Santa Águeda, virgen y mártir.
Santa Águeda,
la primera de las cuatro principales vírgenes y mártires del Occidente, tan
celebradas en la Iglesia Universal. Nació en Sicilia hacía el año 230. Hay
noble competencia entre las dos famosas ciudades de Catania y de Palermo, sobre
cuál de las dos tuvo la gloria de haber sido cuna y patria de esta Santa, lo
cierto es que en tiempo de la persecución vivía Águeda en Palermo y que padeció
el martirio en Catania.
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Santa Águeda |
Era de familia
noble de Sicilia y como sus padres profesaban la religión cristiana, criaron a
la niña en toda piedad. Era muy hermosa, tanto que pasaba por la mayor
hermosura de su tiempo. Hizo voto de no tener otro esposo que Jesucristo,
consagrándosele su virginidad.
Se hallaba
Águeda en Catania cuando Quinciano, gobernador de Sicilia, oyó hablar de la
extraordinaria belleza, quiso verla y habiendo sido informado de sus grandes
riquezas, como de su singular hermosura, no pensó ni un instante en tomarla
como esposa y al punto envió a por ella.
Cuando Águeda
tuvo noticias de la orden del Gobernador, no dudó que el Señor había aceptado
el sacrificio que había hecho de su vida.
Fue llevada
por los soldados ante Quinciano, procónsul de Sicilia. En las Actas hay
respuesta y preguntas que tienen todo el sello de la autenticidad:
-¿Cuál es tu condición? –le preguntó Quinciano.
-Soy de condición libre y de noble nacimiento, y de
ello da testimonio todo mi linaje.
-Si eres noble y de ilustre familia, ¿por qué te
entregas a la vida de los esclavos?
-Soy sierva de Cristo, y por tanto, de condición
servil.
-Si en realidad fueras noble, te avergonzarías de
hablar de esa manera.
Las tentaciones y tormentos a que fue sometida
fueron muchos y muy duros. Se la entregó a una vieja pervertida llamada
Afrodisia, que trató de engañarla y precipitarla por la pendiente del vicio.
Treinta días estuvo Águeda con ella, sometida a torturas morales indecibles.
Pero salió más pura en su confesión de cristiana, fue abofeteada bárbaramente
por los lictores de Quinciano y encerrada en lóbrego calabozo.
-¿Qué has resuelto acerca de tu salvación? – le preguntó
el juez.
-Mi salvación es Cristo.
-Insensata, vuelve en ti, reniega de Cristo y
compartirás conmigo los honores y riquezas.
-Tú eres quien debes renegar de tus dioses de
piedra y de madera, si quieres librarte de la muerte eterna. Mientras era azotada
bárbaramente, le decía:
-Muda de resolución e inmediatamente haré cesar tu
suplicio.
Como Águeda seguía firme en su confesión, fue sometida
al potro, le descoyuntaron los huesos, le aplicaron láminas ardientes de hierro
y le cortaron los pechos, después de habérselos atenazado con garfios de
hierro.
Recluida en la prisión, tuvo visiones y consuelos extraordinarios
y el Ángel de Señor, según las Actas, la curó milagrosamente de todas sus
heridas- Al día siguiente la presentaron nuevamente ante el procónsul y fue
arrastrada sobre un pavimento sembrado de vidrios rotos y carbones encendidos.
Hubo un furioso temblor de tierra que asustó a la ciudad y a los verdugos.
Retirada en la prisión, murió de rodillas en fervorosas oraciones
Llegaron a
los oídos de Quinciano la noticia de la muerte de la Santa, y temiendo nueva
sedición del Pueblo, se retiró precipitadamente. Llegó en posta al río Simeta,
que hoy se llama Jarreta, y metiéndose en una barca para cruzarlo, uno de sus
caballos le asió con los dientes por el cuello, y la mismo tiempo otro le dio una
coz tan fuerte, que arrojándolo al río no fue posible encontrarlo, ni se halló
su cuerpo.
Desde el mismo día en que murió Santa Águeda fue
celebrada en todo el orbe cristiano. Los milagros que comenzó Dios a obrar en
su tumba, dieron luego testimonio de su intersección poderosa en la ciudad de
Catania como se aprecia en su biografía. Aún
no se había cumplido un año de su martirio cuando el volcán Etna vomitó
de sus entrañas caudalosos ríos de fuego que iba a convertir en pavesas la
ciudad, tomando los cristianos el velo que cubría el sepulcro de la Santa
salieron al encuentro de la lava y poniéndolo delante al punto se pararon los
torbellino de fuego y retrocedió poco a poco. Comenzó la erupción el 1 de febrero
y cesó el 5, día en que la Santa murió.
Cuenca, 5 de febrero de 2021.
José María Rodríguez González. Profesor e
investigador histórico.