Esteban Jamete, el día 8 de julio de 1558, salió de la cárcel de la Inquisición,
haciendo 459 años de este hecho.
Hoy toca hablar de Esteban
Jamete. En toda investigación que llevo a cabo me gusta estudiar a los personajes de los que analizo su obra, ello me
abre muchas pistas de su trabajo. En esta ocasión me ha tocado Esteban Jamete,
hombre del que se ha dicho que tenía unas manos prodigiosas pero un carácter
terco y violento.
Fue juzgado por la Santa
Inquisición y condenado. Estuvo en la cárcel tres veces, en 1536 en Burgos y en
los años 1550 y 1555 en Cuenca.
Capilla de Santa Elena Catedral de Cuenca |
Si hoy hablo de él es porque un
día como hoy, el 8 de julio de 1558, Esteban Jamete salió de la cárcel, haciendo 459 años de este hecho. Fue detenido en el pueblo de Castillo
de Garcimuñoz, donde estaba trabajando, el 4 de abril de 1557 y el día 6 de
abril entraba en la cárcel de la Inquisición de Cuenca. Fue acusado de: “haber dicho perpetrado y cometido muchos
delictos heréticos feos y escandalosos contra nuestra santa fee católica.”
Se le imputó que entorpecía las
prácticas religiosas de su esposa, que blasfemaba, que juraba en el nombre de
Dios, que se burlaba de los rezos y de las misas por las ánimas del purgatorio,
que comía carne en días que estaba prohibido, que tenía un libro de
nigromancia, etc.
Los testigos que declararon en su
contra fueron sus propios compañeros de trabajo, sus colegas, indudablemente
movidos por cuestiones personales, envidia y celos profesionales. Declarando en
su defensa, en su mayoría, clérigos y descendientes de judíos conversos. Lo
defendió el Doctor Eustaquio Muñoz.
Fue declarado: “hereje apostata
factor y encubridor de hereje”. Su sentencia fue leída en el "Auto de Fe" que se
celebró en la Plaza Mayor de Cuenca, el 15 de mayo de 1558. La sentencia decía:
“Teniendo en cuenta su arrepentimiento, el Tribunal le admitió a
reconciliación, le condenó a tres años de cárcel y a llevar puerto el sambenito (*) durante ese tiempo, también le obligó a oír misa en la Catedral, a ir los
sábados en romería a la Virgen del Puente y confesar y comulgar las tres
pascuas el resto de su vida.”
Todos portamos un “sambenito” y
como no es de extrañar Jamete lo tenía, no es justificable que agrediera a su
segunda mujer en varias ocasiones, a la que llegó a herirla gravemente, pero
poco se ha dicho de la mujer, se llamaba María Hernández de Castro, con la que
contrajo matrimonio en el año 1555, de la cual se decía que era deshonesta, con
ello se quiere decir que “daba su cuerpo a quien se lo pedía”, con ello no
quiero justificar el comportamiento de Jamete con ella.
Pórtico de la Gloria. Arco Jamete Catedral de Cuenca |
Cuando llego a Cuenca, en abril
de 1545, se relacionó con los más afamados artistas que en esos momentos
trabajaban en la ciudad, como el rejero Hernando de arenas, el pintor Martín
Gómez, el platero Francisco Becerril, el vidriero Giraldo de Holanda y los
escultores Giraldo de Flugo y Pedro de Villadiego.
Jamete fue un gran escultor, como
lo demuestran sus obras, creando oficio y exquisita calidad, en algunas de sus
obras se ve reflejada la influencia del Felipe Vigarny y de Alonso Berruguete.
Tuvo de aprendiz al mismo hijo de Juan de Juni (uno de los mejores escultores
que hubo en España en el siglo XVI), Isaac de Juni que decía de él: “Que después que él estaba ya algo encendido
de vino trabajaba mejor en su arte que no antes”.
Muchos de sus obras fueron
destruidas tras la Guerra Civil, como el retablo de la Asunción de la Catedral
de Cuenca, parte del retablo de la iglesia de Santa María de Alarcón, etc.
En la Catedral de Cuenca hay dos
obras que admiran de él, el retablo de la capilla del Deán Don Constantino del
Castillo, de madera de nogal sin policromar y ante todo y sobre todo "El Pórtico de la Gloria", conocido como Arco de Jamete.
El 5 de agosto de 1565 Esteban Jamete, murió en Cuenca, a la
edad de 50 años, siendo enterrado en la iglesia de San Nicolás.
(*) Sanbenito, escapulario que se ponía a las personas condenadas por la Inquisición para distinguirlas.
(*) Sanbenito, escapulario que se ponía a las personas condenadas por la Inquisición para distinguirlas.
Estoy seguro que en alguna ocasión han utilizado la expresión: "Le han colgado el sambenito", en su origen era una capotillo o escapulario que la Santa Inquisición imponía a los condenados para que llevaran su falta visible. En nuestros días se entiende como un calificativo que desacredita a una persona.
Cuenca, 8 de julio de 2017
José María Rodríguez
González. Profesor e investigador histórico
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