viernes, 23 de diciembre de 2022

Historias y rosquillas por Navidad

Navidades de corazón

Siempre al llegar estas fechas me viene a la mente los primeros días de vacaciones de Navidad.  El domingo anterior a la Navidad era el primero en levantarme en casa, a penas si desayunaba porque sólo pensaba en subir a casa de los abuelos.

El día era frío y según iba ascendiendo por la calle Caballero sentía como se me helaba el aliento, al llegar al 23 de la calle Alfonso VIII las manos las llevaba como los carámbanos  de las fuentes del Vivero de Santa Ana.  Al llegar a la casa, poniendo las manos sobre la estufa de leña y bien arrimado a ella sentía como mi pequeño cuerpo entraba en calor. Mientras tanto mi abuela Florencia, sobre la mesa formaba un círculo con la harina en el que ponía el azúcar, los huevos, el aceite, ralladura de limón, un sobre de gaseosa (hoy sería levadura) y una copita de orujo, al que mi abuelo la llamaba “agua del Carmen”. Las manos maestras de mi abuela amasaban todos estos ingredientes hasta formar una masa compacta. Me hacia bajar a la pila del portal (sólo había un grifo con pila de agua en el portal en todo el edificio) a lavarme las manos para poder participar en tal gozosa hazaña, con las manos enharinadas volteaba gustoso la masa hasta que mi abuela Florencia me insistía que la dejara reposar un rato.
Museo Diocesano de Cuenca

Mientras que la masa reposaba mi abuela animó a Sabino, mi abuelo, a que me contara la historia de Abel el pastor.

Abel era pastor y los primeros que fueron a visitar a Jesús en Belén fueron ellos, los pastores. Abel lo recordaba con frecuencia y el alma se le llenaba de deseos cuando pensaba que de haber nacido en aquella época podría haber sido uno de esos pastorcillos de Judea. Desde los diez años pastoreaba las ovejas al quedarse huérfano, viviendo con un tío suyo también pastor. La mayoría de los días los pasaba en el campo y pasaba grandes temporadas sin bajar al pueblo, sólo sabía del pueblo lo que le contaba su tío que era el dueño del rebaño. La Sierra de Cuenca era su mansión y en sus parideras buscaba el rincón más abrigado donde descansar. En los pocos años que llevaba con el rebaño había aprendido el arte del pastoreo y por las noches le gustaba mirar al cielo descubriendo en las estrellas el día y la hora que era en que vivía. Distinguía la flora de las rocas y las cañadas, adivinaba los cambios de tiempo sin equivocarse, reconocía las ovejas y corderos en la oscuridad por el balido. Sabía desollar una res y cuidar una cría. Era valiente y en alguna ocasión se vio obligado a defender al rebaño de un lobo de cuyo encuentro mostraba una cicatriz en su brazo.

Todos los años subían a la Sierra otros rebaños trashumantes y en las noches oyó contar cien veces, al amor de la lumbre de romeros la distinción que Dios concedió a los pastores al hacerse hombre y siempre soñaba con el deseo de haber sido él uno de esos privilegiados.

¡La masa ya esta lista¡ se oyó decir a mi abuela y haciendo pequeñas bolas con la masa la apretaba en lo alto hasta conseguir hacer un agüero quedando redonda la rosquilla, luego en el aceite caliente la introducía hasta que se doraba depositándola después en una bandeja con papel de estraza para que escurriera el aceite y antes de que se enfriara las pasaba a otro plato para rebozarlas en azúcar con canela.
Mientras degustábamos las rosquillas mi abuelo siguió con el relato:
Era un 24 de diciembre, todo el día había estado nevando hasta media tarde que cesó y un viento fuerte limpió de nubes el cielo. El ganado no había salido de la paridera que estaba formada por una pared tosca de piedra cerrada terminada en una profunda cueva de roca viva. Acuciado por los balidos lastimeros de una cordera madre comprendió que había perdido a su cría y salió en su busca. Una, dos y más horas estuvo buscando al corderito. Había anochecido pero la luz de las estrellas que brillaban como diamantes y la blancura de la nieve ponían luz suficiente en el paisaje para proseguir la búsqueda. El frío aumentaba y el viento barría la nieve y levantaba nubes de cristalitos que se clavaban en el rostro de Abel. Al fin halló el corderito medio helado al pie de una zarza. Echándoselo sobre sus hombros caminó hacia la “tiná” de la que se había alejado bastante.

De vuelta  iba pensando en que era Nochebuena y ya las doce debían de andar cerca y sus pensamientos se centraban en sus deseos de haber sido él uno de esos pastores que tuvieron la suerte de ser los primeros en ver al Hijo de Dios. Tan embelesado iba que apenas si notaba el dolor de costado que se le puso hacía  un buen rato. El camino era largo, el cansancio grande, la noche cruda y sus pensamientos se interiorizaban más hasta creerse pastor de Belén llevando en sus hombros la ofrenda al Niño Jesús.

