miércoles, 19 de julio de 2017

No hay salvación sin cruz


Los principios de la difusión de la fe cristiana.

El punto de partida del cristianismo reposa sobre el misterio de la Resurrección. Este acontecimiento insufla a los primeros discípulos de Cristo, desanimados por la muerte ultrajante de su maestro, la fe y la energía necesaria para responder a la llamada del Resucitado: “Id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado” (Mt. 28, 19.20). Esta frase se reconoce la verdadera carta fundacional de la Iglesia.

Ateniéndonos a lo expuesto los encargados de extender la enseñanza de Cristo correspondió a los apóstoles designados por el propio Jesús.

Éstos fueron doce: Simón, a quien puso también el nombre de Pedro; Andrés, su hermano; Santiago (el Mayor) y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo Y Tomás; Santiago, hijo de Alfeo (el Menor), y Simón, llamado el Celador; Judas, hijo de Santiago y Judas Iscariote que fue el traidor (Lc. 6, 14-16). Después de su traición, este último fue reemplazado por Matías (Hch.1,26). A estos nombres hay que añadir los de Bernabé y Pablo, que recibieron la misión de evangelizar a los paganos (es decir, a los no judíos, llamados gentiles). Pablo, especialmente, que no había sido discípulo en vida de Jesús, y que incluso había luchado contra los primeros cristianos, se convirtió, después de su visión de Cristo en el camino de Damasco, en un evangelizador infatigable y fuera de lo común. Llamado el Apóstol de los Gentiles, fue el artífice principal de la expansión del cristianismo hacia el mundo griego, y su papel fue primordial en el nacimiento del cristianismo.

Estas primeras generaciones de cristianos fueron determinantes, llamado periodo apostólico, que terminó con la desaparición del último discípulo director de Cristo, hacia los años setenta. El martirio de Pedro y de Pablo en Roma se sitúa durante la primera persecución anticristiana desencadenada por Nerón, después del incendio de Roma en el año 64, y la destrucción del templo de Jerusalén se remonta al año 70.

Los apóstoles estaban revestidos del Espíritu Santo, es por ello que la tradición les concedió una importancia fundamental a sus acciones, relacionando, los escritos de los primeros siglos, con un apóstol particularmente o con alguno de sus discípulos directos.

A lo largo de la historia los apóstoles han sido representados en el mundo artístico con los atributos de su martirio. La pintura de todos los apóstoles la encontramos en la sala Capitular de la Catedral de Cuenca. Se trata de una serie de lienzos espléndidos, de gran tamaño. El orden en que están colocados es: A la derecha del Salvador tenemos  a San Pedro, San Andrés, San Juan, Santiago el Menor, San Bartolomé, San Simón y San Matías. A la Izquierda, San Pablo, Santiago el Mayor, Santo Tomás, San Felipe, San Mateo, San Judas. Todos ellos con sus correspondientes atributos y con el nombre en los pies del cuadro. Estos cuadros son atribuidos al pintor conquense Cristóbal García Salmerón, a excepción del cuadro del Salvador y San Matías que son atribuidos al pintor italiano Pedro Páez.

Si repasamos la historia veremos que los seguidores de Cristo no terminaron bien, no es sencillo seguir los principios enseñados por Él. Los primeros apóstoles fueron martirizados, San Mateo, sufrió el martirio en Etiopía, muriendo con una herida de espada. San Marcos, murió en Alejandría, Egipto, después de haber sido arrastrado por caballos por las calles hasta morir. San Lucas, fue ahorcado en Grecia como consecuencia de su tremenda predicación a los perdidos.

San Pedro, fue crucificado en una cruz invertida, así fue por que pidió a sus torturadores que era indigno de morir de la misma forma que su Maestro. Santiago fue arrojado al vacío desde más de cien metros de altura, desde el pináculo suroeste del templo, por negarse a renegar de la fe de Cristo. Al ver que seguía con vida después de la caída, fue golpeado hasta su muerte.

Santiago el Grande, hijo de Zabedeo, fue decapitado en Jerusalén. Bartolomé, también conocido como Natanael, fue misionero en Asia y Turguía. Fue martirizado por su predicación en Armenia, donde fue desollado a muerte por un látigo.

