domingo, 31 de marzo de 2024

San Hugo, obispo de Grenoble. (1053-1152). Festividad del 1 de abril

   Nació en Castel, a las orillas del Isar, diócesis de Valencia en el Delfinado, por el año 1053, en el seno de una familia distinguida pero de singular piedad. Su padre Odilon era un caballero distinguido de gran virtud.

Acabado los estudios Hugo volvió a Valencia donde fue provisto de un canonicato. Su vida ejemplar y retirada le granjeó tanta reputación, que Hugo, entonces obispo de León, legado del Papa Gregorio V, y después arzobispo de León.
San Hugo de Grenoble

Modelo de obispo, uno de los más santos que registra la historia. Se le puso al frente de la diócesis de Grenoble a los 27 años y la rigió durante más de medio siglo, siempre suspirando porque le librasen de aquel honor del que sentía indigno e incapaz.

Dice su historia que la condesa Matilde costeó todos los gastos necesarios para la augusta ceremonia de la consagración, regalándole un báculo, con otros varios ornamentos del pontificado, y con los Comentarios de san Agustín sobre los Salmos.

Cuando regresó de Roma, y fue a tomar posesión de su iglesia, quedó penetrado de dolor al ver el lastimoso estado en que halló toda su diócesis. No solo reinaba la usura, la simonía y toda especie de disolución, sino que la abominación de la desolación se habían apoderado del lugar.

Pasaba los días y las noches en fervorosa oración, llorando los desórdenes de su pueblo; y no perdonaba ayuno, vigilias, exhortaciones, instrucciones y visitas para que el Señor abriese los ojos a aquel ciego rebaño. Ganó los corazones de todos con su paciencia, con su apacibilidad y sus ejemplos, y en poco tiempo cambió de semblante todo el obispado de Grenoble.

Pero fue tanto lo que le afectó todo esa depravación que apenas había sido obispo dos años, cuando tomó la resolución de dejarlo. Partió secretamente a la abadía de la Casa de Dios, diócesis de Clermont, en la provincia de Aubernia; visitó la cogulla de san Benito y en breve tiempo fue modelo cabal de la vida monacal. Pero informado el Papa Gregorio VIII de lo que pasaba, le envió precepto formal y preciso para que cuanto antes se restituyese a su iglesia, viéndose obligado a obedecer.

Casi a los tres años, después de ser restituido a su obispado llegó a su diócesis el famoso san Bruno con sus seis compañeros para iniciar con ellos la Gran Cartuja, en 1084, renovándose sus ansias de vida contemplativa, y muchas veces se iba a vivir por un tiempo con los cartujos como el más humilde de ellos.

Pocos días antes había tenido Hugo un misterioso sueño, en el cual se le representaba siete estrellas, que desprendidas del cielo, iban como a esconderse en un desierto espantoso de su misma diócesis, llamado la Cartuja. Acordándose del sueño recibió a Bruno y a sus compañeros con amor y con respeto. Les edificó a su costa la capilla y las celdas, declarándose desde entonces su protector y su padre, poco tiempo después pasó a ser el menor de sus compañeros.

Mostró singular tesón en el concilio que se celebró en Viene del Delfinado el año 1112, contra los excesos del emperador Enrique IV que había tratado indignamente al Papa Pascasio II, y contra la ambición del antipapa Pedro de León, llamado Anacleto, en defensa del legítimo pontífice Inocencio II. Fue Hugo uno de los obispos que se juntaron en Puy de Velay para excomulgar a Pedro de León y el que más contribuyo a extinguir el cisma en el reino de Francia, sacrificando a la verdad y a la justicia sus propios intereses, y la amistad que siempre le había mostrado el antipapa Anacleto.

Murió en Grenoble a los ochenta años y algunos meses de su edad, el día 1 de abril de 1132. Al ser difundida la noticia de su muerte concurrió innumerable gentío de todas partes y lugares a lograr el consuelo de reverenciar y besar su santo cuerpo. Fue imposible enterrarlo en cinco días por la concurrencia de gente, conservándose durante ese tiempo el cadáver entero y tan fresco y flexible como si estuviera vivo. Fue canonizado en 1134 por el Papa Inocencio II. Su sepulcro se hizo cada día más glorioso por la visible protección que experimentaron los fieles, implorando su poderosa intercesión.

Publicado en Cuenca, 1 de abril de 2020. Actualizado el 1 de abril de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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