Con poca luz en los ojos y mucha en el alma, llegó a la paridera y entregó el cordero a la madre de la oveja. Tambaleándose fue hacia el fondo de la cueva buscando el montón de paja para descansar cuando vió que en la cueva había gente, Abel se sobrecogió, pero siguió avanzando, ¡Si, había gente! Vió un hombre de agradable presencia, vestido con túnica, ceñida al cuerpo. A su lado vió a la mujer más bella que hubiera imaginado, envuelta en un manto azul. Entre ambos y sobre unas pajas que servían de lecho en las noches, Abel vió a un niño recién nacido, de quien emanaba toda la luz. ¡Sí eran ellos! Los de sus sueños, eran Jesús y sus padres, tal y como los viejos pastores le habían contado cientos de veces, los de Belén. Los tres  le sonrieron mirándole. El niño Jesús le tendió sus brazos, Abel dobló sus rodillas insensibles por el frío, su boca fue inclinándose hacia las pajas a los pies del Niño Jesús. Su sueño se realizaba, su fe había sido premiada. ¡Los veía, los adoraba, como aquellos pastorcillos en Belén! ¡Qué alegría tendría su tío si viera todo aquello! Igual que en Belén. El se lo contaría. En aquella postura permaneció muchas horas. Cuando a la mañana siguiente llegó a la tiná el tío lo encontró de bruces sobre el montón de paja de su rincón. Las ovejas le rodeaban. Ya no vivía. En sus labios tenía prendida una sonrisa. Los corderillos balando parecían cantar la gloria. La Sierra empezaba a vestirse con el claro Sol, promesa de una alegre Navidad.

Las rosquillas iban desapareciendo del plato cuando se me ocurrió preguntar ¿Eso fue de verdad? Mira Josemari, la verdad nace del corazón de cada persona al igual que la Navidad, que cada año vuelve para ser testigo de la alegría del nacimiento del Rey del Cielo en cada persona que quiere recibirlo.

Cuenca, 13 de diciembre de 2015 y 24 de diciembre de 2022.


José María Rodríguez González. Profesor e  investigador histórico.

lunes, 12 de diciembre de 2022

El pesebre vacío

En esta Navidad busquemos llenar nuestra cuna de amor a los demás.

El domingo en las Petras, viendo el Belén, me encontré con el pesebre del portal vacío y ello me dió por pensar y ha dado pie a este pequeño artículo.
El Niño Dios viene cada año a este mundo a traer el Amor y no estaremos en esa onda mientras nuestro pesebre esté lleno del materialismo que nos acecha y lo aceptamos como parte de nuestra vida.
Portal de Belén del Convento de las Petras en Cuenca
17 de diciembre de 2017

El amor es el principio y fuente de la creación, porque el hombre fue creado por amor y para el amor. Todas nuestras acciones deben de ser encaminadas hacia él. El amor es lo que identifica a la persona porque la capacidad de amar es exclusiva del ser humano.
Tada persona debe de tener como principio fundamental el amor, un amor interior como fuerza permanente y como la meta para vivir, crecer y relacionarse.

En la actualidad hemos olvidado este término y lo hemos sustituido por el egoísmo de la posesión, olvidando el gran principio del amor que es darse a los demás en igual término que a nosotros mismos.
El que realmente ama es aquel que se da totalmente a sí mismo. Esto lleva implícito superar nuestros propios instintos y conquistar así la propia plenitud como persona. 
El hombre es la única criatura que Dios ha amado al enviar a su propio Hijo entre nosotros y el hombre no podrá encontrar su propia plenitud sin entregarse a los demás.
El egoísta es incapaz de amar. La madurez afectiva amplía la capacidad de amar, de salir de uno mismo para alcanzar la plenitud del Amor.

Nos han acostumbrado a creer que todo se puede comprar y vender, eso no es cierto. Hay realidades que no pueden ser ni compradas ni vendidas. El amor es una de ellas, basta un segundo para enamorarse, por que el amor es un regalo del Creador, y es que solo el amor da sentido a la vida, sin esperar nada a cambio. De esta forma es descrito por San Pedro: "El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia, no se irrita, no tiene en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1 Co. 13, 4-7).

El amar se convierte en el elixir poderoso que provoca respuestas y acciones, creando un estado donde no existe el miedo, ni el temor. Eleva al ser a un nivel de consciencia que le permite experimentar la comprensión, la entrega, sintiendo que se agranda la confianza en sí mismo. El vivir en el Amor llena de buena voluntad a todo aquel que lo abraza, creando en su interior un estado de consciencia elevado para recordar a todo aquel que lo vive, la razón de su Ser.