San Andrés fue crucificado en una cruz de forma de X en Patras, Grecia, después de haber sido azotado severamente y atados con cuerdas para prolongar su agonía. Cuando fue crucificado saludo a sus  martirizadores con estas palabras: “Durante mucho tiempo he deseado y esperado esta hora feliz”.

San Tomas fue atravesado por una lanza en la India durante uno de sus viajes misioneros. San Judas fue muerto a flechazos como se negó a renegar de su fe en Cristo. San Matías, fue apedreado y luego decapitado. San Pablo, fue torturado y luego decapitado por el emperador Nerón en Roma, en el año 67.

San Juan sufrió el martirio cuando fue puerto en un enorme cazo con aceite hirviendo, durante la ola de persecuciones en Roma; sin embargo, fue milagrosamente librado de la muerte. Juan fue condenado a vivir en la isla de Minas, en la Isla prisión de Patmos. Aun habiendo sufrido martirio fue el único que murió de muerte natural pero con las secuelas que le dejó el aceite hirviendo.

Cuenca 19 de julio de 2017

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

domingo, 16 de julio de 2017

Nuestra Sra. Del Carmen. Día 16 de Julio


En la monumental iglesia madrileña de San Francisco el Grande se guarda un óleo celebrado de Manuel Domínguez. Pertenece el lienzo a la categoría de los cuadros llamados simbólicos por ser sus personajes representativos no singulares sino de colectividades. 

En el trono del Altar se sienta airosa la Madre del Carmelo con rozagante vestiduras y estrellada diadema. Lleva en brazos al Santo Niño, portador del bendito escapulario de la Orden. Ofreciéndoselo bondadosamente a San Simón Stock, prior general del Carmen, que aparece arrodillado y con los brazos extendidos en ademán suplicante; a él debemos los cristianos el maternal carisma de María al obtener para sus devotos tan soberano talismán. 
Oleo de Manuel Domínguez
Iglesia Madrileña de San Francisco el Grande

De pie al lado del Santo General, está una virgen cristiana con atributos de pureza y coronada de rosas como las desposadas de Cristo. Y al lado opuesto un santo Prelado devoto con capo aluvial, postrado reverentemente, y junto a él dos personas subalternas: un monje soldado -quizá caballero del Monte Carmelo- que sostiene una cruz precesional, y un apuesto doncel que maneja el incensario con honor de la Virgen Madre.

Sólida y popular devoción la de Nuestra Señora del Carmen. A Ella se encomiendan todos los cristianos, vistiendo su santa librea y atemperando sus costumbres a lo que el diminuto hábito significa. La gente del mar la tiene por Patrona venerada y eficacísima en los maremotos y naufragios. Una secular experiencia, dolorosa a veces, les vincula invenciblemente a tan amada patrona. A ejemplo suyo, todos, pues todos navegamos místicamente por el mar proceloso de este mundo, escojámosla de guía en la ruta; sea ella nuestro faro desde el puerto y estrella polar en la travesía. Con su auxilio, bajo el ampara de su luz, arribaremos felizmente a eternales playa, seremos cumplidamente felices.

Cuenca, 16 de julio de 2017


José María Rodríguez González 

jueves, 13 de julio de 2017

La batalla de las Navas de Tolosa. Punto culminante de la Reconquista


Don Alfonso determinó presentar batalla el lunes, 16 de julio de 1212 

Vivencias con mi abuelo

Estaba de vacaciones escolares y el día se hacía algo pesado en casa, así que sin más me puse en marcha hacia la parte alta para desayunar en casa de los abuelos. Cuando llegué mi abuelo no se había levantado, el sol culminaba el Cerro Socorro. Llené los botijos en la fuente del portal de la casa (pues en esos años aún no había agua en los pisos), mientras la abuela calentaba la leche que momentos antes había traído la lechera a la puerta.

Daban las diez de la mañana en el reloj de Mangana cuando terminamos de comernos las típicas magdalenas de la Sagrario. Más tarde salíamos de casa rumbo a la Barbería de Maeso, para que afeitaran a mi abuelo. Saludando a María la quiosquera; a Severino, el de la tienda de ultramarinos y a cuantos se nos cruzaban en nuestro camino.

