viernes, 9 de febrero de 2024

Fiestas primaverales y carnavalescas en tiempo de Felipe IV

Las fiestas matritenses, mascaradas y mojigangas.
El periodo del reinado de Felipe IV era tal el número de fiestas que se disfrutaban que había año que los días laborables no excedían de cien. A los domingos había que agregar las Pascuas, vísperas y fiestas de patronos y parroquias, octavas, novenas, procesiones, autos de fe, canonizaciones de bienaventurados, Semana Santa, Corpus Chisti, conmemoraciones religiosas de todo orden y no pocas festividades profanas, como las solemnidades de Corte, las matritenses, las Carnestolendas y alguna otra. Des estas dos últimas hablaré.


He de decir que en 1643, en breve pontificio reorganizó las fiestas suprimiendo algunas de ellas.

El carácter bullicioso de los españoles del siglo XVII, la desgana de trabajar y la devoción mal entendida contribuyeron a este tipo de fiestas ante esta actitud nadie podría pensar que el reino padeciera los más graves males públicos y privados, sino que nadaba en la abundancia y vivía en época de prosperidad.

Las diversiones preferentes eran los bailes, saraos, partidas de campo, banquetes, mascaradas, juegos de cañas y lanza, corridas de toros y funciones teatrales. Todo ello se mezclaba con los espectáculos palatinos y las festividades de la Iglesia.

Las fiestas matritenses, que eran de orden popular, comenzaban por el tres de febrero, día de San Blas. Era una romería a la ermita de este santo, construida en el siglo XVI, con la intención de solicitar su protección en las afecciones de garganta, celebrándose verbena donde los lances y amoríos era lo habitual.


En Almonacid del Marquesado en la provincia de Cuenca, la festividad de San Blas, se celebra por todo lo alto. La Virgen de la Candelaria y San Blas siempre fueron fiestas de guardar en esta localidad de Almonacid, existe una leyenda en lo referente a la Virgen de la Candelaria y es que cuando nació Jesús, según la Ley Hebrea, la madre debía de presentar al hijo en el Templo a los 40 días, estos días van del 25 de diciembre, en el caso de Jesús, al 2 de febrero. Según cuentan los lugareños a María le dio reparo al haberse quedado embarazada de una forma no convencional y ello despertaría comentarios desagradables, así que llegado el día de la Presentación los diablos aparecieron con sus vestimentas y cencerros para distraer a la gente y de este modo despojar de vergüenza a la Virgen.

Volviendo a las festividades que nos ocupan diré que las fiestas llamadas Carnestolendas se celebraban con mucha animación y bullicio extraordinario, dando ocasión a dos clases de festejos: los cortesanos y los populares, ambas tenían algo de carnavalesco ya que hombres y mujeres gustaban de enmascararse, ellas bajo el amparo del velo y ellos con el embozo de la capa o con antifaces. En las funciones de Corte, las cuadrillas de enmascarados llevaban indumentaria mejor. Las fiestas carnavalescas palaciegas se celebraban con toda solemnidad y con cualquier motivo o celebración como nacimientos de príncipes o infantes, bodas regias y otros sucesos de interés para la familia real. Generalmente eran mascaras a caballo, celebradas de noche y alumbradas con antorchas. En estas cabalgatas tomaban parte aristócratas, ministros, embajadores y hasta individuos de la familia real. Felipe IV era sumamente aficionado a ellas. En su estancia en Cuenca. Felipe IV llegó a esta ciudad el 27 de mayo de 1642, se hospedó en el Palacio Episcopal del Obispo Enrique Pimentel y en el mes que estuvo, se celebraron fiestas y desfiles procesionales desde el 3 de junio para celebrar la victoria de Flandes por las tropas españolas sobre las francesas y por el sofocado levantamiento en Cataluña. Presidiendo la procesión del Corpus, el jueves, 19 de junio de 1642.

Es de ley decir que con Felipe IV desapareció el apogeo de las mascaradas. Con Felipe V y Fernando VI fueron prohibidas, pero Carlos III autorizó el eso de ellas pero sólo en los teatros. De aquí pasaron a la vía pública en los días de Carnaval.

Las fiestas de las Mojigangas eran parte de los festejos carnavalescos, las gentes se vestían con disfraces ridículos en los que abundaba la imitación a distintos tipos de animales. El nombre de Mojigangas podría procedes de la palabra Boxiganga aplicada en el mismo siglo a una de las más rudimentarias compañías de cómicos y también a ciertos disfraces poco puritanos, según se deduce de la novela Estebanillo González.

Este festejo de las Mojigangas era una novedad por entonces y fue una de las fiestas que más llamaron a atención en la Corte, eran celebradas con gran cantidad de personas y disfraces, llevando emblemas y jeroglíficos, se montaba un tablao donde se subía a bailar acompañándose los bailes con instrumentos ruidosos como cencerros y campañillas.

Las Mojigangas cortesanas pronto fueron imitadas por el pueblo y sin duda por haber sido en tiempo de Carnaval las primeras Mojigangas, quedó vinculadas en los referidos días la costumbre de salir por las calles, si es cierto que menos ricas y costosas que las cortesanas pero mucho más divertidas por lo atrevido de los disfraces y lo intencionado y satírico de las letras que se cantaban que a más de uno le costó la cárcel por su atrevimiento a cantarlas.

Las Mascaradas era una fiesta que se celebraba en provincias, siendo muy célebres en Valencia. A mediados del siglo XVI, la aristocracia valencia celebraba fiestas carnavalescas que eran imitación de las de Italia, donde lucían variados disfraces en lujosos desfiles. Pasó de esta manera de la nobleza al pueblo resurgiendo la antigua práctica de los momos, frecuentes en Castilla en el siglo XV; consistía en mascaradas rústicas de bailarines, que hacían lucir las aptitudes coreográficas de los ágiles huertanos, los cuales, al son del tablalet y la donsaina, improvisaban danzas, que han quedado como clásicas.


Estas burdas mascaradas las preparaban los criados y gente de las villas. Pero había otras de más fuste, en que colaboraban personas principales, celebrándose anualmente y entiempo fijo. Tal era la del Caballero Carnaval, que ponía término a las fiestas de Carnestolendas e inauguraba las privaciones cuaresmales. Figuraba la boda de Don Carnaval con Doña Cuaresma, con arreglo a un rito burlesco y remoto, que inmortalizó en el siglo XIV el arcipreste de Hita. Don Carnaval moría de susto al ver tan fea a Doña Cuaresma. Durante este festejo las mujeres de la baja sociedad se embadurnaban con polvos la cara y apedreaban a los hombres, entre griteríos y risas, con cáscaras de naranjas rellenas de mosto, grasa, salvado y otras sustancias pringosas.

Estas son las fiestas con las que se divertían en espera de la Santa Cuaresma, donde se restringía la carne y los placeres mundanos, en pro de la virtud y el arrepentimiento que le llevaría a la Semana de Pasión, Semana Santa.

Cuenca, 22 de febrero de 2019 y el 10 de febrero de 2024.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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