sábado, 7 de diciembre de 2019

La Inmaculada Concepción. Una festividad muy conquense.

    Hay dos imágenes de la Inmaculada. Una trazada por mano divina y otra por el pincel humano. La divina es escrita; la humana pintada. Ambas universales. La divina es obra del Espíritu Santo, con mediación de un Ángel de una mujer, recogida por un escritor médico que se llama San Lucas. La humana se inspira en la divina y es la de Murillo, que, aunque española y local, ha adquirido proporciones de universalidad.
Inmaculada Concepción de Murillo 1665
   En la definición de este dogma fue España la adelantada, paladín esforzado en la defensa de la verdad de la Virgen y el pueblo conquense ha sido y es eminentemente mariano. Este sentimiento mariano en el pueblo fue anterior a la definición del dogma y cooperaron sus personajes más grandes en el Concilio de Trento. Fue Menéndez Pelayo quien dijo que este Concilio que fue: “tan español, como ecuménico”. Para convencernos de que la aseveración no es hiperbólica, sobra con decir los nombres de los nuestros que estuvieron presentes, famosos teólogos tridentinos como: Soto, Solís, Torres, Salmerón, el conquense Melchor Cano, el Arzobispo Guerrero y sobre todo, el del Cardenal Pacheco, aquel que en Trento hizo de su verbo ardiente, tanto que algunos se atrevieron a llamar a este Concilio “el Concilio del Cardenal Pacheco”. En él estuvo a punto de hacerse realidad, aquel dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen, que se definió más tarde el 8 de diciembre de 1854. El sentimiento estaba grabado en la España viva del pueblo mucho antes de la definición del dogma, era sentimiento y anhelo, esperanza y verdad de los conquenses que se anticiparon y cooperaron a la definición del dogma de la Inmaculada Concepción como lo refleja la catequética de la rejería del siglo XVI en la Catedral Conquense.

Constantemente estuvo Cuenca al lado de ésta Verdad, como así lo prueban los tratados de nuestros eminentes teólogos. Ejemplo de ello es el tratado de La Concepción de Nuestra Señora, de Fray Ambrosio de Montesinos, de Huete, que compuso también un Breviario de la Inmaculada para los religiosos de su Orden, era franciscano. “Defensa de la Inmaculada Concepción”, del Padre Fernando Chirino de Salazar, Jesuita; el del licenciado Don Baltasar Parreño, cura de Sacedón, titulado “De la limpia concepción de Nuestra Señora”; el escrito por Fray Melchor de Huélamo, de Tarancón, sobre “Discursos predicables sobre la Salve”, franciscano de San Clemente. Los escritos del famoso Padre Luis Molina y Gabriel Vázquez; Padre Andrés Marcos Burriel, de Buenache de Alarcón; Fray Francisco Herráez, de Albendea; Don Jacobo Capistrano de Moya, de Hontecillas y cura de Fuente de Pedro Naharro. Alguno de estos eminentes citados en esta incompleta lista de escritores inmaculista conquenses, porque ellos recogieron en sus escritos el pensamiento inmaculista conquense, aún antes del Concilio de Trento,  y que apoyaba y preparaba la definición de la Virgen María y honor de España y de Cuenca.

Ahí está, cómo la habíamos de predecir el “Vito” de Horcajo de Santiago, con sabor y ambiente inmaculista que se remonta a siglos desconocidos, pero que sin duda es anterior, no solo a la definición de 1854, sino a la época del mismo Concilio tridentino. Con esta preparación, Cuenca hace acto de presencia en la Asamblea ecuménica de Trento por sus grandes teólogos al que asistieron, como anteriormente cite sus nombre y valga la redundancia, nombro con más detalle ahora: Don Diego Ramírez de Villaescusa de Haro, Canónigo de León y Cuenca y más tarde nuestro Fray Francisco de Zamora. El Taranconero Fray Melchor Cano. También Don Pedro Guerrero, que había sido canónigo de Cuenca. También asistió nuestro Fray Martín de Portalrubio, canciller de la Orden de San Juan de Jerusalén a quien llama Don Roque Pirro “Ilustre por su ciencia y por su prudencia” y por último lugar, no por ello de inferior valía, estuvo estuvieron los ilustres conquenses: el Cardenal Francisco de Mendoza y Bobadilla; Don Alfonso Merchante de Valerio, hombre eminente hijo de los marqueses de Cañete y enterrado en la capilla del Espíritu Santo de nuestra Catedral.

Como vemos mucho contribuyo la diócesis conquense, con sus gentes preparadas, a esta festividad que hoy celebramos.

¡Viva la Inmaculada Concepción!

Cuenca, 8 de diciembre de 2019.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.


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