martes, 26 de enero de 2021

San Julián, el Anacoreta del Cerro de la Majestad de Cuenca.

   Hoy 28 de enero, día del Tránsito de San Julián, Patrón de Cuenca quiero traer a colación la vida anacoreta que llevo en el paraje hoy conocido como la Ermita de San Julián el Tranquilo. Será de la mano del Biógrafo de San Julián, D. Juan José Bautista Martínez.
En las faldas del fornido Cerro de la Majestad, hay abierta en el vientre de la roca una gruta, asomada a la pendiente de un paraje seco y agrio, a la que denominan los conquenses “Cueva del Tranquilo”, caverna de la que el documento de la tradición afirma, a través de todas las edades, haber prestado asilo, de cuando en cuando, a la sagrada persona del segundo Obispo de Cuenca.
Lesmes y San Julián. Cuadro de Bartolomé Matarana.
Catedral de Cuenca.

Nos cuentan que por la pendiente de la montaña se ven dos figuras, una curvada y la otra, fornida de elevada estatura, con cabello blanquecino. Ambos se han detenido en el umbral de la cueva, son Lesmes y D. Julián, que planifican los últimos detalles:

-Lesmes, dame el jarroncillo para llenarlo ahí, en la fuente.

-Señor, ya lo llené yo esta mañana -replica el Capellán- cuando vine a arreglar vuestro aposento.

-Pues, entonces, márchate, y con cuidado, no resbales al bajar.

-Señor, -interrogó Lesmes-: ¿Y no podría quedarme yo?

,¡No! Responde el Prelado-; habría que cerrar la casa, y los pobres quedarían sin comer; así que ¡vete!, y el Señor te bendiga.

-Digo que, como la cuesta es trabajosa y áspera para tí –subas con un pan cada tres días.

-¿sí?... ¿Y no será poco?

-No, porque con un pan tengo, sí, tengo bastante… ¡¡ Adiós!!

Lesmes tomaba el serpenteo del camino de descenso del Cerro de la Majestad, mientras D. Julián penetraba en el agujero oscuro de la roca, sepulcro de piedra, que encerrará a un hombre, herido de punta de divina daga, por espacio de seis días.

El plano de la cueva ni es angosto ni dilatado; en su área semicircunferencial hay: al fondo, dos grandes haces de mimbres recostados sobre la roca; a un lado –y no muy retirado de ellos- un pedrusco que sobre su superficie dejó Don Julián un pergamino de los santos Evangelios, el Breviario y un manojo de teas, por si precisara por la noche; a la derecha, de la entrada una capa de hojas de maíz extendidas por el suelo y una gavilla de sarga, atravesada en uno de los extremos de  ellas, como cabecera de cama: un jarroncillo de barro arábigo, sin vidriar, lleno de agua, a un lado de la piedra; y al otro lado de ésta, un pan.

El, por unos días, Anacoreta del Cerro de la Majestad, extremará durante ellos sus penitencias; más incomodidad en el lecho, más caricias de cilicio y más abstinencia…

Las sombras han ido dando pinceladas de negrura a los altos de la sierra, haciéndose opacas, mientras que, resbalando por los repliegues, han ahuyentado a la tímida luz de la tarde, que ha escalado los cielos para asomarse con las estrellas por los ventanales de la noche; Don Julián, después de un pequeño refrigerio y una muy larga oración, se ha dejado caer en el lecho de hojas, recostando su cabeza sobre el incómodo almohadón.

Cuando la alondra madrugadora comenzó a cantar con la saltarina fuente, ya la luz matinal había sorprendido a Don Julián, levantado, con las primeras oraciones hechas y recogido en honda meditación, que durante estos días será solamente interrumpida por la recitación del oficio divino, el tableteo de las disciplinas y el suave resbalar de los mimbres, cuando, obedientes a sus dedos, se vayan trenzando unos con otros hasta tomar la forma de mimosas cestillas que, cuando Lesmes suba, habrá de bajarse a la Ciudad para adquirir el yantar cotidiano.

Y así discurren los días y las horas, y los Ejercicios ya van tocando a su fin.

Y despuntó el sexto día, ocupado, como los anteriores en el cumplimiento del horario, sin omitir el alboreo de cestería con los mimbres que remojados, había traído de la fuentecilla, compañera arrulladora de aquellas soledades.

Iba mediando la tarde; el sol serrano se había parado a orear su frente, en el ventilado pretil de la montaña, y Don Julián, terminando la tejedura del último cestillo, coloca sobre la tosca superficie de la piedra el pectoral de madera y da principio a su última oración.

Recordemos este año al subir a la Ermita de San Julián el Tranquilo que el lugar es sagrado, subamos con respeto recordando al Patrón de Cuenca que pisó ese lugar y lo santificó con su oración y sacrificio, respetemos el lugar y recemos una oración para que San Julián nos proteja y bendiga un año más.

Feliz día del Patrón.

 
Cuenca, 28 de enero de 2020.
      José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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Fuentes:

-Biografía de San Julián de Juan José Bautista Martínez. IMPRENTA CONQUENSE. 1945.

-Noticias del Culto Atribuido a San Julián. Rogelio Sanchiz Catalán. 1909






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