miércoles, 30 de octubre de 2019

Festividad del 31 de octubre. Jesucristo Rey

    Dos festividades se nos aproximan, la de Todos los Santos y seguidamente la de Los Fieles Difuntos. Todos los años, el último domingo de octubre, manda el Papa que se celebre la fiesta de Cristo Rey. Este año aunque hoy no sea domingo bien vale hacer una reflexión sobre nuestras creencias religiosas. El 11 de diciembre de 1925, al cerrarse el Año Santo, publicaba Pío XI en la Encíclica Quas primas, monumento litúrgico a la realiza de Cristo más duradero que el bronce, que mucho tenía que ver con esta festividad.

La festividad de Cristo Rey se proponía por parte de los liturgistas, en un principio, en las siguientes fechas: el domingo que sigue a la Epifanía, a la Ascensión, al Sagrado Corazón. El Papa escogió el domingo que precede a la fiesta de todos los Santos, que son los nobles y grandes de este reino.

Cuando esta sociedad impulsa, por lo menos aparentemente, el ideal de la realiza humana, la Iglesia propone con toda solemnidad la realiza de Cristo. Y es que la soberanía de Cristo no tiene que ver nada con la de los hombres. Ni en su origen, ni en su base, ni en su fin tiene nada que ver con la de los reyes de la tierra. Más de una vez opone Jesús su reinado al de los hombres. “Mi reino no es de este mundo”, dice a Pilatos. “Si mi reino fuera como el de los hombres, yo tendría soldados que defendiesen en mi persona e impidieran mi entrega a los judíos” (Jn. 18, 36),

Cristo legisla para el corazón, porque sólo su mirada penetra hasta allá dentro: El premia o castiga las obras del corazón; El enjuga las lágrimas del corazón y El lo alegra e ilumina con los rayos del iris de la paz. Las fuerzas de las armas y de los ejércitos se estrellan siempre ante las puertas y las murallas del corazón humano. Ningún hombre, por grande y poderoso que sea, puede imponer a otro sus ideas y su voluntad. Los tiranos más prepotentes se han quebrado ante la virgen casta y creyente, que había consagrado la pureza de su corazón a Cristo. El homenaje más puro, más hondo y completo es el homenaje del amor. Ni César ni Napoleón pudieron con las armas ser amados. Cristo con la caña, con las espinas y con la Crus “atrae hacia sí todas las cosas”, es el Rey del amor. Por esto Cristo no es un Rey; es sencillamente Rey.

Cuenca, 31 de octubre de 2019.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.


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