domingo, 28 de enero de 2018

Visita guiada gratuita por la Catedral de Cuenca, sábado 3 de febrero de 2018, a las 11 horas.


Triforio de la Catedral de Cuenca
Este sábado, 3 de febrero, comenzamos las visitas guiadas este año al haber sido festivo el primer sábado de enero.

El sábado a las 11.00 horas de la mañana, el investigador José María Rodríguez González realizará una visita guiada por el siglo XII y XIII. Un paseo por los orígenes de la Catedral. A lo largo de la visita y si el tiempo da para más cosas, hará un recorrido por el resto de los siglos explicando lo más relevante de sus investigaciones y de la que está llevando a cabo en estos momentos.

Cuenca, 29 de enero de 2018

Os recuerdo que sigue a la venta el libro "Arcángeles del siglo XIII. Catedral de Santa María de Cuenca" en la librería Evangelio de Carretería y en la caseta del control de entrada a la Catedral.

jueves, 25 de enero de 2018

Vida, Catequesis y Tránsito de San Julián. Segundo Obispo de Cuenca


Biografía de San Julián, según el Canónigo D. Trifón Muñoz y Soliva. Siglo XIX
     Pasadas las penurias que asolaron a la ciudad, como la peste y la hambruna, San Julián emprendió con celo caritativo la reforma de su Obispado, cuyas costumbres se encontraban muy deterioradas. Dio al Cabildo los sabios estatutos que por siglos guiaron con edificación y armonía al clero parroquial, unas luminosas instrucciones para que supiera dirigirse en tiempos tan difíciles. Para evitar rivalidades y disensiones formuló una concordia entre la Mitra, el Cabildo y los párrocos del Obispado sobre muchos y diferentes capítulos.

San Julián jamás abandonó su connatural modestia y la labor humilde de la fabricación de cestas para acudir a su sobrio sustento.

Cuenta su biógrafo que cierta persona de alta posición, le reprendió su conducta de pobreza que sustentaba y que la labor que hacía con sus manos estaba mal visto e inducía a escándalo al no disponer de las comodidades que le otorgaba su posición como Obispo de la diócesis.

San Julián ante esta opinión contestó: “si desde el primer momento he adoptado este género de vida con recta intención, no lo abandonaré por cualquier escándalo farisaico, más habiéndole adoptado desde mi juventud y siendo estudiante, catedrático misionero y arcediano, sin que me lo reprobasen: ni el claustro de Palencia, ni el clero de la España árabe y cristiana, ni el Cabildo y el Arzobispo de Toledo, y sin que sobre este asunto me llamasen la atención el Señor Rey D. Alfonso, que me nombró; ni el sucesor de San Pedro que confirmó mi nombramiento, no puedo acceder a vuestro aviso, que agradezco”.

Nuestro Santo Prelado se asemejó a los árboles seculares de nuestra Serranía conquense, que nacidos en las grietas de los riscos y vigorizados con sólo el rocio del cielo resisten y triunfan en el tiempo y en las tempestades, gozando de buena salud a pesar de su ancianidad, de sus perpetuos ayunos.

Con relación a su catequesis los viernes, días solemnes de los mahometanos, se los dedicaba y versado en la literatura árabe, les hablaba de los muchos pasajes en que Mahoma en su Corán llama a Jesucristo: Verbo de Dios, varón sabio y prodigioso; Mesías del Criador del Universo, profeta, maestro y doctor excelente, hijo sin padre de María, anunciado por el ángel Gabriel, concebido por virtud de Dios de Madre Virgen; santificado por el Espíritu Santo; curador de ciegos, mudos y leprosos; resucitador de muertos y obrador de milagros; promulgador del Evangelio, producción divina, camino del cielo, y luz y verdad… y les estimulaba con cariño a abrir sus ojos a la luz y verdad y a entrar en este camino.

Los sábados, días festivos de los judíos, les dirigía la palabra. Él sabía que pertenecían a la tribu de Sadoc, introducida en España por el año 800 por Rabí Anann y su hijo Rabí Saul, con ellos intentaba hacerles ver las partes del Antiguo Testamento que los unía con el cristianismo, les mostraba que Jesucristo e
ra el verdadero Mesías y les inducía a que se incorporaran a la Santa Iglesia Católica.

