jueves, 31 de octubre de 2019

Festividad de Todos los Santos.


Todos los Santos.

La festividad de hoy se dedica a lo que San Juan describe como “una gran muchedumbre que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus y lenguas” (Ap. 7, 9); los que gozan de Dios, canonizados o no, desconocidos de más de las veces por nosotros, pero individualmente amados y redimidos por Dios, que conoce a cada uno de sus hijos por su nombre y su afán de perfección.

Hay quien pone reparos a éste o aquél, reduce el número de las legiones de mártires, supone un origen fabuloso para tal o cual figura venerada. La Iglesia puede permitirse esos lujos, un solo santo en la tierra bastaría para llenar de gozo el universo entero, y hay en abundancia.

¡Aquellos veintiocho carros repletos de huesos de mártires que Bonifacio IV hace trasladar al Panteón del paganismo para fundarlo de nuevo sobre cimientos de santidad! Montones, carretadas de santos, sobreabundancia de cristianos que quienes ni siquiera por aproximación conocemos el número, para los que faltan días en el calendario.

El famoso Panteón, conservado hasta nuestro tiempo para ilustrar monumento de la victoria que la Iglesia había conseguido de la ciega gentilidad, dedicándole a la santísima Virgen María y a todos los santos mártires, para que en adelante fuesen honrados todos los verdaderos santos en el mismo templo donde habían recibido sacrílegas adoraciones todos los dioses falsos; cuya famosa dedicación se solemnizó el día 12 de mayo del año 609; asegurando el cardenal Baronio haber leído en un documento muy antiguo, que el referido papa Bonifacio había trasladado al Panteón 28 carros cargados de huesos de santos mártires, sacados de las catacumba de los entornos de Roma. Sin embargo, no se debe decir que la fiesta o la dedicación de aquel magnífico templo, llamado al principio de Nuestra Señora de los Mártires, y hoy Santa María de Rotunda, fuese en rigor la fiesta de Rodos los Santos. La época de esta festividad se debe colocar en el pontificado de Gregorio III, que por los años 731 hizo erigir una capilla en la iglesia de San Pedro en honra del Salvador, de la Santísima Virgen, de los Apóstoles, de los confesores, y de todos los justos que reinan con Cristo en la celestial Jerusalén: fiesta que al principio se celebró en Roma; pero muy en breve se extendió a todo el mundo cristiano,  fue colocada entre las festividades de mayor solemnidad.

Habiendo pasado a Francia, el Papa Gregorio IV el año 835, mandó que se celebrase solemnemente la fiesta de Todos los Santos en la Iglesia universal, con cuya ocasión expidió un edicto el emperador Ludovico Pio, y se fijó el primer día de Nobiembre.

Por eso hoy se aglomeran en la gran fiesta común. Los humanamente ilustres, Pedro, Pablo, Agustín, Jerónimo, Francisco, Domingo, Tomás, Ignacio y los oscuros: el  enfermo, el niño, la madre de familia, un oficinista, un albañil, la monjita que nadie recuerda, gente que en vida parecía tan gris, tan irreconocible, tan poco llamativa, la gente vulgar y buna de todos los tiempos y todos los lugares.

Cualquiera que en cualquier momento y situación supo ser fiel sin que a su alrededor se enterara casi nadie, cualquiera sobre quien, al morir, alguien quizá comentó en una frase convencional. Era un santo. Y no sabíamos que se había dicho con tanta propiedad. Cristianos anónimos que a su manera, a escala humana, se parecían a Cristo.

Feliz día a todos,

Cuenca, 1 de noviembre de 2019.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.


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