miércoles, 29 de marzo de 2017

La sagrada Corona de Espinas durante la Revolución


QUINTO VIERNES DE CUARESMA

Siguiendo con los relatos de los viernes de Cuaresma hoy os traigo lo que sucedió con la Sagrada Corona durante la Revolución Francesa.

He de decir que providencialmente, la sagrada Corona se libró de las profanaciones revolucionarias de 1789. Luis XVI en 1791 la hizo trasladar de la Santa Capilla a la abadía de San Dionisio, de allí a París en 193 para ser conservada por algún tiempo en la Casa de la Moneda. Entregada al examen de la Comisión temporal de las Artes, pasó a manos del presbítero Barthélemy, uno de los conservadores de medillas de la Biblioteca Nacional.

Estos diferentes traslados de la reliquia, tan peligrosos para su integridad, cesaron, y desde 1794 hasta octubre de 1804 se guardó sin gran culto, pero también sin peligro, entre las medallas y otras antigüedades de la famosa Biblioteca.

Por fin, el cardenal Belloy, arzobispo de París, después de haberse procurado los informes propios para certificar su conservación, obtuvo el retorno de la sagrada Corona a la iglesia catedral y pudo así ser de nuevo expuesta a la veneración de los fieles. Algunos días antes de la traslación fue encerrada en el relicario que aun hoy día la guarda.

La reliquia de París no tiene ninguna espina: es una corona de juncos inofensivos, despojada desde tiempo ha de toda la parte espinosa, por los donativos hechos a diferentes iglesias. Pisa y otras ciudades poseen espinas leñosas veneradas desde hace siglos, muy diferente de la reliquia de París, pues aquéllas pertenecen según los botánicos a un arbusto espinoso llamado por los antiguos Rhamnus spina Chisti y por los modernos Zizyphus spina Christi. Este arbusto, según San Agustín y San Jerónimo, “tiene espinas muy punzantes y fruto muy espinoso. El arbusto está de tal modo erizado de espinas que retiene cuanto toca, y cuando pincha se dilata dentro de la herida.

¿Cómo conciliar estos dos monumentos tan diversos de la corono, las espinas y los juncos, igualmente venerados? Parece natural que los soldados debieron servirse de juncos para atar y mantener las espinas leñosas con las cuales formaron la corona que prepararon para Jesucristo.

Fuera de esto veamos las explicaciones  que da a este respecto el señor de Fleury en su notable Memoria sobre los instrumentos de la Pasión, después de haber comparado minuciosamente la reliquia de París con la de Pisa.
Corona de Espinas como se imagina que pudo ser en ralidad

La corona –dice este autor- no era un simple cerquillo que circundaba la frente y las sienes, sino una especie de capacete que cubría todo el cráneo y parte superior de la cabeza. Las ramas de Zizyphus spina Christi o de azufaifo, cascadas o encorvadas por medio para formar el capacete, estaban sujetas por sus extremidades, bien sea por dentro, bien por fuera de la corona de juncos de París.

Aquí me quedo por este viernes, pues aún nos restan unos pocos hasta el Viernes de Dolores. La semana de Semana Santa hablaré de los dolores de María, tema poco tratado y muy interesante.  Queda pendiente para el próximo la dispersión de las espinas y con ello doy por terminado el tema.

Un saludo y gracias por leerme.

Cuenca, 31 de marzo de 2017

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.


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