Los domingos explicaba a los cristianos con la elocuencia de San Crisóstomo, cuyas obras le eran familiares, la doctrina del Crucificado, que él tan fielmente practicaba y casi siempre concluía estimulando a la limosna. Con sus catequesis consiguió que muchos moros y judíos abrazaran la religión cristiana.

En sus últimos años se produjeron incómodas competencias entre el Cabildo y Municipios de esta ciudad. El Santo Obispo, viendo en ellas un fecundo germen de escándalo y no alcanzando su autoridad a extirparlas, se acogió al juicio del rey D. Alfonso VIII, quien restableció la paz a gusto de aquellos y viendo que no era justo el resultado se vio precisado a proceder con severidad con algunos. Los obstinados hicieron recurso al Arzobispo de Toledo, D. Martín de Pisuerga, que lo admitió. No viendo acertada la decisión tomada, D. Julián acudió a la Santidad del Papa Inocencio III quien le dio la razón y restableció la justa medida ejercida por el Obispo de Cuenca, mandando al Arzobispo de Toledo que en lo sucesivo no volviera a obrar por su cuenta sin contar con Roma sobre el proceder de los obispos dependientes del Arzobispado y en particular que no volviera a poner en duda la acción de D. Julián sobre la dirección de su Diócesis.

Hoy 28 de enero todos sus herederos en la fe vamos a donde el Santo Obispo se retiraba, a la Cueva del Tranquilo, (a media hora de esta ciudad en la montaña de la derecha del Júcar) según la tradición a trabajar cestas; aunque yo creo que era para entregarse a Dios en la soledad, porque los historiadores convienen conmigo, que la fabricación de cestos le era frecuente en cualquier parte que se hallaba; no temiendo a nada este pararrayos de la ira de Dios, este dignísimo sucesor de los Apóstoles, este padre de los pobres y orgullo de Cuenca llegó hasta el día 28 de enero de 1208, en que sintiéndose llamado por Dios al descanso eterno, después de recibir los Santos Sacramentos, vestido de cilicio, cubierto de ceniza y sobre el duro suelo, implorando sus misericordias como si fuese un grande pecador, tuvo el consuelo de que le visitara María Santísima de la que fue siempre muy devoto; acompañada de ángeles y puso en sus benditas manos una verde palma, símbolo de su virginidad y victoria. Murió a los 80 años de edad y con 13 años de su Pontificado. Al espirar se oyó música celestial y Dios obró muchos milagros en los nueve días que duraron sus exequias.

Su cuerpo fue sepultado en la Capilla de Santa Águeda, que estaba en el primer arco del lado de la Epístola más arriba del crucero, contiguo al pilar principal de la Santa Iglesia Catedral, donde hoy está el púlpito y cuya capilla se deshizo al verificarse la obra del nuevo coro.



Cuenca, 25 de enero de 2018

©José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico


domingo, 21 de enero de 2018

Vida de San Julián IV parte. Los milagros de San Julián


El hambre que asoló a la ciudad de Cuenca en los primeros años del segundo Obispo.

