domingo, 17 de junio de 2018

En el nombre del Padre, del HIjo y del Espíritu Santo


Un dogma fundamental
El misterio de la Santísima Trinidad. La festividad se celebra el 27 de mayo.

El cristiano en estos años nos hemos vuelto algo escépticos con relación a nuestras creencias, parece como si nos diera miedo o nos avergonzáramos de nuestro Credo.
Les voy a contar como llegué a enterarme, no tanto a comprenderlo, el gran Misterio de la Santísima Trinidad al que continuamente recurrimos cuando nos santiguamos. Entonces tendría unos diez años y fue mi abuelo quien me lo explicó. Espero que le sea útil para su comprensión como lo fue para mí.  

Era una mañana de domingo, como tantos otros que subía en casa de mis abuelos con la intención de acompañarlo a misa dominical a la Catedral, esa mañana al entrar en su casa mi abuela tenía un frutero con unas lindas manzanas que parecían que habían sido enceradas de antemano por el brillo que desprendían, cogí una con sigilo y me la guardé en el bolsillo. Mi abuelo se percató de ello pero se cayó. Salimos y nos encaminamos a nuestro habitual quehacer.  


Cuando entramos en la Catedral, en la nave de San Cristóbal, en el crucero una puerta en lo alto golpeaba con fuerza por las corrientes de aire que se formaban, mirando hacia arriba mi abuelo me dijo: es la puerta por donde desescombran la cubierta. Junto a ella una ménsula lucía tres cabezas unidas por el cuello, eso dio lugar a que preguntara que significado tenía esa figura rara unida y él me dijo que representaba a la Santísima Trinidad. ¿Qué es la Santísima Trinidad? –Caya ahora y luego te lo explicaré cuando salvamos, - me dijo mi abuelo en voz baja. Toda la misa estuve pensando en el monstruo que engendrara ese ser tricéfalo como en los libros de Julio Verne.


Cuando salimos de misa, como en su interior de la Catedral hacía algo de frío, optamos por irnos al murillo de la plaza junto a la barandilla donde nos daba el sol, que se agradecía en esos momentos. Y comenzó a explicarme: La Santísima Trinidad es uno de los misterios más importante de nuestras creencias cristianas, aunque de un modo muy imperfecto trata de explicarse. Éste consiste en creer en un solo Dios formado por tres personas realmente distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No hay ser creado que pueda hablar dignamente de este misterio, ni entendimiento, por penetrante que sea, que pueda comprenderlo; ni idea siquiera de él tuviéramos, si el mismo Dios no se hubiera dignado revelárnoslo.
La fe nos enseña en qué consiste, pero sería una cosa no menos temeraria que inútil quererlo comprender: porque siendo Dios incomprensible por naturaleza, ¿no sería una temeridad y tiempo perdido intentar entender cómo es un solo Dios en tres personas? – ¿Si no se puede entender como me lo vas a explicar para que yo pueda entenderlo? - Le contesté yo.

Mira Josemari, se cuenta que San Agustín, paseando un día por la playa meditando sobre este misterio, del cual estaba escribiendo algunos tratados para que fuera entendible por la gente, vió a un niño (se piensa que pudiera ser un ángel) que estaba muy afanoso en llevar con una concha el agua del mar a un hoyito que allí había abierto. ¿Qué hacer niño? Le preguntó el Santo. Quiero poner, respondió, en este pozuelo toda el agua del mar. Se rió el Santo de la inocencia de la criatura, y le dijo: Es imposible lo que intentas, hijo; a lo que contestó el niño: “Me es a mi más fácil obrar este prodigio, que a Ud. Entender el misterio de la Santísima Trinidad” y dicho esto desapareció. Santo Agustín quedó admirado y avisado de que todos los misterios, especialmente este, aun cuando hemos de procurar saberlos bien, hemos de creerlos con fe sencilla. No seas tú de aquellos que no quieren creer sino lo que comprenden; pues si lo comprendiéramos, dejaría de ser misterio. Creerlos con una fe vivísima, como Dios nos lo enseña por medio de la Iglesia católica.
Según su doctrina voy a explicarte este y demás misterios:
Tres son, dice San Juan, los que dan testimonio en el cielo: El Padre, el Verbo (así llamado el Hijo) y el Espíritu Santo; y estos tres son una misma cosa o esencia (Ep.1ª San Juan 5, 7-21). Y el mismo Jesucristo enseñó este misterio y mandó a sus Apóstoles que lo enseñasen, y que bautizaran a todas las naciones del mundo: “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28, 19). El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios: sin embargo no son tres Dioses, sino un solo Dios, porque no hay más que una sola naturaleza divina en cada persona y en las tres juntas.

¡Ya sé por qué lo han replantado los tallistas con tres cabezas! -Contesté apresuradamente a mi abuelo. Pero está mal representado, me replicó mi abuelo, por eso el Concilio de Trento, en el año 1545 los mandó destruir por herejía, éste se libró porque se piensa que estaba recubierto de yeso. – No entiendo nada, conteste.
Para que mejor lo entiendas, te pondré algunas semejanzas, conforme el deseo del concilio de Nicea, que es anterior al de Trento. Por las similitudes, aunque tomados de las cosas más simples podrás entenderlo. ¿Ves el árbol que tenemos en frete?,  tiene tres ramas iguales y no es más que un árbol, porque las tres ramas tienen un solo y mismo tronco. Así pues, las tres Personas divinas no son más que un solo Dios, porque las tres tienen una misma y única naturaleza divina. ¡Saca la manzana que cogiste de casa! - ¿Te diste cuenta? - le dije a mi abuelo. Pues claro y la abuela también, pero no te quisimos decir nada, en lo sucesivo si quieres algo lo pides o di que lo que coges y quedarás mejor. – Así lo haré y perdona, luego le pides perdón a la abuela. – Sí, claro.
Árbol del amor
Saqué la manzana del bolsillo y prosiguió explicándome. La manzana tiene tres cosas bien distintas entre sí, que son: olor, color y sabor; ni el color, ni el sabor es color ni olor, y sin embargo es una sola manzana: he aquí como la manzana te da alguna idea de la unidad de la naturaleza divina, y de la trinidad y distinción de personas. – ¡Entonces con la figura que hemos visto está mal expuesta la representación de la Santísima Trinidad! Claro Josemari, por eso en el Concilio de Trento se mando su destrucción, para que la gente no se confundiera. Vamos a entrar de nuevo y te voy hacer ver otra representación del mismo misterio.

Pasamos de nuevo al crucero y me hizo ver un rostro con tres caras, me explico que tampoco estaba bien expresado así.
Creo que por hoy ya has aprendido bastante, -Si abuelo, ya que es una manzana, un árbol y lo que soy yo, alma, pensamiento y cuerpo, como el Espíritu Santo. – Bueno creo que hoy has entendido algo más de nuestros misterios. Y nos bajamos a casa. Le pedí perdón a mi abuelo por haber cogido la manzana sin decir nada y le la comí con la lección aprendida.

Espero que os hayan gustado estos razonamientos de niño que quería aprender a ser mayor.
Cuenca, 17 de mayo de 2018

 ©José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.



                                                                                                                          


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