Sucedió así y así lo cuento
Murieron aplastadas cuatro personas, tres de una misma familia en el año 1947
Me gustaba subir temprano a casa de mis abuelos por contemplar los amaneceres desde los ventanales del volado de la cocina que daba al barrio de San Martín. El Sol se alzaba por el Cerro del Socorro como bola de fuego iluminando la estancia hasta el balcón de la calle de Alfonso VIII. Mi día preferido, el Viernes Santo, porque a tempranas horas subía corriendo a su casa por ver ascender la procesión y observar la salida del Sol.
Vista desde el interior de una de las cuevas |
Una de esas mañanas, mi abuela Florencia, señalando con el dedo la subida del convento de San Pablo me decía: ves “Josemari” esas rocas caídas, pues allí murió una familia gitana hace unos años, se derrumbó la cueva donde vivían y los aplastó, alguno de ellos sigue allí sepultado. Pero que te lo cuente tu abuelo que lo vivió de cerca. ¡Sabino, cuéntaselo a tu nieto! Mi abuelo dejando lo que estaba haciendo, acercó una silla a la ventana y sentándose a mi lado me dijo: esto no es una leyenda, es la verdad de lo ocurrido, una desgracia poco sentida por la gente porque eran gitanos, no por ello debemos obviarlos, pues hemos de tener compasión y respeto, todos somos hijos de Dios.
Rocas desprendidas en el año 1947 |
Pues bien, el mes de diciembre de 1947 fue muy frio, los primeros días del mes llovió bastante y luego vino un frío intenso (9,4 grados bajo cero a las 6,15 horas y 12 grados a las 16,25 horas (*1)). Las rocas de la Hoz filtran el agua y al quedar congelada, por las bajas temperaturas, las rocas se resquebrajan ocasionando desprendimientos.
La noche anterior al suceso se despejó de nubes, luciendo en el cielo una Luna llena grandiosa que iluminaba toda la Hoz, dejando todo helado. La mañana del suceso amaneció con un Sol esplendido como hoy, comentó mi abuelo, y los hielos de la noche fueron desapareciendo lentamente, según avanzaba el día. Hasta la tarde, no cruza el Sol el cerro del Socorro, por lo que no empieza a dar su calor en la ladera Oeste de la montaña, donde estaban las cuevas del Puente de San Pablo. Sobre las cinco y media de la tarde y derretido el hielo, un enorme bloque de piedra se desplomó frente al kilómetro uno de la carretera de Palomera. Inmediatamente se tuvo conocimiento de que un número desconocido de personas encontraron la muerte en aquel lugar. El alud de rocas cayó al principio en un solo bloque, según nos dijeron testigos presenciales del hecho, produciendo un enorme estruendo que hizo templar algunas casas de enfrente. Al caer contra el suelo se partió deslizándose grandes trozos, uno de ellos, mayor de cinco toneladas rodó hasta la carretera de Palomera, formando una muralla cortando el paso, la casa de los arbitrios, allí situada fue materialmente aplastada como un terrón de arena. El desprendimiento se llevó consigo una torre de alta tensión dejando sin luz una gran parte de la ciudad, desde la calle del 18 de Julio hasta la estación del ferrocarril. En la noche del lunes toda esa zona permaneció a oscuras, hasta las últimas horas del martes no se pudo reanudar el servicio.
Entrada actual de una de las cuevas |
Mi curiosidad infantil me hizo exclamar ¿Qué fue de la familia? Mi abuelo prosiguió relatándonos y mi abuela Florencia y yo escuchábamos con toda atención.
Prosiguió mi abuelo; poco después de ocurrir los hechos se personaron los Gobernadores Civil y Militar, señores Del Valle y Coronel Muñoz; el Alcalde, Sr. Domínguez; el Teniente Coronel de la Guardia Civil, Sr. Miranda; el Comisario de Policía y el del Juzgado de Instrucción. También se trasladó el personal de guardia de la Casa de Socorro, formado por el Doctor Sierra y el practicante Sr. Pinós, para prestar los primeros auxilios. Mi amigo Pinós, según me contó asistió a un niño de 7 años, llamado Manuel Jiménez Mendoza, de una lesión en una pierna y a Manuel Franco y Franco de 27 años, de gran traumatismo en el pie derecho de pronóstico grave, por lo que fue hospitalizado.
Entrada actual de una de las cuevas |
Manuel contó que en la cueva estaba su familia cuando sucedió el desprendimiento. Visto lo cual se hicieron los trabajos oportunos para salvar las vidas de los que no hubieran muerto o rescatar los cadáveres de las víctimas.