-¡Buenos días Sabino!- saludó el señor mayor que regentaba la barbería. Después de unas conversaciones banales sobre el tiempo, un cura vestido de sotana que esperaba turno dijo: “hoy, 16 de julio fue cuando tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa, también llamada por las árabes como la batalla de AI-Ugab, que tuvo lugar en Santa Elena en el año 1212 y enfrentó a los cristianos, bajo el mando de Alfonso VIII de Castilla, en compañía de los reyes de Aragón, Pedro II y el de Navarra Sancho VII, contra las tropas del califa musulmán Muhammad An-Nasir. En virtud de esta victoria conseguida más que por el valor de los escuadrones por el poder de la Santa Cruz por cuya honra se instituyó la festividad que hoy jubilosamente celebra la Iglesia”.

-¿Pero sabía Ud. Que el relato de la batalla y victoria lo escribió D. Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, que se halló presente junto al Rey Alfonso VIII y que fue el mismo Rey quien escribió al Papa Inocencio III dándole cuenta de la batalla y del triunfo de los cristianos?- 
-Sabino, no sé cómo te las arreglas pero siempre tienes que ser tu quien quede por encima de todos-. Más vale que se la cuentes de pico a rabo a tu nieto- habló el cura.
-Así haré cuando salgamos de aquí, porque de alguna manera hemos de pasar la mañana- contestó mi abuelo.

Salimos de la barbería y nos fuimos a la plaza de San Nicolás, que se estaba fresquito, nos sentamos en uno de poyos del muro y comenzó a contarme.
Lo primero que hay que analizar en una guerra son las causas y la causa siempre suele ser uno de los pecados capitales el orgullo, por norma. El califa Muhammad se jactaba de la victoria lograda en Alarcos en 1195 y pensaba que fácilmente lograría hacerse con toda la península por la debilidad de los ejércitos cristianos. Por la otra parte el rey cristiano, juzgó que era el tiempo más favorable para juntar todas las fuerzas de sus reinos  devolver la honra y gloria y reprimir el furor de los árabes, para ello solicitó al Papa Inocencio III apoyo. Así tanto eclesiásticos como seglares aprobaron la determinación del monarca, iniciando los preparativos de la guerra. 
El Papa concedió Cruzada otorgando gracias e indulgencias de igual clase que a los cruzados de Tierra Santa, siendo el Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo Jiménez de Rada quien consiguió del Papa tales beneficios. Se predicó por Francia y Alemania la cruzada para solicitar ayuda y favor de los príncipes cristianos de toda Europa, diciendo que el rey moro había blasfemado de la Cruz y amenazaba con entablar batalla con cuantos la adoraban para extinguir su culto y veneración.

El Papa ante tales blasfemias mandó ayunar en Roma a pan y agua durante tres días y hacer una devota y solemnísima procesión en la cual fue él mismo con los pies descalzos.  A ejemplo del Pontífice, todos los cristianos multiplicaron las penitencias y oraciones con el mismo fin.
En España el Rey mandó que se imitase a Roma y en todos los pueblos y ciudades se hicieron rogativas públicas y procesiones de penitencia para implorar el auxilio de Dios.
Grandes compañías y muchos prelados junto con señores principales llegaron a España de Francia y de Italia para sumarse al ejército del rey Alfonso de Castilla.

Se completó un numeroso ejército, en primer lugar con los hijos del pueblo de Castilla que tenían edad para luchar y junto con el Rey de Castilla, los de Aragón y Navarra. De los reinos europeos vinieron como cincuenta mil infantes con doce mil caballos, de Portugal fueron enviados numerosos soldados y muchos de ellos voluntarios. El rey de Aragón, D. Pedro aportó veinte mil infantes y tres mil quinientos caballos.

Se juntaron todos los ejércitos en Toledo y como la ciudad resulto pequeña se habilitó campamentos de tiendas por las vegas y campos de las riberas del Tajo. El rey estableció un sueldo según su grado y mandó abastecer de víveres a todo el ejército. Cuenta la crónica escrita por el Arzobispo, que llegaron a Toledo sesenta mil carros de víveres y pertrechos (armamento) de guerra.
Estando el ejército bien alimentado y con la esperanza del copioso botín, más fortalecidos con las muchas gracias e indulgencias otorgadas a esta cruzada, salieron de Toledo en busca del enemigo el 21 de junio de 1212, este ejército que era el más lucido que jamás Castilla había dispuesto, a su paso sembraba el espanto y el terror, así se vió en Malagón que los moros de la guarnición se refugiaron en la fortaleza, pero fue inútil pues fueron allí apresados y pasados todos a cuchillo, otro tanto pretendieron hacer en Calatrava por que estaban ansiosos de acabar con los moros, pero los jefes se opusieron a que se cometiera otra matanza como la de Malagón, así que se les perdonó a vida a los que se rindieron.

