa que el arquitecto provincial, un granadino muy “salao”, que
aquí en Cuenca nada más hizo disparates (según el cronista), el emblemático
jardín había sido elegido para la ubicación del palacio. Los conquenses se lo
tomaron a risa entre bromas y chascarrillos, comentando: ¡No se atreverán a
dejarnos sin el único lugar posee la ciudad de entretenimiento! ¡Qué
barbaridad! ¡El palacio en la Glorieta! ¡Cosas de Alfaro! - Rafael Alfaro, ese
era el nombre del arquitecto provincial. Pasó el tiempo y como no se construía
paso al olvido, hasta que una mañana empezó la actividad, empleados con hachas
segaban la vida de los árboles del jardín para dejar espacio a la construcción.
El proyecto descabellado del arquitecto
granadino iba a ser una realidad, aprobado en la sesión del 5 de abril de 1892.
¿Hubo protestas? Según cuenta el
cronista fueron muy pocas y acalladas con promesas de ser construido otro
parque más grande y mejor para la ciudad con el dinero obtenido de la venta y
algo más, diciendo las autoridades que no había porqué protestar. Los árboles se
talaron y los jardines se destruyeron y el Palacio se construyó quedando
obligada la Diputación a conservar los jardines abiertos al público hasta que
el nuevo jardín no estuviera terminado. Años posteriores se utilizó el espacio
de las huertas de Huécar para la construcción del parque de Canalejas, el
actual parque de San Julián.
Cuenca, febrero de 2015
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico
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