A la peste siguió el hambre, ya fuera porque los poco labradores que quedaron no pudieron sembrar los campos, ya porque orgulloso el Amir Amumenin o calida de Córdoba, Jacub Aben Juceph, con la jornada de Alarcos, después de tomar a Cáceres y Plasencia, de arrasar a Escalona y Santa Olalla, de sitiar al Toledo y talar los campos de Talavera, Madrid y Alcalá de Henares, cayó como impetuoso torrente por Ocaña, Uclés, Huete y Cuenca, talando los campos o incendiando los lugares abiertos.
Cuantas personas se salvaron de este aluvión, al verse sin hogar y sin sustento, se encaminaron a esta capital a implorarle al santo Obispo. Este, como padre próvido, observando que con el contagio muchos labradores dejaron incultas las tierras, y que la carestía era inevitable, había recogido en las trojes los pocos cereales que, procedentes de sus rentas, habían librado de la inundación sarracena y cuantos por comprar pudo adquirir fuera del obispado; y como su complacencia y gozos era remedar a Dios que derrama sin cesar sus beneficios sobre buenos y malos, todo hambriento, fuese cristiano, moro o judío, encontró sustento en la previsión y caridad del segundo Obispo de Cuenca. Exhortó a los ricos para que aliviaran a sus conciudadanos, estableciendo solidaridad con los más necesitados.
Fueron tantas las familias hambrientas que acudieron al Obispo y que remedió Lesmas, que las trojes quedaron sin un grano. Los lamentos y alaridos que levantó esta nueva llegada a San Julián, que manda a Lesmes que la socorra. Dirigiéndose Lesmes a San Julián de dijo: “Nada quedó en las trojes, señor… por no despedir a ningún pobre sin socorro, en cumplimiento de vuestro mandato, barrí los granos y repartí el poco trigo que entresaqué del polvo. Volved sin embargo, replicó el Santo; Id a reconocerlos de nuevo. Nunca me sucedió y confío en Dios no me sucederá, se vayan los pobres de mi casa sin limosna. Quizás no hayas registrado bien, Lesmes: id en todo caso y remediad a esos infelices. Lesmes conocedor de la santidad de su Obispo y Señor, y fiando en ella más que en el testimonio de sus ojos, vuelve y encontrando los graneros colmados de trigo, remedió a los que pedían pan y a los muchos pobres que a la fama del trigo milagrosos acudieron de todos los pueblos del Obispado y de fuera de él.

El Santo dio las debidas gracias a Dios por tan extraordinario favor con el placer que experimenta aquel que salva la vida a muchos de sus semejantes, pero viendo que las turbas de mendigos crecen por momentos, sabiendo que Dios nunca falta a los que movidos por su gracias  a él se dirigen, pero que quiere cooperemos con diligencias humanas a la confianza en sus inagotables misericordias, por no tentar a Dios, reúne cuánto dinero puede hallar en su casa y en las de sus amigos y manda personas fieles a que compren y remitan trigo. Aun prescindiendo de la devastación causada por el ejército de Aben Juceph, la cosecha había sido muy escasa, y uniendo a esta fatalidad, que desde la infausta jornada de Alarcos, llena de arrogancia la Media Luna, por dos años había recorrido las comarcas cristianas destruyendo las siembras, las diligencias del obispo de Cuenca fueron ineficaces. Los que tenían algún trigo no querían venderlo, cuidando más en prevenir la propia necesidad que en remediar la de la gente. Esta noticia llenó de aflicción las paternales entrañas del Prelado, porque el trigo milagroso se concluía, y acudiendo a la oración, pide a la fuente de las bondades continúe sus larguezas, ya que sus diligencias  quedan sin efecto. Dios que es maravilloso con sus santos, y que se complace en ostentar su amparo y oportunidad en la tribulación hizo otro alarde de su amor a San Julián con otro prodigio. Multitud de acémilas, grandes recuas cargadas de trigo entran en Cuenca sin conductores y sin guías se dirigen a las casas episcopales, y se detienen a sus puertas como en el término de su viaje.
Creyendo los conquenses que el trigo que había mandado comprar el Obispo, los ricos se regocijan y los pobres acuden a recibir sustento. Todos se afanan en colocar en los graneros lo que saben se les ha de repartir con paternal equidad y cariño, y al indagar Lermes, asombrado de la gran cantidad de fanegas, si alguna se adeuda, ni halló vendedores ni arrieros, ni alguna de las muchas personas que descargaron el grano pudo dar razón cuando ni por qué camino marcharon las acémilas.
Obra de Ventura Rodríguez
Capilla del Transparente de la Catedral de Cuenca
©José María Rodríguez González