Para estrechar lazos de amistad se permitió a las tropas extrajeras repartirse el botín obtenido en estas plazas.

Poco duraron estas bondades pues ya fuera por el riguroso calor, las muchas enfermedades entre la tropa o por que se cumplieron los cuarenta días de los servicios señalados a quienes de fuera de nuestras fronteras vinieron a alistarse a las filas cristianas, lo cierto es que determinaron regresar a su tierra apenas comenzada la campaña.

–Qué bien así yo también hubiera ido-  contesté metido en el relato que nos hacía mi abuelo. A nosotros se unió el chico de la santera de San Nicolás que era de mi edad. ¡Calla! Dijo mi abuelo y escuchad que ahora viene lo bueno.

La partida de los extranjeros no desanimó a los nobles, pues confiaba nuestro Rey Alfonso más en Dios que en los ejércitos que disponía. No todos se marcharon, ni Arnaldo, Obispo de Narbona, ni Teobaldo Blascón, Obispo de Poitiers, originarios de Castilla se marcharon, viendo con malos ojos la cobardía y determinación de aquellos que prometieron antes perder la vida que abandonar la lucha por esta causa tan justa, la de defender la Santa Cruz, se arrepintieran de lo jurado tan pronto.

Sabiendo el Califa Muhammad del desaliento en el que había quedado el ejército cristiano al haberlo abandonado las compañías extranjeras, cobró aliento y determinó dar la batalla.

Sosegados ya estos contratiempos, pasaron adelante los cristianos y llegaron a Alarcos, lugar que abandonaron los moros por no tener la plaza guarnición. Aquí se juntaron con el rey D. Sancho VII de Navarra con su ejército, su llegada levantó el ánimo a la tropa, aumentando nuevo entusiasmo, prosiguieron el camino conquistando todas las fortalezas de los moros de aquellas comarcas a su paso.
Finalmente llegaron al pie de Sierra Morena, al puerto de Muradal o Almuradiel. Los caminos se tornaron ásperos y angostos y los moros lo habían sembrado de guijarros, abrojos y cascos de acero para que los caballos tuvieran dificultad en mantenerse en pie a su paso.
Llegaron al Califa noticas de que D. Alfonso se acercaba y retrocedió con sus tropas hasta Baeza y allí mandó tropas que atajasen el paso de los cristianos en el desfiladero de las Navas de Tolosa por donde necesariamente tendrían que pasar.
-¿Qué pasa Abuelo que en el desfiladero se los quería cargar el moro?- Dije cargado de razón.
-Escuchad y veréis como pensaba el Califa Muhammad- contestó mi abuelo.
Esta disposición prometía al moro una de estas dos ventajas: o la destrucción del ejército cristiano por falta de "bastimento" (provisiones) si permanecía parado o la victoria completa si se arriesgaba a cruzar aquel estrechísimo desfiladero.

Lo que pensaba el moro también lo penaba nuestro Rey, así que buscó consejo de los capitanes más expertos para resolver el duro trance que se les presentaba. Pensaron en volver atrás y buscar lugares más accesibles pues era temerario el cruzar por el desfiladero.

Para el rey el volver atrás era una cobardía. En su corazón abrigaba la esperanza que el Señor no abandonaría a los cristianos en aquel apurado trance. Determinando seguir adelante y así alentó a los soldados para que confiasen en la Providencia.

Al determinar seguir adelante, D. Diego López de Haro, envió a su hijo D. Lope, con una escuadra de soldados para que inspeccionaran el camino. Trepando por los angostos lugares consiguieron apoderarse de la fortaleza de Castro Feral, a la parte oriental de las Navas arredrando a los moros que lo guarnecían. Pero cuando se trató de llegar al formidable paso de la Losa, clave de aquellos montes y desfiladeros decayó el ánimo. No se podía luchar contra las dificultades naturales del terreno estrecho y fragoso, defendido además por la situación ventajosa de los contrarios, perdiendo toda esperanza de seguir adelante.