En esta Navidad busquemos llenar nuestra cuna de amor a los demás, busquemos, como los Reyes Magos, una estrella brillante y especial que nos guíe y hagamos un viaje a Belén en el espíritu, llenando nuestro corazón de sensibilidad y bondad como un regalo hacia los que nos rodean.

Tengamos una  Navidad llena de gozo y de Amor.

Feliz Navidad a todos.

Publicado en Cuenca, 18 de diciembre de 2017

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.



domingo, 11 de diciembre de 2022

El valor de la educación

Primar la enseñanza por encima de los intereses políticos

La educación es un derecho humano fundamental que todo el mundo debería tener, vemos como los políticos se benefician de este derecho en su provecho, cambiando las leyes cada vez que llegan al gobierno.

No caemos en la cuenta hasta que alguien nos señala con el dedo y nos saca los colores. ¿Cómo están nuestros estudiantes a nivel de conocimientos? En esta ocasión ha sido el informe PISA, una prueba reconocida internacionalmente cuyos datos de 2015, hace unos días salieron a la luz. Sobre una escala, donde la media es de quinientos puntos, España ha descendido desde el último examen tres puntos en ciencias (493), ha subido dos puntos en matemáticas (486) y ha mejorado en lectura con ocho puntos más (496). La muestra está realizada a más de 37.000 alumnos correspondientes a 980 centros españoles, siento esta la primera vez en la que participan todas las comunidades autonómicas con datos propios. En los datos se observa una gran diferencia entre el norte y el sur, con más de un curso y medio de diferencia entre los alumnos de Castilla y León, con 519 puntos en ciencias, mientras que los de Andalucía sólo obtuvieron 473 puntos.

Nuestra comunidad de Castilla La Mancha se encuentra en Ciencias, Matemáticas y Lectura en el centro de la tabla, concretamente en Matemáticas con 486 puntos nos vamos a la décima primera posición de las Comunidades españolas, pero por debajo de la UE con 493. En Lectura nos encontramos con 499 puntos en la octava posición por encima de la media española en tres puntos y cinco puntos por encima de la UE.

Estos datos del informe PISA ha dejado en España la imagen de una brecha de desigualdades dentro del territorio nacional que pone en tela de juicio la descentralización en competencias educativas. No ha faltado los que han intentado justificar tales datos con parámetros como gasto por habitante, de renta per cápita, de ratio de alumnos e incluso de inversión por PIB.

Es una pena que el sistema pedagógico lo defina la política cuando la enseñanza es más que un enfoque político. Creo que el éxito debe de emanar de un proyecto cultural donde se debe articular a la familia con la atención al profesorado, apreciando su responsabilidad y su esfuerzo, reconociéndose el compromiso profesional, vocacional y específico de los profesionales de la enseñanza. Apoyando los factores humanos como la motivación y la voluntad de perfeccionamiento en los alumnos. Dando el valor que se merece a una buena gestión. Tomando la enseñanza en serio, donde el rendimiento y el aprendizaje estén por encima del mero aprobado. Primando el aprendizaje y la enseñanza por encima de intereses políticos, sabiendo que una sociedad culta da: cohesión, estabilidad y fortaleza moral.

Cuenca, 12 de diciembre de 2016


José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

martes, 6 de diciembre de 2022

Luna llena del mes de diciembre. Luna Fría.

 Con esta luna se corona las largas noches del mes de diciembre. En el antiguo calendario Tibetano, el 1 de diciembre se celebraba el adviento del Nuevo año.

El año 2022 lo cerramos con la Luna Fría que se dará el día 8 de diciembre a las 5:08h será su máximo apogeo. Es obvio que el nombre de Luna Fría se debe a las bajas temperaturas que se dan en este mes. También se conoce con el nombre de la Luna de las Noches Largas, ya que es en este mes cuando se da la noche más larga del año. Coincidiendo con el solsticio de invierno. Esta luna se caracteriza porque tiene una trayectoria alta, debido a que está enfrente del sol muy bajo, lo que hace que parezca que está más tiempo sobre el horizonte. Esperemos que estos días el tiempo sea generoso y nos permita disfrutar de la Luna Fría con todo su esplendor.


Si sois amantes de los fenómenos astrales estáis en hora buena, pues serán dos lluvias de estrellas este mes: las Gemínidas, que se dará del 13 al 14 de diciembre y las Úrsidas que podremos observarlas del 21 al 22 de diciembre. Como veis con este fenómeno dará comienzo el invierno en el hemisferio norte, el solsticio de invierno, dando comienzo a la prolongación de los días y la mengua de las noches.

Cuenca, 6 de diciembre de 2022.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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Fuentes documentales:

SELENE. Mitología de la luna llena en la hoz del Huécar. 2010. José María Rodríguez González. Fundación Antonio Pérez. Cuenca.