El milagro fue aclamado por toda Cuenca con bendiciones a Dios y a su Obispo, y estas bendiciones se repitieron por mucho tiempo, porque hubo trigo para remediar la presente necesidad y evitar la futura, pues dando a los labradores para sembrar, este trigo escogido por la diestra del Omnipotente, dio una abúndate cosecha.
Estos milagros, obrados en presencia de esta ciudad y aclamados por millares de personas que les debieron la existencia , llegando por mil diversos y uniformes conductos al virtuosos padre de las virtuosísimas reinas Berenguela y Blanca, al santo abuelo de San Fernando y a San Luis, al coloso de su siglo; al héroe cristiano, a quien el cielo le preparaba la aureola de gloria imperecedera de las Navas de Toloso; al noble, al bueno Alfonso VIII, le llenaron de tal admiración y respeto hacia San Julián, que al ver que no seguía a su corte, cual otros prelados, por alimentar a su grey con el pan de la palabra, le mandaba sus decretos para que los autorizase con su dictamen y forma, y para que pudiese repartir más pan material, dando ensanche a su genial dadivoso, le donó y a sus sucesores la fortaleza y villa de Pereja, con jurisdicción temporal en ellas y sus aldeas Parejala, Chillarón, Fontanillas (hoy Hontanillas), Tabladilla (hoy Tabladillo), Alig  (hoy Alique) y Alden Cronicales con sus rentas y términos; la heredad de Peantes, la de Castillejo y unos molinos (Fechada el privilegio en Burgos a 11 de abril de 1198) le concedió el portazgo completo de todos los ganados que se llevasen a vender a tierras de moros por Paracuellos, y de cuantos se vendiesen y que si se averiguaba se faltaba a la verdad, se pagara el portazgo duplicado (su data en Alarcón a 7 de diciembre de 1200) Las penas de Peralviche (hoy Peralveche) y facultad para comprar y sacar sal de Medina Celi: (su data en Almazán a 21 de julio de 1203) y en esta mista población en 1207 no solo le confirmó las donaciones hechas a su antecesor, sino que también cuantas posesiones y heredades adquiriese en su obispado por compra o por otra causa.

Cuenca, 19 de enero de 2018

©José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

viernes, 19 de enero de 2018

El nombramiento de Obispo de Cuenca a San Julián


Biografía de San Julián según el Canónigo D. Trifón Muñoz y Soliva
Segundo Obispo de Cuenca

Cuatro años llevaba el santo arcediano Julián siendo el modelo de las virtudes públicas y privadas, al amparo de los menesterosos, siendo el espejo de la justicia y el más perfecto imitador de los Apóstoles, cuando falleció en esta ciudad su primer obispo. El conquistador de Cuenca D. Alfonso VIII, sintió en gran manera la pérdida de D. Juan Yañez, pero se consoló al ver que le daría un digno sucesor. Testigo de la caridad, celo, prudencia, sabiduría e infatigable laboriosidad del arcediano de Toledo para la mitra de Cuenca en el año 1196, y tan extendida estaba la fama de su santidad, que esta ciudad y el cabildo le pidieron para su Pastor.

Solo una persona sintió esta elección y fue la del elegido. Su humildad le sugería que él solo era apto para obrar como subalterno a las órdenes de un jefe y que era absolutamente nulo para dirigir por sí una diócesis. Así, pues, no solo renunció sí no que también con reiteradas súplicas y con lágrimas rogó se le aceptase la renuncia. Siendo inútiles los consejos de sus compañeros, solo le hizo aceptar el de la persona que más interesada estaba en conservarle a su lado. El Arzobispo D. Martín López de Pisuerga, que por la gloria y servicio de Dios le indujo a aceptar el arcedianato de Toledo, por iguales motivos le aconsejó aceptase la mitra de Cuenca. Le expuso que desde diecinueve años que esta ciudad había sido ganada a los moros, los tres primeros estuvo sin pastor, y que en los catorce del pontificado de D. Yañez, obligado este santo prelado a buscar ministros, levantar templos y a llevar moradores cristianos, su laboriosidad no bastó para desarraigar la mucha maleza que encontró en su diócesis, que todavía los sectores del impostor árabe tenían en Cuenca y los judíos Sinagoga, y que siendo en su mayor parte la población cristiana gente de guerra, era indispensable su presencia y laboriosidad para continuar y consumar la obra del difunto obispo.

Cediendo a estas razones, San Julián aceptó, el Papa Celestino III confirmó el nombramiento y le consagró por el mes de Junio  de 1196, en Toledo, su amigo y admirador el Arzobispo D. Martín y sabiendo el nuevo Obispo de Cuenca que le preparaba un fastuoso recibimiento, se puso en camino sin más compañía que la de Lesmes.