Don Alfonso oía y veía todo el desaliento surgido entre los suyos, pero él en su corazón confiaba más que nunca en Dios, por las noches se quedaba a orar ante su altar portable que siempre montaba en sus campamentos. El cielo oyó al fin la oración del monarca y apareció un pastor llamado Martín "Halaja" que conocía todas las veredas de aquella escabrosa tierra.

-Te has equivocado, el pastor Martín "Halaja" es el de Cuenca- le dije a mi abuelo.
-Cierto pero también aparece en esta crónica por que Martín resultó ser un ángel venido del cielo- dijo mi abuelo.

Lo cierto es que se presentó al rey y se ofreció a guiar a todo el ejército por la ladera del monte sin que recibiesen daño alguno. Esta propuesta dió origen a diversos pareceres entre los capitanes que desconfiaban.

Determinaron que primero sólo algunos valientes lo siguieran. Se eligieron a D. Diego López de Haro y D. García Romeu, caballeros aragoneses. Paso poco tiempo cuando volvieron al campamento afirmando lo que el pastor había dicho, la  senda era segura y cómoda y por ella llegaban fácilmente a un valle ancho capaz de albergar a todo el ejército, era las Navas de Tolosa. Otra vez cundió el júbilo entre las huestes castellanas brotando la alegría. De esta manera D. Alfonso plantó sus reales en un llano a vista del enemigo. Más viendo que su gente se encontraba cansada tras la subida de tan áspero camino, dió orden de que por dos días acamparan en aquel lugar, alimentaran bien a soldados y caballos para recobrar aliento y entrasen en días posteriores con valor a la contienda.

El califa Muhammad, arrogante, pensó que las tropas castellanas le temían y albergaban cierta cobardía por lo que envió mensajeros a Jaén de que comunicaran que tenía cercados a los tres reyes cristianos.

Don Alfonso determinó presentar batalla el lunes, 16 de julio. Llegada la noche del domingo, todos se dispusieron a la lucha con la confesión y comunión, cobrando con este divino manjar fortaleza y valor irresistible.

El Rey se dirigió a su ejército con estas palabras: “Bien sabéis, oh valerosos soldados que injustamente y contra derecho ocuparon esos moros nuestras tierras. Sabéis que por la fuerza fueron ya despojados de casi todos los usurpados dominios. Esta batalla será su total ruina o renovará nuestras antiguas cadenas. La justicia, la razón y el auxilio del Señor están a favor nuestro. No nos queda sino la esclavitud o el triunfo; pelead con valor y fortaleza”.

La batalla comenzó con gran ímpetu y valor por una y otra parte. Tres veces cargaron los cristianos con esforzado arrojo sin lograr desbaratar los escuadrones enemigos. Parecía luego que la victoria se inclinaba del lado de los moros. Dijo entonces Don Alfonso al arzobispo Don Rodrigo:
-Ea, Arzobispo, muramos aquí yo y vos- Diciendo esto quiso adelantarse a lo más peligroso de la batalla. Pero lo detuvo el Arzobispo y le respondió: - No quiere Dios que aquí muráis, antes habéis de triunfar.

En esto se adelantó el último escuadrón y cargó contra los moros con tanto valor y esfuerzo, que levantó el ánimo en todo el ejército cristiano. Finalmente desmayaron los moros, huyendo en precipitada fuga alcanzando los cristianos la victoria.

Levantándose mi abuelo del poyo de piedra, dijo así sucedió todo, pero hay más. Hay quien cree que al empezar la batalla apareció en los cielos una cruz resplandeciente de varios colores, con cuya vista se alentaban los cristianos y atemorizaban los infieles; pero de este suceso no hacen mención ni el arzobispo Don Rodrigo ni el rey Don Alfonso en su carta al Sumo Pontífice. Lo cierto es que la cruz que el canónigo  de Toledo, llamado Domingo Pascual, pasó por todos los escuadrones de los moros sin daño del que la llevaba, aún lloviéndole de todas partes innumerables saetas. La ayuda del cielo era manifiesta. Perecieron en la pelea más de cien mil moros y veinticinco o treinta cristianos, según dice el rey Don Alfonso en su carta al Papa Inocencio III. Para memoria de este hecho se instituyó la fiesta del “Triunfo de la Cruz”.

