miércoles, 9 de agosto de 2017

El torito ibérico de barro de Cuenca

Una pieza de cerámica muy conquense

No hace mucho tiempo se le hacía un homenaje a Adrián Navarro por parte del Aula Poética de Cuenca, que Raquel Carrascosa dirige con tanto acierto. En su intervención, Adrián aludió a la escuela San José como lugar donde aprendió a trabajar el barro, cuando entre sus especialidades existía la de alfarero. Valga estas letras en homenaje a los maestros del Taller Escuela Sindical “San José” y a cuantos hemos pasado por sus aulas de alumnos y profesores.

Por el año de 1957, la especialidad de alfarería estaba en alza y su maestro era Emilio del Castillo Alcántara, maestro alfarero cien por cien y conocedor experimentado de todos los secretos profesionales que encerraban este difícil oficio.
Torito Ibérico típico color naranja

Su lugar de trabajo, cuando no estaba en la Escuela, era una pequeña alfarería que enclavada en la parte izquierda de la carretera de Madrid, en la ladera del río Júcar, pasaba las horas realizando sus creaciones. La habitación donde tenía montado su estudio estaba constituida por tres tornos centenarios donde elaboraba el Torito Ibérico con la paciencia que le caracterizaba.

De una bola de arcilla y al sonido monótono del girar del torno el barro iba adquiriendo forma. El barro, colocada en la cabezuela, adquiría una nueva forma, al hacer girar con el pie la volandera. Convenientemente terminada, serviría para dar a conocer y poder ser admirados, los objetos cerámicos, producidos por la labor incansable del alfarero.

Siempre me sorprendió el Torito Ibérico que mi tía Angustias tenía sobre el mueble del salón. Hoy me pregunto ¿Cuál fue el origen del célebre toro? Preguntando aquí y allí he llegado a saber que existen diversas versiones acerca de su aparición en Cuenca. Pero verdaderamente se desconoce su procedencia inicial, al igual que quien fue su primer fabricante. Por deducción se piensa que sea debido a que España se le llama también Iberia, de ahí, tal vez provenga su nombre. Tengo entendido que antiguamente se les conocía con el nombre de “vaquilla” teniendo incluso los cuernos retorcidos. Se utilizaban como regalos familiares, con ello se quería significar la bravura y honestidad de quien lo poseía. Posteriormente degeneró esta costumbre que había arraigado entre las familias del regalar “vaquillas” y aparecieron los primeros Toritos Ibéricos en el mercado
Torito Ibérico vidriado en negro
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Su aceptación fue magnífica llegándose a exportar. Se podían encontrar en tiendas de Madrid, en Francia, en Bélgica y Alemania. Cuenca por esos tiempos producía alrededor de diez mil  Toritos Ibéricos, de los cuales el 80 por ciento se exportaban.

Estas piezas eran vidriadas, se usaba el negro debido a las exigencias de la mayoría de los sectores del público. El verdadero color típico era y es el naranja. El Torito Ibérico consta de diecisiete piezas: cuerpo, cabeza,  morro, ojos, orejas, cuernos, papada, patas y asa. En el torno se hace el cuerpo, la cabeza y la boca. Lo demás se hace a mano.  Su calidad artística reside en la belleza austera y graciosa de líneas rectas y en la debida proporción guardada entre esas piezas de diminuto tamaño. Después de compuesto y cocido salen a la luz para la admiración de toda persona que le guste y disfrute de un trabajo bien hecho.  

Cuenca, 9 de agosto de 2018


José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico 

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