lunes, 7 de octubre de 2019

La Virgen del Rosario. 7 de octubre.


     La Virgen de Murillo, Ntra. Sra. de Pompeya, la Inmaculada de Lourdes, la de Fátima, todas ellas se muestran siempre con un Rosario en la mano o en el brazo. La Iglesia consagra un día en su liturgia a esta advocación de la Virgen. 

El primero que instituyó la fiesta del Santísimo Rosario fue el Papa Gregorio XIII, en el año 1573, a los dos años de haber instituido el Papa San Pío V la fiesta de Ntra. Sra. de la Victoria, por la que alcanzaron las tropas cristianas en el golfo de Lepanto la victoria contra los musulmanes.
Virgen del Rosario. Obra de Murillo.

Según el decreto del Papa Gregorio XIII, la fiesta del Rosario solamente se podía celebrar en las iglesias en que hubiera un altar dedicado  la Virgen bajo la advocación del Rosario. El Papa Clemente XI quitó esta condición y la extendió sin más a toda la Iglesia. Luego el Papa León XIII, devotísimo del Rosario, la elevó de rito y enriqueció con grande indulgencias.

El Rosario, en una forma más o menos parecida a la nuestra, es muy antiguo. En la vieja Nínive se han encontrado esculturas de mujeres que tienen en la mano izquierda un rosario y extienden la mano derecha en actitud de rezar. Los más devotos de los mahometanos emplean una cuerda con noventa y nueve nudos para contar las veces que pronuncian el nombre de Alah. Marco Polo nos cuenta a finales del siglo XIII vio al rey de Malabar con un collar de ciento cuatro piedras preciosas para llevar la cuenta de sus devociones, y San Francisco Javier escribe que los bonzos del Japón se servían también de este método para contar sus oraciones.

Algunos eremitas del siglo IV reunían cierto número de guijarros y los iban tirando según decían sus oraciones; otros pasaban sus dedos por entre unas cuentas enhebradas en un cordón más o menos rústico, ora rezando salmos, ora la oración del Padrenuestro, ora la salutación angélica que son las oraciones más antiguas en la Iglesia. Pedro el Ermitaño, para enardecer a sus gentes a la conquista de Tierra Santa, enseñaba a los cruzados a rezar el salterio lego, es decir, ciento cincuenta Avemarías, a semejanza del salterio de David, que se compone de otros tantos salmos.

En el siglo XI, una dama inglesa, para adornar una estatua de la Virgen, regaló un gran número de perlas, que ella había ensartado en un hilo de oro a fin de contar con exactitud las oraciones que hacía.

En suma, el instrumento del rosario no es exclusivo el cristianismo, y se ha empleado para fines diversos, como oraciones en general, salmos, misereres, jaculatorias y sobre todo, padrenuestros. Por eso antiguamente las cuentas se llamaban paternóster. En el siglo XIII Santo Domingo dio un gran impulso a la salutación angélica y posteriormente sus hijos, que siempre se han distinguido en la devoción de Ntra. Señora. Desde el siglo XIV los papas aceptan como verdad histórica universal recibida la fundación del Rosario por el gran patriarca español, de acuerdo con nuestra copla popular:

Viva María, viva el Rosario

Viva Santo Domingo, que la ha fundado.

El Rosario se llamaba Salterio de los laicos. También Breviario del pueblo; ha prevalecido el nombre figurado y poético del Rosario, cuyo sentido explica una bella leyenda del siglo XIII.

Había en un monasterio un joven religioso muy devoto de la salutación angélica. Cada vez que la rezaba delante de una imagen de la Virgen caía de sus labios una rosa, que la celestial Señora recogía, formando una guirnalda, que después colocaba en la cabeza del devoto.

La leyenda será o no verdad, pero la realidad es ésta. El Rosario se puede considerar como un manojo o ramillete de vivas rosas, que ponemos a los pies de María, para Ella después entreteja nuestra propia corona en la sala de la gloria. No hay flor que agrade más a la Virgen que las que encierra la primera parte del Avemaría, donde todo son alabanzas inspiradas en la Reina de los Cielos. Y nada más provechoso para nosotros que la súplica sentida de la segunda parte, donde le pedimos que ruegue por nosotros en vida y en la muerte. Es imposible que el Corazón maternal de María abandone al devoto que le repite cincuenta veces, o ciento cincuenta cuando el Rosario es completo, la humilde súplica que pide auxilio: ”ahora y en la hora de nuestra muerte “.

El agrado por el Rosario en la Virgen lo observamos en las apariciones de Lourdes, donde se apareció con el rosario en el brazo y Santa Bernardita espera la aparición rezando fervorosamente el Rosario. Mientras la vidente rezaba el Avemaría, la Virgen callaba; más cuando llegaba al: Gloria al Padre, la misma celestial Señora la acompañaba haciendo una suave inclinación de cabeza. A los niños de Fátima se les apareció en el año de 1917 también con el Rosario; les recomendaba su práctica diaria y constante, y el día 13 de octubre se da a Sí misma el nombre de “Nuestra Señora del Santo Rosario”.

Cuenca, 7 de octubre de 2019.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.


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