Esa mañana comprendí que una cosa es cierta, que si quieres conseguir algo en esta vida hay que seguir el lema de: “A Dios rogando y con el mazo dando.”

Cuenca, 16 de julio de 2017


José María Rodríguez González. 

A un gran pintor y amigo. Oscar Pinar

Sus restos mortales se encuentras en el tanatorio de la Alameda y el funeral está previsto para el jueves, día 13 a las 18.00 horas en la Iglesia del Salvador.


No hace ni una semana que nos saludamos por la Plaza de la Hispanidad. Son muchos años los que he disfrutado de su amistad. Hombre servicial y cordial. Siempre me acuerdo de sus palabras en cierta ocasión, cuando me dijo: “los pintores podemos embellecer el paisaje pero vosotros los fotógrafos no os queda más remedio que sacar la realidad existente”.

Oscar se definía como un pintor vitalista y con modernas ideas, pintaba siempre paisajes de su tierra y fue un gran promotor de Cuenca por toda la península. Me gustaban sus cuadros de “Reflejos del Júcar en otoño”, fue un hombre que mantenía sus raíces muy presentes en sus obras.

Una de sus últimas exposiciones en el Museo de la Semana Santa de este año, la tituló: “Semana Santa por las calles de Cuenca”, declaraba en la Tribuna que llevaba pintando la Semana Santa desde los 12 años y que de niño llegó a dibujar todos los pasos en un cuaderno todos los pasos de la Pasión Conquense. Gracias a su obra nazarena la Semana Santa conquense fue conocida en lugares tan variopintos como: Toledo,  Valencia, Zamora, Balaguer y París.

Le gustaba pintar diversas panorámicas de los lugares donde exponía, le agradaba dejar alguna huella de los sitios por donde pasaba recreando alguno de los rincones más pintorescos de esas ciudades que visitaba, decía: “En cada cosa que pinte, hay que ser característico”.

Tus palabras convertidas en lecciones que nos dejaste en tu vida, son tan valiosas como lo fue tu gran amistad que siempre nos brindaste a cuantos tuvimos la suerte de conocerte y tratarte. Fuiste una persona ejemplar, un amigo irreemplazable, tu pérdida deja un vacío en cada corazón de las personas que te conocimos.
Después de estos años de amistad, te fuiste repentinamente, sin avisar, ni dar indicios de nada, es muy doloroso el tener que aceptar que dejamos de contar con tu presencia, pero ten por seguro que siempre contaremos con el grato recuerdo de haberte conocido. Siempre te tendremos presente. Descansa en Paz.

Cuenca, 13 de julio de 2017


José María Rodríguez González

domingo, 9 de julio de 2017

A la muerte de un amigo.


Dedicado a Teodomiro Ibáñez, para los amigos Teo.

Hoy hemos despedido a nuestro buen amigo Teo. Son muchos los años que nos ha unido la amistad, desde aquellos años noventa, en el Centro de Profesores, donde fue la primera vez que nos conocimos, en el Seminario de Fotografía que Coordinaba. Desde ese tiempo hemos venido manteniendo una relación de amistad. En estos momentos tengo la mente llena de recuerdos imborrables de los buenos momento que hemos compartido en las Jornadas Romanas, donde me animaste a ser parte de ellas con mis trabajos y exposiciones. Cada dos años llevábamos una. La que más nos gustó fue la de “Los rostros romanos de la Catedral de Cuenca”, exposición que estrenamos exclusivamente para Valeria.
Teodomiro Ibáñez

Hacer amigos no es sencillo y conservarlos menos, pero tú has estado siempre ahí en cada momento, en mis presentaciones de libros, en las exposiciones, en el Premio Glauca, y en tantos momentos en los que hacía alguna intervención. Gracias por tu cariño y comprensión. Una vez que llamamos a alguien “amigo” sabemos que por siempre ocupará un espacio en nuestro corazón.

Sé que estabas sufriendo mucho pero luchaste con valor. Dios te premia con el descanso Eterno. Volaste raudo cual ave de paso dejando en nosotros el recuerdo de tu dedicación por hacer de tu pueblo un lugar entrañable, digno de ser reconocido como cuna romana en nuestra tierra, hoy cientos de personas reconocían tu dedicación y trabajo, familia, políticos, vecinos de tu pueblo y sobre todo amigos, muchos amigos que han querido estar presente en tu despedida.