Para estos trabajos los primeros en acudir fue el ingeniero Sr. Sanz Brunete y el ingeniero Sr. Allúe; el Arquitecto Municipal Sr. Torallas y el Aparejador, Sr. Ruiz. Con personal de Obras Públicas y brigadas de trabajadores del Ayuntamiento, se empezaron inmediatamente los trabajos para abrir paso a través de las rocas desprendidas hasta la cueva sepultada. Toda la tarde y durante la noche del lunes se trabajó ininterrumpidamente con peligro de la vida de los que allí estaban por el constante desprendimiento de pequeños trozos de roca. A las seis de la tarde no había esperanza de hallar alguno con vida. El sacerdote, párroco del Salvador dió la absolución a las víctimas en una sencilla ceremonia que en las circunstancias que rodeaban resultó sorprendente.
Interior de una de las cuevas de unos 29 m de caña |
Calixto Calvo Poyatos, encontró una grieta que daba acceso a la cueva y se prestó a entrar para auxiliar a las víctimas. Después de despejar de piedras la oquedad penetró en ella y con una linterna de carborundo, iluminó el siniestro lugar. Al recorrer el interior descubrió dos seres humanos, uno de ellos con toda seguridad mujer. Aseguró que el otro parecía un muchacho, aún respiraba. Ambos yacían bajo enormes piedras. Según las declaraciones de Calixto, el derrumbamiento no alcanzó al interior de la cueva, sólo de la mitad hacia fuera, quedando tapado el acceso.
A las tres de la madrugada, ya sin esperanza de salvar a nadie, por haber fallecido el único ser que respiraba, se suspendieron los trabajos para proseguir a las ocho de la mañana.
Toda la mañana del martes, bajo la dirección del Sr. Sanz, siguieron los trabajos hasta abrir por el acceso a la cueva, lo suficientemente amplio para acceder al interior. El espectáculo era dantesco, bajo grandes rocas aparecieron restos humanos terriblemente magullados. La masa ósea era imposible separarla y había que actuar con cuidado para evitar que las rocas rodaran y taponaran el acceso por lo que se descartó el uso de explosivos, desescombrando a mano.
Estado actual de la entrada a una de las tres cuevas existente |
A las cuatro y media se personó de nuevo el Juzgado en aquel lugar para ordenar el levantamiento de los cadáveres. Pero hasta las cinco y cuarto no pudo ser extraído el primer cadáver. Era el de una niña de tres o cuatro años, llamada María Franco, junto a ella un perro también muerto.
Un cuarto de hora después fue sacado otro cadáver; era también una niña de unos nueve años, llamada Teresa, hija de un amigo. Por su postura parecía haber sido sorprendida por la muerte cuando estaba sentada.
A las seis en punto se extrajo el cadáver de una mujer de unos treinta años, llamada Francisca, natural de Socuéllamos, esposa de Manuel Franco, natural de Requena, de oficio trapero. Hubo dificultades para liberar su cadáver de las rocas, pues su brazo derecho estaba aprisionado por un enorme bloque de piedra. Bajo él se descubrió el cadáver de una niña de un mes, llamada Piedad, no pudiéndose rescatar por miedo a que se viniera todo abajo, allí sigue sepultada. Por su postura parece ser que la madre quiso cogerla en el momento de la catástrofe pero no llegó a conseguirlo, pereciendo las dos.
Panorámica desde la entrada de las cuevas |
Por lo visto, Manuel Franco estaba de pie y al oír los ruidos del desprendimiento de la roca salió a ver qué sucedía. Le dio tiempo a retirarse unos metros, una piedra le rozó en la pierna mientras veía como los suyos desaparecían bajo la montaña que se les vino encima. A Manuel se le amputó la pierna y tras el suceso se intentó abrir una suscripción para proveerle algunos recursos (*2)
Ingeniero Sr. Allúe nos dio su explicación de la causa del derrumbe: “La primera helada fue la causa del desprendimiento de las rocas. El agua que llenaba una gran grieta se heló, con el consiguiente aumento de volumen y esto hizo de cuña expansiva ocasionado el deslizamiento de las rocas”.
Esto fue lo que sucedió según la crónica de los periódicos de la época. Ayer, domingo día 27 de abril de 2014, después de 67 años de los hechos narrados, me personé en el lugar para comprobar el estado en que se encontraba el paraje, pues desde el relato de mi abuelo jamás había estado. Me encontré que las cuevas existen y se puede acceder a ellas por detrás de las grandes rocas que se ven desde la carretera de acceso al Parador de San Pablo, testigo de ello son las fotos que aporto al relato de los hechos. Espero que esta crónica sirva para entender y saber lo acaecido en su momento en este paraje emblemático frente a las Casas Colgadas y el Puente de San Pablo.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico
Cuenca, 4 de mayo de 2014
Notas históricas obtenidas del periódico “Ofensiva” nº 577 de 11 de diciembre de 1947
(*1) Datos facilitados por el Observatorio Meteorológico de esta capital a la “Ofensiva”.
(*2) En la “Ofensiva” del 11 de enero de 1948, un católico pide al Director del periódico que abra una suscripción popular, para que los conquenses generosos y de buen corazón, ingresen sus donativos para que este hombre pueda rehacer su vida tras perder a su familia.
yo habia oido algo pero no me sabia la historia
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