El 21 de junio, noche mágica solsticial
Cuando el pueblo pierde su
religiosidad tiende a la adoración de los astros como en los principios de la
humanidad.
Hoy me he puesto a buscas el
significado de solsticio en mi viejo Larousse, olvidado en la estantería, ocupa
un puesto de consideración en él, en otras épocas más utilizado que en la
actualidad, la comodidad de internet lo ha relegado casi al olvido. Entre sus
hojas encuentro el significado de solsticio: “Época del año en la cual el Sol,
en su movimiento aparente sobe la eclíptica, presenta su mayor alejamiento del
ecuador”.
En su movimiento aparente
alrededor de la Tierra, que, efectuándose en el plano de la eclíptica, presenta
una inclinación respecto al ecuador, la declinación del Sol es boreal y siempre
creciente durante la primavera, que empieza hacia el 21 de marzo; después
decrece constantemente durante el verano, que termina hacia el 22 de
septiembre. Hacia 21 de junio, la declinación para por un máximo, y luego
decrece. Este máximo se produce muy lentamente, de forma que, durante muchos
días, el Sol parece tener la misma declinación y elevarse paralelamente sobre
el horizonte: el momento en que está en el máximo es el solsticio de verano. De
igual manera el solsticio de invierno, la máxima declinación austral del Sol.
La situación se invierte en el hemisferio sur. Concepto real pero no nos
explica el comportamiento humano del momento.
La celebración social de este día
es tan antigua como la misma existencia del hombre. El corto conocimiento de
los hechos hacían creer que después de esta fecha el sol o volvería a su
esplendor al hacerse los días más cortos a partir de éste momento. Ello
conducía a realizar hogueras y ritos de fuego para ayudar al sol a mantener su
poder y su energía. Se encendían fogatas en lo alto de las montañas, a la
orilla de los ríos, en las puertas de las casas y se organizaban procesiones
con antorchas desde las alturas a los valles. De bailaba y saltaba alrededor
del fuego como purificación y protección de los malos espíritus para asegurar
el renacimiento del sol.
A estos días de solsticios, 21 y
22 de junio, en los mitos griegos encontramos que se les denominaba “puertas”,
los helenos los llamaban “puertas de los hombres” y al solsticio de invierno,
los días 21 y 22 de diciembre, le llamaban “la puerta de los dioses”.
No se sabe con certeza cuando se
inició estos ritos. Uno de los antecedentes podemos hallarlo en el pueblo celta
con la festividad de Beltaine (fuego bello) que se celebraba a primeros de mayo,
se encendían hogueras que eran saltadas con pértigas por los jóvenes del
poblado. Los druidas hacían pasar al ganado por las ascuas como purificación y
protegerlos de las enfermedades y parásitos y rogaban a su dios para que el año
fuera fructífero sacrificando un animal para que sus plegarias fueran oídas.
Los griegos festejaban al dios
Apolo de igual manera, encendiendo hogueras de carácter purificador. Los romanos
la festividad era dedicada a la diosa Minerva, fiestas con fuego y que era
costumbre saltar tres veces sobre las llamas.
El cristianismo recicló los
viejos cultos estableciéndose la noche de San Juan, no faltan las leyendas
fantásticas en esta noche. Se dice que es un momento de magia donde se abren
las invisibles puertas del “otro lado del espejo” permitiéndose el acceso a
grutas, a los castillos y los palacios encantados. Es una noche que se carga de
un ambiente sobrenatural que impregna cada lugar mágico de la Tierra. Es un
momento ideal donde los relatos se cuentas alrededor de la hoguera y la familia
escucha a los abuelos contar sus historias llenas de amor.
Abramos en esta noche nuestro
corazón a la imaginación, a la ilusión y a fantasía, viendo la Luna llena que
nos ilumina en esta noche mágica donde no existen puertas para la imaginación.
20 de junio de 2016
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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