Se dice que los buenos amigos son los hermanos que podemos escoger y los llegamos a querer tanto que son como parte de nosotros mismos, tu has sido uno de ellos.

Ten presente Teo que nunca podremos olvidarte por haber sido una persona maravillosa, todos los que llegamos a conocerte debemos sentirnos muy dichosos por los buenos momentos que pudimos compartir contigo. Siempre estarán vivo en el corazón de tus amigos. Que el Señor te tenga en su Gloria. Descasa en Paz.

9 de julio de 2017


José María Rodríguez González.

miércoles, 5 de julio de 2017

Esteban Jamete, El Miguel Ángel del Renacimiento conquense


Esteban Jamete, el día 8 de julio de 1558, salió de la cárcel de la Inquisición, 

haciendo 459 años de este hecho.


Hoy toca hablar de Esteban Jamete. En toda investigación que llevo a cabo me gusta estudiar a los  personajes de los que analizo su obra, ello me abre muchas pistas de su trabajo. En esta ocasión me ha tocado Esteban Jamete, hombre del que se ha dicho que tenía unas manos prodigiosas pero un carácter terco y violento.
Fue juzgado por la Santa Inquisición y condenado. Estuvo en la cárcel tres veces, en 1536 en Burgos y en los años 1550 y 1555 en Cuenca.

Capilla de Santa Elena
Catedral de Cuenca
Si hoy hablo de él es porque un día como hoy,  el 8 de julio de 1558, Esteban Jamete salió de la cárcel, haciendo 459 años de este hecho. Fue detenido en el pueblo de Castillo de Garcimuñoz, donde estaba trabajando, el 4 de abril de 1557 y el día 6 de abril entraba en la cárcel de la Inquisición de Cuenca. Fue acusado de: “haber dicho perpetrado y cometido muchos delictos heréticos feos y escandalosos contra nuestra santa fee católica.”

Se le imputó que entorpecía las prácticas religiosas de su esposa, que blasfemaba, que juraba en el nombre de Dios, que se burlaba de los rezos y de las misas por las ánimas del purgatorio, que comía carne en días que estaba prohibido, que tenía un libro de nigromancia, etc.

Los testigos que declararon en su contra fueron sus propios compañeros de trabajo, sus colegas, indudablemente movidos por cuestiones personales, envidia y celos profesionales. Declarando en su defensa, en su mayoría, clérigos y descendientes de judíos conversos. Lo defendió el Doctor Eustaquio Muñoz.

Fue declarado: “hereje apostata factor y encubridor de hereje”. Su sentencia fue leída en el "Auto de Fe" que se celebró en la Plaza Mayor de Cuenca, el 15 de mayo de 1558. La sentencia decía: “Teniendo en cuenta su arrepentimiento, el Tribunal le admitió a reconciliación, le condenó a tres años de cárcel y a llevar puerto el sambenito (*) durante ese tiempo, también le obligó a oír misa en la Catedral, a ir los sábados en romería a la Virgen del Puente y confesar y comulgar las tres pascuas el resto de su vida.


Todos portamos un “sambenito” y como no es de extrañar Jamete lo tenía, no es justificable que agrediera a su segunda mujer en varias ocasiones, a la que llegó a herirla gravemente, pero poco se ha dicho de la mujer, se llamaba María Hernández de Castro, con la que contrajo matrimonio en el año 1555, de la cual se decía que era deshonesta, con ello se quiere decir que “daba su cuerpo a quien se lo pedía”, con ello no quiero justificar el comportamiento de Jamete con ella.

Pórtico de la Gloria. Arco Jamete
Catedral de Cuenca
Cuando llego a Cuenca, en abril de 1545, se relacionó con los más afamados artistas que en esos momentos trabajaban en la ciudad, como el rejero Hernando de arenas, el pintor Martín Gómez, el platero Francisco Becerril, el vidriero Giraldo de Holanda y los escultores Giraldo de Flugo y Pedro de Villadiego.

