domingo, 7 de julio de 2019

San Procopio, mártir.


Hay santos que no nos suenan a nada por su desconocimiento, pero no por ello dejaron de ser mártires por la causa de Jesucristo. Eso nos pasa con Procopio. En Casarea de Palestina, San Procopio, en tiempos del emperador Diocleciano fue conducido desde la ciudad de Scitópolis a Cesarea, donde, por manifestar su fe fue inmediatamente decapitado por el juez Fabiano en el año 303.
Conozcamos algo más de este mártir. Como testigo próximo y veraz, Eusebio de Cesárea nos cuenta lo poco que se sabe de este humilde mártir. Nació en Jerusalén, vivió en Scitópolis, donde era lector exorcista y traductor de las Escrituras, y que era hombre muy espiritual y mortificado que sólo vivía de pan y agua.
Cuando rmprzó la persecución de Diocreciano, junto con otros cristianos fue conducido a Cesárea, y allí el gobernador Flavio le ordenó que sacrificase a los dioses. Al negarse Procopio (citando unos versos de Homero que podían aplicarse a su fe), se le hizo decapitar.
La tradición cristiana no se conformó con esto, y en torno a él se tejió una absurda leyenda que le supone personaje principal y pagano con la misión de perseguir al cristianismo, y no lejos de Antioquía se le atribuye una visión semejante a la de San Pablo en el camino a Damasco.
Una vez convertido, su historia se despeña de disparate en disparate, con prodigios bélicos que consigue con la ayuda de una cruz que es casi un amuleto y otros aparatosos milagros, hasta que muere entre terribles torturas en circunstancias completamente inverosímiles.
Nuestro Procopio, el verdadero y sus claras y sólidas virtudes, no bastaron a la sed de maravillas que ya entonces había en la Iglesia, pero hay que quedarse con la sencillez del santo auténtico, no con el fantoche que parece un supermán a lo divino, con el clérigo que sólo hizo lo que debía hacer, entre otras cosas morir, eso sí, citando a Homero, como quien se permite humorísticamente un adorno heredado del paganismo porque le sobra fe ante el verdugo.
Cuenca, 8 de julio de 2019.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.




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