Es gracioso la descripción que D. Trifón hace de San Julián: “Su talla era de dos varas y sesmo, su cuerpo robusto, sus miembros fornidos, su figura noble, su cabeza grande y adornada con cabellera cumplida, su frente ancha, sus ojos vivos y graves, su barba poblada y entrecana, y su talento ingenuo y bondadoso”.
Peste en Cuenca. Autor Bartolomé de Matarana
Capilla Honda. Catedral de Cuenca
Foto:© José María Rodríguez González

Cuando San Julián entró en Cuenca, la ciudad estaba invadida por la peste. El Santo que a imitación del Apóstol San Pedro, su modelo,  había hecho siempre todo lo poaible para ganarlos a Jesucristo, en esta calamidad de su grey desplegó, si cabe, mayor celo. Asistió a los cristianos afectados con limosnas, con los santos sacramentos, y con fervorosas exhortaciones, y a los que morían les daba sepultura por sí mismo. A los moros y judíos con paternal solicitud los cuidaba, socorría y llamaba a la luz del Evangelio, y sus súplicas a Dios y sus penitencias fueron tan eficaces, que dicen los historiadores, que orando en la Santa Iglesia Catedral con algunos prebendados, para que cesara el cruel azote, se oyó una voz celestial que decía: “por los ruegos de vuestro Obispo tiene Dios a bien que cese esta plaga. Enmendaos vosotros de vuestros pecados”.

Cuenca, 18 de enero de 2018

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

miércoles, 17 de enero de 2018

Vida de San Julián II


El ejercicio del cargo sacerdotal y la plaza de Arcediano de Toledo

Según cuenta en la biografía el canónigo D. Trifón Muñoz y Soliva, San Julián decía misa todos los días con abundancia de lágrimas, con pausa y con sentimiento y afectos de fervor. Asistía con frecuencia a los hospitales, repartiendo las medicinas del espíritu y del cuerpo. Cuidó de la infancia abandonada, de la juventud viciosa, y de la ancianidad desvalida, no solo entre los cristianos, si que también de los mahometanos y judíos, con tanta caridad que mereció el epíteto honroso de “Padre de los pobres”.
San Julián y Lesmes. Retablo siglo XVI
Catedral de Cuenca

Con tan bellos `recedentes, Julián resolvió a conceder las primicias de su voz y apostolado a su patria, donde los cortesanos, unos partidarios de los Castro y otros de los Lara, con sus envidias y competencias sobre la tutoría del niño rey D. Alfonso VIII, con sus escándalos desmoralizaban al pueblo y con sus crímenes le atormentaban. El vehemente sabio y fervoroso doctor y catedrático de Palencia, disparó desde le púlpito lluvias de saetas encendidas con la caridad que le abrasaba; pero viendo que se embotaban en los duros corazones de sus paisanos y que nadie es profeta en su patria, eligiendo por compañero de apostolado a un joven virtuoso, burgalés, llamado Lesmes, salió a emplear en la España árabe y cristiana el método de doctrina que con poco fruto de los magnates empleó en Burgos.

Veinte años duró esta excursión evangelizadora y preparando siempre Julián el terreno con su caridad con toda clase de desgraciados, y acometiendo después a los moros con la razón, con la historia y el Corán, a los judíos con el Antiguo Testamento y a los cristianos con el Evangelio, consiguió rendir a muchísimos a los pies del Crucificado. Los frutos de su misión los aclaman copiosísimos las Bulas de Clemente VIII, de Paulo V y de Clemente X.

La fama de su santidad, sabiduría y celo por la gloria de Dios era tan general, que la vacante de la Dignidad de Arcediano en la imperial Toledo, estando de Arzobispo D. Martín López de Pisuerga, varón que por sus virtudes recibió el nombre de Magno, le eligió para ella. Le rogó e insistió para que la aceptara y sólo Julián accedió a ello cuando haciéndole presente los muchos moros, judíos y cristianos que moraban en la ciudad de Toledo y haciéndole ver que reclamaban su presencia accedió a ello. Esto era en el año 1192.

