domingo, 21 de julio de 2019

Santa María Magdalena. 22 de julio.

La Iglesia griega distingue la mujer pecadora que unge los pies en casa de Simón el leproso, cuya fiesta celebra el 31 de marzo, de María de Betania (18 de marzo) y de María Magdalena (22 de julio). La Iglesia de occidente, no celebra más que una fiesta, la de hoy, tomando los textos del oficio y de la misa de los tres pasos evangélicos. En nuestra liturgia, María Magdalena es la pecadora de Naim y la hermana de Marta y Lázaro.
Retablo de María Magdalena. Catedral de Cuenca
La identidad o distinción de estas tres mujeres es un problema discutido ya desde muy antiguo. Estudios recientes muestran que no existe una tradición unánime y constante sobre estos particulares, aunque a juzgar por los Evangelios, los autores modernos  se inclinan más a poner dos o tres mujeres distintas, cuya nota común es el amor por Jesús. La vida de Santa María Magdalena la podemos reconstruir con algunos datos del Talmud y sobre todo de los Evangelios.

Hermana de Marta y Lázaro, sus padres debieron ser muy conocidos e influyentes en Jerusalén, pues con ocasión de la muerte de Lázaro vinieron muchos judíos para dar el pésame a las dos hermanas. Desgraciadamente sus padres murieron pronto, y María, hermosa, rica, joven y sin control, se torció, apartándose del camino recto que seguían las buenas hijas de Israel. La leyenda del Talmud nos dice que se casó con un doctor de la Ley muy dominante y déspota. María se rebeló contra su tiranía y se fugó con un oficial romano, que le puso una magnífica casa en Magdala, en la ribera occidental  del lago de Galilea.
La vida mundana y libre de María se hizo pública en toda Galilea como dice San Lucas. No sabemos cómo que conoció a Jesús en aquellos años de su ministerio por el lago y pueblecitos de Galilea.

La conversión de María Magdalena es modelo de conversiones. Pecó mucho, pero amó también mucho. Sobre las cenizas de cuanto había amado primero en su desvariada juventud, se alzó pujante el amor a Jesús. La escena que nos describe San Lucas es altamente aleccionadora y honrosa para María. No tiene temor humano alguno. No le importa el desprecio y la habladuría de los hombres. María no se guía nunca por la razón fría y calculadora, sino por el corazón entusiasta de Cristo.
Entra en la sala del banquete donde está Jesús, se echar a sus pies, los coge con cariño, los riega con sus lágrimas, los enjuga con sus cabellos, los perfuma y los besa (Lc. 7, 36-50). Todo cuanto antes había puesto al servicio del mundo y del pecado, ahora lo pone a los pies  de su Dios y de su Señor. Ha muerto el amor propio y el del mundo y sobre estas ruinas se alza fecundo y valiente el amor de Dios. Es la verdadera conversión: el cambio del corazón.

María, desde qe ha conocido y empezado a amar a Jesús, no lo dejará jamás, ni en vida ni en muerte. Regenerada y ennoblecida puede entrar en su casa de Betania. Sus hermanos la reciben como se recibe a la oveja que se había perdido y vuelve de nuevo al redil paterno. Así entra María en la casa tranquila y alegre  de Betania, a una hora de camino de Jerusalén, y con María entra también Jesús, porque son dos corazones que ya no se pueden separar. María debió contar a Marta y a Lázaro la historia de su conversión y el papel tan decisivo que había desempañado el Profeta de Nazaret.

Cuenca, 22 de julio de 2019.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.


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