Celebra hoy la santa Iglesia una fiesta particular, no solo en reverencia del Arcángel san Miguel, sino en honor de todos los Santos Ángeles, y aunque solo se intitula de san Miguel, es porque este bienaventurado espíritu fue siempre reconocido por general de toda la Milicia celestial, y particular protector de la Iglesia de Jerusalén, así como lo había sido de la Sinagoga.
El nuevo santoral reúne en este día a tres santos que carecen de sustancia humana, los arcángeles. Un poco más que nosotros, más puros, más aéreos, más disponibles, pero también menos comprometidos – después de rechazar el luciferino Non Serviam!- con la tarea cotidiana de la difícil santidad en este mundo.
Miguel, caudillo de los ejércitos más santos, capitán del Cielo, es en el Apocalipsis el vencedor del Dragón, de Satanás; el arcángel guerrero que se enfrenta al amotinado Lucifer al grito ¡Quién como Dios!, que es su nombre y que dice fidelidad. Prototipo del siervo leal y poderoso que ha de sostenernos con su fuerza.
Arcángel protector –como en lo más alto del romano Castel Sant Àngelo, anunciando el fin de la peste- y defensor justiciero de los hombres en las tradiciones medievales del Juicio Final, donde se asegura de que las almas den su peso de fe, esperanza y amor en las balanzas, frente a las muecas del Maligno.
Rafael es el buen acompañante del hijo de Tobías, a quien conduce, sabio, cariñoso y firme, por entre las asechanzas del mal, hasta un feliz matrimonio y la curación del propio Tobías. Es el arcángel de los novios y casados, cómplice del amor que es una chispa del gran incendio divino que busca abrasarnos a todos en caridad.
En cuanto a Gabriel, es el conmovido mensajero de la Anunciación, y sólo podemos imaginarle tal como le pintó Fray Angélico, de rodillas, según dicen: rubio, aureolado de belleza, con alas de mariposa celeste, rindiéndose ante la doncella que acababa de decir Hágase y comunicando el gran misterio de la salvación.
Los tres nos valgan: capitán, guía y nuncio, para hacer la voluntad de Dios. En la batalla, en el camino incierto y en la oscuridad del debate interior ellos están presentes. Confiemos en ellos y pidámosles que nos protejan en este caminar incierto de este mundo traicionero.
Publicado en Cuenca, 29 de septiembre de 2020.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.