viernes, 6 de septiembre de 2019

Hoy celebramos a Santa Regina.

    Hija de un ciudadano pagano de Alisia, llamado Clemente, del condado de Borgoña, su madre falleció al darla a luz, ello hizo que su padre la entregara a una nodriza que era cristiana y que la educó en la fe. En su juventud su belleza atrajo las miradas del prefecto Olybrius, quien al saber que era de noble linaje, quiso casarse con ella, pero ella se negó a aceptarlo y no quiso atender los ruegos de su padre, quien trataba de convencerla para que se casara con un hombre rico como era el prefecto Olybrius. Pero Regina a los quince años descubrió la fe de Cristo y se bautizó, ofreciendo a Dios su virginidad.

Dice el padre Ribadeneira que era hermosa (esmalte de divinamente sale sobre el oro de la virtud) que pasando acaso por Alisia, Olybrio prefecto y viéndola se enamoró de ella. Le hizo que la llevaran a su presencia y sabiendo de ella misma que era cristiana, la mandó encarcelar, advirtiéndola que él iba un viaje, y que si al volver de él no había cambiado de religión experimentaría su rigor.

Lo demás es previsible, Regina se niega a sacrificar a los dioses, la someten a tortura y rasgan sus delicadas carnes con uñas de acero; siguen más tormentos, se producen prodigios (un terremoto, voces celestiales, una paloma que acude a consolarla y que sana sus heridas) que hacen que se conviertan a la fe ochocientas cincuenta gentiles y por fin es degollada.

Según las Actas, el 7 de septiembre del año 251 fue ejecutada. La tradición detalla que en aquel momento apareció una paloma blanquísima que acusó la conversión de muchos de los presentes.

La iconografía de los mártires la representa con la palma de triunfo en las manos, el hacha o espada con la que fue decapitada y portando las cadenas de la prisión que son veneradas en la actualidad en Flavigny. A veces se la representa también con una paloma suspendida sobre su cabeza en alusión al Espíritu Santo que descendió sobre ella en el momento de su martirio.

Como tantas otras historias de mártires antiguos, ésta nos parece cándida e inverosímil, y sin duda en ella hay una porción de elementos fantásticos, de adorno y ejemplaridad; pero sus exageraciones, que magnifica nuestro bien Ribadeneira, son como el aderezo hiperbólico de una drama bien real, dar la vida por la fe que se tiene, y una cosa así justifica los excesos de cierta desmesura, no va uno a regatear un poco de imaginación con un tema así.

Cuenca, 7 de septiembre de 2019.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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