miércoles, 13 de agosto de 2014

Cuenca en llamas

Cuenca en llamas (Primera parte)
Relato de los incendios más importantes que ha sufrido la ciudad de Cuenca
567 años de la primera ordenanza para la extinción de incendios en Cuenca
Era verano, mes de agosto en Cuenca, habíamos madrugado porque mi hermana pequeña no dejaba de llorar por lo que decidieron mis padres llevarla a Don Félix  de la Muela para que les dijera que le sucedía. A mí se me indicó que subiera a casa de los abuelos y que me quedara allí a comer con ellos, el resto de mis hermanos se fueron a sus respectivos trabajos porque éramos cinco hermanos. Cuando llegué a casa de mis abuelos, en la calle Alfonso VIII, nº 23, me dijo mi abuela que cogiera el botijo y renovara el agua, yendo a la fuente de la calle Zapaterías. Cuando regresé, la cocina estaba en llamas, con la intención de hacerme picatostes  había puesto una sartén con aceite al fuego, olvidándose de ella. Mi abuelo echó un paño humedecido con el agua del botijo sobre ella y se apago de inmediato.
Calle de San Pedro
Posteriormente desayunamos los tres juntos y me pregunta mi abuelo: ¿Josemari qué día es hoy? 9 de agosto abuelo. Pues tal día como hoy en 1447 el Concejo de Cuenca redactaba las primeras ordenanzas para la extinción de incendios, acordando también enviar una copia al Rey, que por entonces reinaba en España, Juan II. ¿Lo dices por lo de la sartén ardiendo? Esto no es nada con lo que sucedió entonces. ¿Me lo vas a contar? Pues claro, termina el desayuno y nos vamos a recorrer la calle de San Pedro.
Plaza del Trabuco

Salimos de casa enfilando la Plaza Mayor hacia la cuesta de la calle de San Pedro. Sentándonos en el murillo de la plaza del Trabuco, comenzando su relato. En los primeros días de agosto de 1447 se entabló una gran pelea por estos lugares entre las gentes partidarias de Diego Hurtado de Mendoza y las acaudilladas por el Obispo Lope de Barrientos, éste en nombre del Monarca. Entre los muchos conflictos que se sucedían entre ellos, resultó un incendio catastrófico ya que ardieron más de cincuenta y cinco casas, entre ellas la de Diego Hurtado y la del Ayuntamiento. Este suceso dió ocasión para que el Concejo redactara las Ordenanzas que te he comentado anteriormente. (Después de escucharle no podía entender que un Obispo peleara contra un Señor). Le dije a mi abuelo, no entiendo esto de que se peleen entre ellos. Josemarí otro día te hablo de las algaradas del guarda del castillo, que era D. Juan Hurtado de Mendoza y el Obispo Lope de Barrientos y como se incendiaron las casas de la parte alta de la ciudad ¡Vale, pero sin tardar que luego se olvida de contármelo!

Mira Josemári, no terminaron aquí los incendios en Cuenca. Fue a raíz de lo ocurrido en la Torre del
Ángel de la Catedral, en mayo de 1509 lo que hizo al Concejo que en junio de este mismo año, llegara al acuerdo de formular nueva petición de recursos para realizar las obras de la traída del agua a la ciudad argumentándolo con la gran cantidad de incendios que se producían. Poco eficiente fue la petición ya que en marzo de 1649, el nuevo Concejo promovió nuevas prevenciones, alegando que en 16 años habían consumido los incendios la tercera parte de las casas de la ciudad. ¡Pues casi todo lo que hay ahora tuvo que construirse de nuevo!, dije yo asombrado. Así es, apuntilló mi abuelo.

Bajamos por la calle de Julián Romero y cuando llegamos a la altura del Colegio de San José, señalando con la garrota me dice: “Esa es la Torre del Ángel”, la única que queda actualmente, y aquí en este vano estuvo la Torre del Giraldo, ¿La torre del Giraldo? Si Josemari, era la torre de las campanas y del reloj  y tuvo muchos incendios por rayos, que a través de los años la hicieron desaparecer. ¿Qué fue de ella? Sentémonos enfrente de la fachada de la Catedral, que en esos años estaba cubierta de andamiajes, y te cuento algunos de los incendios de los muchos que se han producido por la caída de rayos sobre la más bella torre que ha tenido nuestra Catedral. Si abuelo sentémonos.

Pues bien, escucha y apunta en la libreta que te regalé, sí así lo hago. El 20 de mayo de 1674 hubo
uno que quemando los cabezales de las campanas, originó la caída de éstas sobre la bóveda que se rompía y trasladaba el incendio al interior de la Catedral, costando 13 días el extinguir el fuego, destrozó el magnífico órgano construido en 1629. Además de los desperfectos que produjo en la fábrica hacia la capilla de San Antolín. Otro de los incendios muy violento fue el de 1837, durante una tempestad en la noche; esta vez ardieron escaleras, pisos y campanas. Cuantos la vieron aseguraron que fue un incendio imponente y aterrador ver a tal altura las llamas saliendo por todos los huecos calados, volteándose al impulso del viento las mismas campanas. Nada de extraño tiene que en 1902 se vinera abajo. Hay dos hipótesis que explican el hundimiento: una que contribuyó a la calcinación más o menos profunda de sus paredes, producida por los fuegos, abriéndose los arcos por las altas temperaturas soportadas y una segunda que cayera por la falta de solidez en la zona inferior ocasionada por las humedades. De una forma u otra nos quedamos sin campanario y seguimos sin él. ¡A ver si cuando seas mayor puedes ver de nuevo el Giraldo en su sitio! Eso espero abuelo, hare lo que esté en mi mano para que se pueda devolver el esplendor a nuestra Catedral

¡Abuelo, tu sabes mucho sobre la Catedral! Pues claro, como carpintero que fui en ella sé muchos de los secretos que encierra y te los contaré todos, poco a poco, pero tú apunta lo que te digo que algún día podrás hacer uso de ellos. Sí abuelo así lo hago.

¿Hubo más incendios en Cuenca?  Le pregunté. Te voy a relatar el último y nos vamos a comer a casa que se hace algo tarde, si abuelo. Este último es de mi época, también fue aparatoso, se produjo en unas casas particulares, frente a la iglesia del Salvador, hará unos 30 años, para apagarlo los vecinos subieron el carrillo de las mangas por la fuerte pendiente del Convento de las Benitas.

En el convento de las Petras, éste que tenemos aquí a la izquierda, realicé varios trabajos de carpintería, ¡me obligaban a llevar sonando una campanilla, como soy hombre y las monjas no podían verme, así que cuando sonaba la campanilla se escondían! Pues, a lo que iba. El 6 de abril de 1940 se inició el fuego en la casa del número 7 de la calle de San Pedro llegando al convento, costó dos días apagarlo, interviniendo los vecinos en su extinción. Mira hay que poner de manifiesto que los conquenses siempre hemos sido gente de ayudar, los vecinos no hemos regateado nunca a la hora de apoyar el hombro y de prestar auxilio ante estas situaciones, eso tenlo siempre presente y te corresponderá a ti seguir prestando ayuda a quien te la solicite. Y…  ¡Ala vamos! que se hace tarde para comer y así otro día más de la mano de mi abuelo bajamos saludando a la gente que nos encontrábamos a nuestro paso. ¡Adiós Sabino!         

Cuenca, 13 de agosto de 2014

José María Rodríguez González. Profesor e Investigador Histórico

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