jueves, 11 de abril de 2019

El triunfo de Jesus en Jerusalén.


Domingo de Ramos.

Jerusalén, la ciudad santa, la ciudad de los profetas y de los reyes, se preparaba para celebrar las solemnidades pascuales. Faltaban seis días para la fiesta judía y ya la afluencia de viajeros era tal, que la ciudad rebosaba de gente llegando a instalarse en los campos, alcanzando hasta las aldeas más próximas. Todo era alegría, dulce murmullo de voces y risas, unidas al suave movimiento de vaivén de las gentes que transitaban de un lado para otro, ya para acampar en un sitio más cómodo o para acudir al templo a purificarse como estaba ordenado y cumpliendo así con uno de los fines de la celebración de la Pascua.


Jesús se hallaba en Betania, huésped de la familia de Lázaro, con él también se encontraba María, su madre. Cumplidor de la ley mosaica, se despidió de Lázaro y su familia y acompañado de sus apóstoles salió de Betania tomando el camino de Jerusalén. Llegando a Betfage dijo a dos de sus discípulos: “Id a esa aldea que está enfrente; al entrar veréis una borrica y su pollino al lado. Soltadlos y traédmelos; si alguien pregunta por qué lo hacéis, contestad que el Señor los necesita y al punto os los dejarán llevar”.


Sucedió conforme el Maestro les había prevenido. Los dos discípulos condujeron la borrica y el pollino, sobre el cual extendieron sus ropas. Montó Jesús e iniciaron la marcha triunfal. A medida que la comitiva avanzaba, se desbordaba el entusiasmo traducido en clamores y vítores que despertaban la atención de cuantos acamaban en las cercanías, los que preguntaban lo que ocurría se les informaba y presurosos acudían a presentarse ante su profeta.

Las tradiciones judías anunciaban que el Mesías, el día de su manifestación, no tendría otra cabalgadura que un pollino. Convencidos de que el que en esa forma cabalgaba era el Mesías prometido, el que iba a restaurar el reino de Israel, desde tanto tiempo subyugado por el dominación romana, le saludaban con sus aclamaciones y vítores: “Hosanna”, es decir: salud, bendición, al Hijo de David. ¡Bendito el Rey de Israel que viene en nombre del Señor!

Llegando a la ciudad, la hallaron toda conmovida. Los fariseos, dispersos entre la muchedumbre, contrariados por tales aclamaciones, le dijeron a Jesús que hiciera callar a la gente y Él contestó: “En verdad os digo que si éstos callan las mismas piedras darán voces y me rendirán pleitesía”.

Jesús se dirigió al templo y el cortejo se dispersó, ya que las costumbre judías prohibían penetrar en el santuario con los pies cubiertos del polvo del camino.

Tal fue el triunfo pasajero de Cristo, seis días antes de la Pasión.


En este día, altamente cristiano, acude a recibir el ramo bendecido, adorna luego con él tu balcón y en la Misa osténtalo bien alto y agítalo en honor a Jesucristo, que tan poética y bellamente inició el supremo dolor que nos llevo a la redención.

Cuenca, 12 de abril de 2019.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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