domingo, 1 de julio de 2018

El recuerdo de la devoción de un pueblo


Las ermitas que existieron y las que han perdurado en el tiempo hasta nuestros días en la ciudad de Cuenca.

Muchos son los que me han preguntado a lo largo de estos últimos años por el nombre y la ubicación de las ermitas que hubo en esta ciudad. Hoy me entretengo en sacar a la luz las muchas que la ciudad de Cuenca poseía en el Episcopado de Lope Barrientos, que es una de las épocas que más tiempo he dedicado a su estudio.

El siglo XV fue una de las épocas más fructíferas en la construcción de ermitas en Cuenca y su provincia. En la propia ciudad y dentro del casco urbano estaba la de San Pantaleón o Iglesia de San Juan de Letrán y la de Ntra. Sra. De la Esperanza. Fuera del casco urbano estaban: La de “El Rey de la Majestad o la Ascensión del Señor”, en el cerro de enfrente del Júcar. La de San Sebastián que fue fundada por el propio Obispo Lope Barrientos, situada en el campo de San Francisco.

El Santo Cristo del Amparo y Santa Catalina del monte Sinaí, situada a la izquierda del Huécar, cerca de la Puerta de Valencia; esta ermita tenía un cementerio donde se enterraban los sacerdotes de esta ciudad y de sus familias, separado por una tapia del cementerio donde se enterraban los desgraciados que eran ajusticiados con la pena capital. A esta ermita se tenía la obligación de bajas anualmente en procesión de rogativa el Cabildo, acompañado del Ilmo. Ayuntamiento y celebrar misa solemne, oficiada por la capilla musical de la Santa Iglesia, regresando a ésta continuando el canto de las letanías. A esta procesión se le llamaba vulgarmente en Cuenca la “Procesión de los Piojos”, porque se decía que al pasar el Cabildo por un estrecho callejón que había en frente al convento de las Concepcionistas, le arrojaron unos pobres desde las ventanas multitud de ellos.

Otra era la de Ntra. Sra. de la Cabeza, estaba situada en la colina que hay sobre la puerta Valencia, sería donde hoy esté el barrio de los Tiradores. La de San Sebastián, cerca de la anterior mencionada. La de San Roque que estuvo en el barrio de las doscientas actual, anteriormente se llamaba “Barrio Argelillo”, esta ermita tenía cementerio y era otro de los sitios donde se enterraban a los ajusticiados.

Había más por el Camino de Cañete actual como: La de Ntra. Sra. Del Buen Suceso que estuvo entre la de la Virgen de la Cabeza y San Roque.

Ntra. Sra. del Socorro, sobre la cúspide del Cerro de este nombre, hoy coronado con el monumento al Corazón de Jesús.

Ntra. Sra. de las Angustias, junto al convento de los Descalzos. En los jardines  de esta ermita se estableció, por el año 1820, el primer cementerio que hubo en la ciudad, que luego cayó en desuso por el poco espacio que se disponía en la parte trasera de la ermita. Otra ermita con el nombre de “Las Angustias de Arriba” existió en la división de los caminos de San Gerónimo y de Buenache de la Sierra.

La de San Bartolomé estuvo debajo de la huerta de los Descalzos y sobre el puente de Carballido. Los cimientos de su capilla mayor se ven hoy en el camino que sube desde el puente de los Descalzos por las escaleras que llegan hasta la mitad de la subida a las Angustias.

La de San Gerónimo, estaba situada sobre la hoz del Huécar y era muy visitada en el día de su titular. San Isidro Labrador, sobre la hoz del Júcar, bien conservada, con cofradía y muy concurrida en el día del Santo, hoy se sigue la tradición. Lindante a esta ermita se halla el cementerio de los Señores Dignidades, Beneficiados de esta Santa Iglesia y por tener pocos nichos desocupados, el Cabildo solicitó al Ayuntamiento, en su tiempo la cesión de más terreno para ampliarlo. Fue en tiempos del Regidor D. Manuel Zarco.

La ermita de San Cristóbal estuvo sobre la cresta del cerro al que dio nombre y que en la actualidad le llamamos el cerro de las antenas. A la margen izquierda del Júcar estuvo la de San Juan de la Ribera, ubicada entre las delicadas huertas del río. Cerquita de ésta y sobre el cerro del margen derecho del río Júcar la de San Julián el Tranquilo, según la documentación existente en el archivo de esta ciudad, “del Tranquillo”. Bajo la protección del Cabildo, en su tiempo tuvo santero que residía en la casa contigua a la ermita.

La de Ntra. Sra. del Carmen, llamada también la “del Carmen Viejo”, estuvo contigua al molino de la Noguera. La de Santa Ana, estuvo cerca del cerro de Casa Blanca, un poco más abajo de la actual Plaza de Toros. Esta ermita era de las más antiguas, pues se cree que pudo ser en el siglo XIII cuando se erigió. Se levantó al cesar la peste que devastó esta ciudad en el Pontificado del Papa Martino V. El pueblo de Cuenca realizó un voto en gratitud a la Santa llegándose a celebrar fiesta local. Este voto se cumplió por muchos años, asistiendo el Ilmo. Ayuntamiento a la misa del 26 de julio de cada año, después de las horas canónicas. Desconozco si en la actualidad se sigue haciendo.

La ermita de San Antonio el Largo, fundada por el bispo Solano, con una casa y una huerta conformaban el espacio que ocupaba, se hablaba de una rica viña, Esta situada cerca del puente del río Moscas y muy cerquita a ella estaba la fuente del Sol, también construida a expensas del Obispo Solano. Mi abuelo paterno tuvo tierras de labor por este paraje por lo que me es familiar el lugar. Cerca de ella estaba también la que se llamaba ermita de Santa Isabel, sobre un cerrillo o rambla que había antes de llevar a la fuente del Sol. En la actualidad el nombre de esta fuente se le ha otorgado a la existente en la unión del Paseo de San Antonio con  la Avenida de los Reyes Católicos.

La ermita de Ntra. Sra. del Puente, ubicada en la actual Parroquia de la Virgen de la Luz. Junto a ella la de San Jorge que sirvió de depósito para los cadáveres de los que morían de muerte siniestra y se ignoraba su identidad. En la zona de las alfarerías estaba la ermita de Ntra. Sra. de Belén.

Más distante de Cuenca se encontraba la ermita de Ntra. Sra. de la Estrella, a tres cuartos de hora a pie por la carretera de Alcázar, existiendo en la actualidad.

Todas estos santuarios fueron muy visitados por los habitantes de la ciudad, que con sus limosnas los reparaban y sostenían, hasta principios del siglo XVIII. Más concretamente la guerra de sucesión fue la puntilla para la mayoría de ellas. El 11 de agosto de 1706, después de un bombardeo, el teniente general inglés Hugo Wilihams, auxiliar del Archiduque Carlos, sus tropas ocuparon varias ermitas como punto de observación y de avanzadilla, profanándolas y destrozándolas. Con Felipe V se repararon la mayoría de ellas, pero con la entrada de las tropas de Napoleón I se volvió a repetir lo sucedido anteriormente y en esta ocasión a mayor escala.

Valga este artículo como un recuerdo nostálgico de lo que fue y de la devoción que procesaban los habitantes de Cuenca a sus santos, por sus muchas gracias concedidas a través de su intercesión.

Cuenca, 1 de julio de 2018.

©José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

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