jueves, 8 de marzo de 2018

Creo en Dios Padre


Los días del calendario corren y nos precipitan inexorablemente sobre la Semana Grande de Cuenca. Su Semana de Pasión.

Hoy me he levantado pensando en todo lo que me rodea. Salgo al patio y veo como los jacintos se abren camino entre la tierra para dejar ver sus nacientes tallos, la flor de la banda es madrugadora, dejando ver como se acerca la primavera. Todo se pone en movimiento. La vida renace una vez más y la primera Luna llena de primavera nos quiere abrir el camino de la Salvación.

Estas cosas me hacen volver a los años de niñez vividos, cuando todo para mí era nuevo, cuando en esa mente de niño quería encontrar la respuesta que no tenía y que me eran dadas por los razonamientos de mi abuelo. ¿Ves en lo alto de este retablo a una figura de una persona mayor con una bola del mundo en la mano? – Si abuelo. Es la imagen de Dios, de Dios Padre, nos lo enseña la fe y la razón natural. No repliqué sólo asumí y llevándome a otro lugar, señalando a otra figura que llevaba en su mano unas llaves. Es San Pedro – me dijo. Príncipe de los Apóstoles, sobre el cual Jesucristo prometió fundar y edificar su Iglesia. De ahí me llevo a otro  retablo. – Este hombre que tiene un globo o esfera en la mano representa a un sabio y juicioso filósofo, que por contemplación de las cosas creadas viene a hablarnos de la existencia del Creador, porque sabe que  no puede haber efecto sin causa; y observando todas las cosas naturales, su orden y movimiento infiere que es indispensable y necesario que exista un Creador y primer motor inteligente, tú mismo lo conocerás, aunque cuando no hayas estudiado filosofía, pues que la sola razón natural basta para ello.

Ante tantas cosas no sabía que responder a mi abuelo. Salimos de la Catedral, nos sentamos en el bordillo junto a la barandilla de la plaza contemplando toda las casas que nos rodeaban. Y prosiguió. - ¿creer que  esta catedral y los edificios que nos rodean han sido obra del ocaso?; ¿qué todo se ha hecho por sí mismo, sin que nadie, ni arquitecto ni artífice, hubiera construido el edificio y ordenado los adornos?, ¿Nos tendríamos como loco a quien estas cosas dijera? Pues de la misma manera el mundo es este inmenso y magnífico palacio que el Sol ilumina de día y la Luna de noche; el cielo está poblado de estrellas, la tierra de hombres, animales y plantas; el mar y los ríos de peces y el aire de aves; la primavera, el verano, el otoño y el invierno, se suceden con un orden admirable; en las entrañas de la tierra hay oro, plata, piedras preciosas y un sin número de metales: y un mundo de tanta riqueza y hermosura ¿Nadie lo habrá creado? Sí, lo creo Dios. Todas las cosas con voz muda, pero enérgica: Él nos creó y no nosotros mismo.

Josemarí, a lo largo de tu vida encontraras a gente que te diga todo lo contrario, son esos de los que habla San Pablo, cuyo Dios es su vientre, gente que únicamente tratan de complacer con buenos bocados y bebidas, con ricos vestidos y cosas deshonestas en que se revuelcan, a la manera de los cerdos en su fango, como dice San Pedro. Pero incluso estos en lo más profundo de su corazón saben que existe un Dios, y no lo dice porque así lo crean sino porque su corazón pervertido y contaminado con los vicios y culpas, quisieran que no lo hubiera. Pero mal que les pese, su entendimiento conoce la existencia de ese Dios.

Muy cargado de razón y mirándome a la cara me dijo: Nosotros, pues hemos de creer que hay un Dios, que tiene todas las perfecciones; que está en todas las cosas; que todo lo sabe; que todo lo ve; que todo lo oye.

La mañana se acrecentaba y levantándonos del asiento provisional de piedra, nos fuimos a casa donde mi abuela Florencia me tenía preparada una torrija, la que comí con ganas mientras miraba al Corazón de Jesús que lucía en lo alto del Cerro del Socorro, visto desde la ventana de la cocina de mi Abuela.

Cuenca, 8 de marzo de 2018

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

No hay comentarios:

Publicar un comentario