(*) José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

martes, 16 de enero de 2018

Vida de nuestro Obispo San Julián


El nacimiento y juventud de San Julián

Se aproxima la fecha del santo Patrón San Julián y me gustaría hablar sobre él. En la Catedral de Cuenca el santo más representado es San Julián. Este año quiero contaros su vida según la cuenta uno de sus cronistas, D. Trifón Muñoz y Soliva, que fue Canónigo Magistral de la Catedral y Director del Boletín Eclesiástico allá por los años de 1860. En la lectura de sus textos he encontrado cosas que varían con relación a otros cronistas. Cada uno pone algo especial y este tiene su toque  que me ha llamado la atención.
Como toda vida empezaré relatando el nacimiento según el cronista mencionado.

“Por los años de 1128, ocupando la silla de San Pedro el Papa Honorio II y empuñando el cetro de Castilla y de León D. Alfonso VII, la mayoría del territorio español estaba sumido, por una parte los árabes, por otra los judíos que vivían de la usura, por otra los cristianos que entre las riñas de un territorio contra otro sin dar tregua y por la ignorancia que poseía el pueblo en aquellos siglos tenían abandonada la conducta moral evangélica. Las almas justas clamaban al cielo por el remedio de tanto mal y unos piadosos consortes, vecinos de Burgos, que con gran fervor y perseverancia pedían a Dios la reforma de las costumbres y un heredero de sus virtudes, fueron benignamente escuchados.
Este piadoso matrimonio lo constituían los padres de San Julián, y según los historiadores de este Apóstol de España, los más lisonjeros anuncios precedieron y acompañaron a su nacimiento. Dormían tranquilamente una noche los referidos consortes, cuando en sueños vio el marido, que por la habitación discurrían aves nocturnas y otros feos animales dando graznidos horrorosos, y que saliendo del vientre de su esposa un perrillo blanco como la nieve y que arrojaba llamas por la boca, después de ahuyentarlos con penetrantes ladridos volvió a interior alberque.
A este presagio feliz para toda España, acompaño el cielo señales visibles en su nacimiento, de que destinaba para gobernar el rebaño de Jesucristo. Apenas salió a Luz y antes de ser envuelto y fajado, levantó su tierna mano y bendijo a los circunstantes en la forma que acostumbran los Obispo: sus labios se bañaron de una claridad sorprendente. Al llevarlo a bautizar celestiales armonías cantaron: hoy ha nacido un niño que en gracia no tiene igual. Sobre la pila bautismal se apareció un ángel en figura de mancebo con mitra en la cabeza y báculo episcopal en la mano, que dijo en vos sonora: Julián ha de ser su nombre, y desde luego, antes del desarrollo de su razón ayunó tres días a la semana absteniéndose del alimento que Dios le deparó en los pechos de su madre.
Capilla del Transparente de la Catedral de Cuenca

Las prendas naturales más bellas correspondieron en el niño Julián a tan explícitos anuncios de su celo, autoridad y virtudes. Dotado de un entendimiento penetrante, de un discernimiento exacto, de una vasta memoria y de un corazón recto, llamó la atención desde su tierna infancia por su abstinencia y sobriedad, por lo concertado de su lenguaje, por la gravedad y mesura de sus acciones, por su devoción siempre creciente a María Santísima y porque unía a la modestia la cortesía, al despejo la sencillez y a su compostura la afabilidad.
Cultivados estos dones por sus piadosos padres, el niño Jesús aprendió en su ciudad natal las primeras letras, la música, poética y oratoria,  pasó a la universidad de Palencia a los estudios mayores.

Huyendo de los malos ejemplos y uniendo a la oración el estudio, aprovechando los ratos de ocio a la construcción de cestas para ahorrar a sus padres, el estudiante de Burgos atravesó la filosofía a paso de gigante y no creyéndose suficientemente instruido pasó a Córdoba a escuchar las lecciones del célebre Averroes.
Igual aplicaciones y con éxito que despuntó sobre todos sus condiscípulos, observó en los graves estudios de la sagrada Escritura, Teología y de ambos Derechos; pues recibidos los grados académicos, el claustro le confió la enseñanza de artes y teología, que desempeñó con gran nombre y aprovechamiento de sus discípulos, por espacio de doce años.