Jamete fue un gran escultor, como lo demuestran sus obras, creando oficio y exquisita calidad, en algunas de sus obras se ve reflejada la influencia del Felipe Vigarny y de Alonso Berruguete. Tuvo de aprendiz al mismo hijo de Juan de Juni (uno de los mejores escultores que hubo en España en el siglo XVI), Isaac de Juni que decía de él: “Que después que él estaba ya algo encendido de vino trabajaba mejor en su arte que no antes”.

Muchos de sus obras fueron destruidas tras la Guerra Civil, como el retablo de la Asunción de la Catedral de Cuenca, parte del retablo de la iglesia de Santa María de Alarcón, etc.

En la Catedral de Cuenca hay dos obras que admiran de él, el retablo de la capilla del Deán Don Constantino del Castillo, de madera de nogal sin policromar y ante todo y sobre todo "El Pórtico de la Gloria", conocido como Arco de Jamete.

El 5 de agosto de 1565 Esteban Jamete, murió en Cuenca, a la edad de 50 años, siendo enterrado en la iglesia de San Nicolás.

(*) Sanbenito, escapulario que se ponía a las personas condenadas por la Inquisición para distinguirlas.
Estoy seguro que en alguna ocasión han utilizado la expresión: "Le han colgado el sambenito", en su origen era una capotillo o escapulario que la Santa Inquisición imponía a los condenados para que llevaran su falta visible. En nuestros días se entiende como un calificativo que desacredita a una persona.

Cuenca, 8 de julio de 2017


 José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

martes, 4 de julio de 2017

Un momento espectacular en la Catedral de Cuenca

La Catedral de Cuenca, único templo donde los rayos solares llegan por segunda vez a la capilla del Transparente.

El Milagro de la Luz dos veces por año.

El segundo momento del Milagro de la Luz
Catedral de Cuenca
No es la primera vez que os digo que la Catedral de Santa María de Cuenca es única en el mundo. En la visita guiada que realicé este primer sábado de mes salió a colación la llegada de los rayos del Sol a la Capilla del Transparente. En nuestro templo tiene la llagada del 19 al 22 de mayo, 33 días antes del solsticio de verano. El inicio de las estaciones viene dado por aquellos instantes en que la Tierra se encuentra en unas determinadas posiciones en su órbita alrededor del Sol. 

El verano comienza cuando el Sol alcanza su posición más boreal, es decir su máxima declinación Norte  (23° 27´) y durante varios días su altura máxima no cambia, esto es conocido como Solsticio de Verano. Pasado unos días el Sol vuelve a declinar y se invierte la situación, los días van disminuyendo de duración y lentamente su órbita va bajando. Según esto el Sol deberá ocupar la misma posición que ocupó en el mes de mayo, 33 días después del Solsticio de Verano, haciendo que vuelva a repetirse el Milagro de la Luz en la Catedral.
Por todo esto la semana del 25 al 28 de julio a las 9.45 horas volverá a repetirse el efecto lumínico que se dio en mayo. Los momentos más espectaculares pueden darse en los días 27 y 28 probablemente.

Otra de mis debilidades son los plenilunios de la Luna como quedó demostrado en mi trabajo titulado: “Selene. Mitología de la Luna llena en la Hoz del Huécar”, pues si también os sentís atraídos por la Luna os recuerdo que la primera Luna llena del verano se podrá observar el día 9 de julio, seguida de la de agosto que se dará el día 7, claro está del mes de agosto y ya puestos os diré que la de septiembre se dará el día 6, que será la última Luna llena del verano.

Luna llena (Plenilunio) desde mi balcón.
© José María Rodríguez González
Os recuerdo que alrededor del día 30 de julio podremos disfrutar de la primera lluvia de estrellas del verano, las delta acuárias que no son las más brillantes pero que tiene la particularidad de dejar tras de sí un gas ionizado que sigue visible segundos después de que desaparece el meteoro. Hacia el 7 de agosto se producirá el segundo eclipse de Luna del año que será parcial desde la mitad Este de la península. En las noches de los días 12 y 13 se dará la lluvia de estrellas de las famosas Perseidas, que se estima una actividad de 150 meteoros hora.

Espero que estos datos os hayan servido para disfrutar de las noches de verano mirando al cielo y no olvidéis el segundo Milagro de la Luz en nuestra Catedral. Os espero.


© José María Rodríguez González