sábado, 24 de marzo de 2018

Caprichos del calendario

Domingo de Ramos y la Anunciación a María.
    En este domingo, día 25 de marzo se fusionan dos festividades importantes, tanto que sin la una no hubiera sido posible la otra.

Hoy celebramos el misterio de la Anunciación del ángel Gabriel a María que marca el camino de la Redención humana. María divide la historia en un antes y un después, cierra el capítulo de lo viejo y abre el camino a lo nuevo.

El segundo acontecimiento que celebramos, este mismo día, es el Domingo de Ramos que marca el fin de la Cuaresma y el inicio de la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la Pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra evoca la Pasión del Señor en el Evangelio de San Mateo.

Llegó por fin la hora prefijada en los eternos decretos de apiadarse de los humanos la divina justicia ultrajada. Llegó la hora de la misericordia. Era la media noche del 25 de marzo, la Virgen María velaba en su oratorio, dice San Vicente Ferrer, y releía las palabras de Isaías: “He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz a un Hijo que será llamado Emanuel”. En ese preciso momento, en ángel Gabriel, tomando forma humana, aparece ante el oratorio de María. Después de tranquilizarla el ángel en nombre de Dios, le explica el motivo de su embajada y le propone el maravilloso pacto, el admirable contrato que el Creador quiere negociar con la criatura: “He aquí – le dice- que concebirás y darás a luz un hijo a quien llamarás Jesús. Será grande y se llamará Hijo del Altísimo. El Señor le concederá el trono de David, su padre, y reinará eternamente sobre la casa de Jacob”.

En el mismo instante que María dio la respuesta afirmativa al ángel, la Santísima Trinidad operó en ella la más portentosa de sus obras. Por el poder del Padre y el amor del Espíritu Santo, el Verbo, Sabiduría eterna de Dios, como el rayo del sol que atraviesa un cristal sin romperlo ni mancharlo, entró personalmente en el seno de la Virgen, y de su purísima sangre formó un cuerpo humano. Las tres divinas personas concurrieron juntas a revestir el Verbo de la naturaleza humana; pero únicamente la persona del Verbo se despojó a nuestra vista del resplandor de la divinidad, tomó la forma de esclavo y se hizo hombre semejante a todo a nosotros a juzgar por su apariencia.

Hoy al mismo tiempo que recordamos ese momento sublime, vamos con el pensamiento a Jerusalén que Jesús entra como Rey, Mesías aclamado primero y condenado después, para cumplir en todo con las profecías. La liturgia de la palabra anticipa en este domingo, llamado de Pascual Florida el triunfo de la resurrección, mientras que la lectura nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo. Es San Lucas quien en su Evangelio no habla de palmas de olivos, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus vestidos, como se recibe a un Rey, gente que gritaba “Bendito el que viene en el nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas”.

Sea este domingo motivo doble de alegría celebrando con regocijo de nuestra alma, el gran acontecimiento que se representará en nuestras calles, de igual modo vivámoslo en nuestro corazón.

Cuenca, 25 de marzo de 2018

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

No hay comentarios:

Publicar un comentario