Julián, al derramar su ciencia en las clases acomodadas, lamentaba la desgracia de las clases menesterosas que vegetan en la ignorancia, y resolvió llevarles la luz de la doctrina.
Sus amigos procuraron retraerle de tan santo designio; pero fue en vano. Dejó su cátedra a la edad de 55 años y se retiró a Burgos, su patria, y en una humilde casa que construyó fuera de la ciudad, se preparó para el apostolado. Sus paisanos le llamaban el insociable, el melancólico, y aun el hipócrita; pero Julián, atento solamente a la voz de Dios que le llamaba al sacerdocio, se adornó en el retiro con todas las virtudes para tan alta dignidad, a que fue sublimado por los años 1166”.

Aquí nos quedamos por hoy. Cada día os escribiré un poquito más de la vida de San Julián para recordar sus virtudes y despertar en nosotros la inquietud de conocer un poquito más de la vida de nuestro Santo Patrón San Julián.

Cuenca, 16 de enero de 2018

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

sábado, 6 de enero de 2018

¿Qué fueron de los Reyes Magos?


Llevo unos días algo delicados en salud por un catarro, que no sé si es la segunda gripe que paso, pero en estos momentos y tras la medicación que me han dado en urgencias me siento con ánimo de escribir sobre un tema que tal vez nadie se haya preguntado. ¿Qué fueron de los Reyes Magos?

Estos días esperemos regalos suntuosos como esperaban los judíos que fuera su libertador. Llenos de orgullo y voluptuosidad esperaban un Rey terrenal que brillara por sus riquezas y no supieron ver la grandeza en la humildad de un recién nacido en la pura miseria. Sólo las almas con corazón puro supieron ver en el nacido al Salvador del mundo.


Los Reyes Magos, sin  duda alguna, eran las más notables y representativas figuras de sus respectivos pueblos en ciencia y poder. Una tradición muy antigua apunta por Tertuliano y más tarde por San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Agustín y otros santos Padres, nos afirman que eran príncipes o reyes, según reza aquella profecía de que: “Los Reyes de Tarsis y de las Islas traerán sus ofrendas; los Reyes de Arabia y de Sabá ofrendarán sus presentes” (Sal. 72, 10).

¿Después de estos momentos los Reyes Magos regresaron a sus lugares de origen o siguieron juntos? Sabemos por tradiciones antiquísimas que después de la muerte y resurrección de Jesús, el apóstol Tomás, en sus correrías apostólicas por el Oriente encontró a los Reyes Magos y les administró el bautismo. En sus últimos años se consagraron a la conversión de las almas. Según la iglesia griega, les cupo la gloria de dar su sangre por Jesucristo, ofreciéndole entonces un presente más hermoso que el oro, el incienso y la mirra que le ofrecieron en su momento.

Sus reliquias pasaron por diversas ciudades en el siglo XII,  y finamente fueron depositadas en la catedral de Milán, donde permanecieron hasta que el emperador de Alemania, Federico Barbarroja, feroz enemigo del Papa y de Italia, tomó y saqueó la ciudad. Más tarde fueron trasladadas a Colonia, presidiendo el traslado el arzobispo y dando ocasión a que el pueblo manifestara su religiosidad y fervor en todo el recorrido. Permanecieron después bastante tiempo en Villersexel y en el castillo de Grammond y de aquí ya definitivamente fueron trasladadas a la Catedral de Colonia, donde hoy se venera.

Hoy día de los Reyes Mayos os invito a que hagamos una reflexión sobre nosotros mismos, sobre lo que poseemos y lo que no aprovechamos. ¿No seríamos, tal vez, más felices con menos? Sepamos agradecer el amor que nos brindan aquellos que tenemos a nuestro lado.

¡Feliz día de Reyes!

Cuenca, 6 de enero de 2018

José María Rodríguez. Profesor e investigador histórico


lunes, 1 de enero de 2018

“El señor del tiempo”


El mes de enero era el primer mes del calendario romano. Por el año 45 a.d.C. entró en vigor el calendario Juliano, fijándose el 1 de enero como el día de comienzo del año. Este día era el elegido para que los cónsules romanos comenzaran sus funciones.

Por todo ello vemos que el origen de nuestro calendario partió del Imperio Romano. En esta fecha Roma celebraba la festividad de “Janus” el dios de las puertas, considerado el portero que abría y cerraba las puertas, es por ello se le denominaba el “señor del tiempo” por ser el poseedor de las llaves.  De las muchas representaciones que se han dado la más destacada de la iconografía es la formada por dos rostros, de ahí el calificativo de “Jano bifronte”, una cara miraba hacia el pasado que condiciona lo que somos en el presente y la otra cara, mira hacia el futuro, simbolizando el mundo celeste, ligado al conocimiento y a lo que nos podía deparar el futuro.

