martes, 26 de marzo de 2024

San Juan Damasceno, confesor y doctor. Festividad del 27 de marzo.

  Su festividad arranca en el año 1890, en que fue declarado Doctor de la Iglesia por León XIII, cuando en el primer período de su pontificado dio tantas muestras de interés por los problemas de Oriente.

Cuando el imperio griego postraba una profunda decadencia, aparece este gran Santo, como valiente representante de la Iglesia antigua. Tras él y al poco tiempo, estalla el cisma de Facio.

Nació en Damasco de una familia distinguida hacia el año 675, cuando la ciudad estaba bajo el dominio de los califas, y sucedió a su padre en el cargo de logoteta o jefe de los cristianos. Su fe y amor a la vida de oración y recogimiento le obliga a renunciar al puesto y antes del año 726 ingresó en el monasterio de San Sebas, cerca de Jerusalén, juntamente con su hermano Cosme, que había de ocupar en el 743 la sede episcopal de Mayuma, en los alrededores de Gaza. Ordenador sacerdote por Juan V, patriarca de Jerusalén, vivió recogido en el monasterio de san Sebas, entregado a la oración y al estudio hasta que le llegó su muerte en el año 749.

Su celo por el culto de las sagradas imágenes le acarreó muchas persecuciones y disgustos. El conciliábulo iconoclasta de Constantinopla del 754 anatematizó su memoria con cuatro maldiciones; en cambio, el VII Concilio de Nicea, celebrado en el año 787, colmó su nombre de alabanzas y bendiciones. Ya el 813 atestigua Tófanes que se le daba en Oriente el nombre de Crisórroa, que vierte oro, “por la gracia espiritual que centellea como oro deslumbrador en su doctrina y en su vida”.

San Juan damasceno es también uno de los grandes devotos de la Virgen. Cree en su Asunción corporal a los cielos y en uno de sus cánticos se expresa con devoción y piedad filial.

Una tradición explica la devoción del Santo a la Virgen por un milagro que es universalmente conocido: San Juan está de rodillas ante la Virgen y la celestial Señora toca a su devoto para restituirle la mano derecha que le había hecho cortar el califa, por una falsa acusación. El emperador de Constantinopla, Constantino Coprónimo, furioso iconoclasta, quería vengarse de san Juan Damasceno. Invento para ello una calumnia, como si el Santo hubiera escrito una carta, ofreciéndole el reino de Damasco. La carta vino a poder del califa, y éste, mandó que le cortasen la mano derecha y fuese expuesta en la plaza pública.

San Juan, enteramente inocente, acudió en su desgracia a la Virgen y le prometió consagrarle su vida y su pluma. La Virgen se le apareció en sueños y le dijo: “Estás curado. Compón himnos, predica mis glorias  y cumple tu promesa”. Al despertar , la mano derecha estaba en su sitio.

Publicado en Cuenca. 27 de marzo de 2020 y el 27 de marzo de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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