Con la llegada del cristianismo hubo un gran cambio en la medida del tiempo. Julio César estableció el 1 de enero como el primer día del año que estaba compuesto por 365 días y seis horas, cometiendo un error de 11 minutos y 14 segundos. El Papa Gregorio XIII, quiso corregir el desfase adecuando el calendario litúrgico con el calendario civil. En el Concilio de Nicea, celebrado en el año 325, fijaron el momento astral en que debía celebrarse la Pascua, que sería el primer domingo siguiente a la Luna llena del primer mes lunar de la primavera y partiendo de ella las demás fiestas religiosas.

Es el Papa Liberio fue quien fijó la natalidad de Jesús el 25 de diciembre, en el año 354, para sustituir la festividad pagana de “Natalis Solis Invicti” el día del nacimiento del Sol Invicto (Solsticio de invierno). Hemos de reconocer que hay tradiciones cristianas que se siguen basando en el calendario Juliano y no el Gregoriano, por lo que algunas confesiones cristianas, como la ortodoxa, siguen celebrándo el 7 de enero la Navidad.

Visto que las fechas más importantes del calendario cristiano no se celebraban en la fecha que sucedió, el Papa Gregorio XIII modificó el calendario Juliano. Haciendo público el documento del cambio el 24 de febrero de 1582, como el nuevo calendario oficial del mundo Católico. Con una diferencia de 10 días, pasando el 4 de octubre de 1582 a ser el 15 de octubre de 1582, días que jamás se recuperaron.

Sólo algunos países aceptaron el nuevo calendario, entre ellos: Italia, Luxemburgo, Italia, España y Francia. Con el tiempo todos los demás países adoptaron el calendario, siendo el último en hacerlo China, que lo hizo después de la revolución de 1949.

En la actualidad, el día uno de enero se celebra la fiesta de Santa María, Madre de Dios. En los misales anteriores a la reforma de Juan XXIII, este día se celebraba la festividad de la Circuncisión del Señor.

En la liturgia del uno de enero confluyen tres festividades a la vez: Una de ellas es “La Octava del Señor” al hacer ocho días en que nació Jesús. Otra de ella es la fiesta dedicada a la Santísima Virgen y una tercera que es la festividad de la Circuncisión. Fiesta que se vino celebrando hasta el año de 1969 que se cambió por la de Santa María Madre de Dios.

Con la festividad de la Circuncisión (Lc. 12,13) se recuerda el día en el que Jesús es llevado al templo donde fue circuncidado de acuerdo a la tradición judía al octavo día de su nacimiento (Gn. 17,12 – Lv. 12,13). Según esta misma tradición judía ese día era en el que se imponía un nombre al niño, nombre asociado normalmente a algún pariente. Con Jesús y con San Juan Bautista se hizo una excepción, al querer sus padres ponerle otro nombre al niño conforme había anunciado el ángel, mostrando de alguna manera el futuro profético del recién nacido.

Esta celebración no estaba muy acorde con las costumbres de la Iglesia que intentaba mezclar unas tradiciones con otras. La Nueva Ley tenía que superar a la Antigua en las dos vertientes, en materia de fe y en las prácticas llegándose acuerdos significativos en el Concilio Apostólico de Jerusalén en el año 50 (Hch. 15) en donde los apóstoles manifestaron el sinsentido de esta práctica entre los cristianos que no estaban obligados a ella al no ser judíos.

Resumiendo, las costumbres asociadas a estas fiestas eran muy diferentes si las compramos con las actuales. Los cristianos ayunaban a fin de diferenciarse de los paganos que celebraban el día de Jano y el final de las Saturnalias, fiesta romana celebrada el día 25 de diciembre (entrada del Solsticio de invierno) y los cristianos, que celebraban el día 1 de enero que era una fiesta de pureza en la que había que olvidar los viejos tiempos y costumbres para empezar una nueva vida llena del amor del recién nacido.

Cuenca, 1 de enero de 2018

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.