El Rey
Alfonso XIII visitó en 1905 la ciudad de Cuenca
El día estaba claro aún siendo
invierno y el sol calentaba agradablemente cuando nos sentamos en el bordillo
de la barandilla que da a la calle Solera de la Plaza Mayor. Como día festivo
que era en la ciudad, por la celebración del Patrón, había mucho movimiento de
personalidades que se disponían a entrar en la Catedral para la celebración de
la Santa Misa. Eso dio pie a mi abuelo para contarme lo sucedido en la visita que
realizó el rey Alfonso XIII a nuestra ciudad.
Corría el año de 1905, a tres
años vista de la caída de la torre del Giraldo, cuando la prensa del momento informaba
de la visita del Monarca a nuestra ciudad. El 27 de abril, después de las Horas
Canónigas Vespertinas, el Sr. Obispo, previo recado de atención, reunió a todos
los señores Capitulares en la sala de sesiones para informarles que el
miércoles de la semana siguiente visitaría la población S.M. el Rey Don Alfonso
XIII y habría que enseñarle el cuerpo de nuestro glorioso Patrono. Ante los
hechos lo más conveniente, pensó el Cabildo y su secretario sería, abrir la urna del
Santo con antelación y examinar el estado en que se encontraba el cuerpo, no
sea que al venir el Rey hubiera alguna dificultad en ello.
Aceptada unánimemente la idea, se
procedió, trayendo las tres llaves de la urna que estaban en poder, una de Su
Ilustrísima, otra la poseía el Sr. Deán y otra el Obrero. Abierta sin
dificultad la caja se observó el perfecto estado del Cuerpo del Santo, por lo
que se podría exponer a su veneración, regresando a la sala Capitular se tomo
nota de cómo proceder en el día de la visita.
El Cabildo se reunió el día 1 de
mayo de 1905 con objeto de comunicar que según el telegrama del señor
Gobernador de la provincia había recibido del Ministro de la Gobernación que llegaría a esta capital el miércoles próximo a la una de la tarde. Visto el comunicado el cabildo acordó que se recibiera a S.M. el Rey en la forma que se
había hecho en otras visitas regias y se procediera según dispone el Pontifical
Romano para tales casos.
A la una y media, del día tres de
mayo de 1905 llegó S.M. a las escaleras de esta Catedral en cuya parte baja le
esperaban el Ilmo. Sr. Obispo de la Diócesis, vestido de Pontifical, acompañado
de dos diáconos de honor, vestidos de capa pluvial y de todo el Cabildo y el
cuerpo de Beneficiados, vestidos de traje coral;
a continuación estaba el clero de la Ciudad revestido de sobrepelliz (1*) y los Colegiales del Seminario y San Pablo. En
medio de las dos filas y a la puerta de la Iglesia, esperaba el palio cuyas
varas eran llevadas por cuatro Capitulares de la iglesia y cuatro concejales
del Ayuntamiento. La subida de las gradas estaba hermosamente adornada con
vistosos arcos cubiertos de ramaje con cintas y banderolas, y a los lados y a
la entrada de la Iglesia, a pesar del estorbo o embarazo de los andamios que se
estaban haciendo para la obra de la torre, se habían colocado algunos de los
valiosos tapices que tenía el Cabildo, resultando de efecto sorprendente la
entrada de la Catedral.
Llegado Su Majestad a las gradas,
el Ilmo. Sr. Obispo le dio a besar el Lignum
crucis, poniéndose a la derecha; al entrar en la Iglesia le aspergeó con el
hisopo de agua bendita y se colocó debajo del palio, marchando por la nave
primera a los acordes de la marca real tocada en el órgano grande. Subieron
todos por entre la valla hasta la Capilla Mayor en el Presbiterio, en donde se
arrodilló S.M. en el reclinatorio al efecto preparado. El Ilmo. Sr. Obispo
entonó el Te Deum, que continuó
cantando la Capilla de música en el coro con toda solemnidad; terminado el Te Deum y dichas las preces del
Pontificado, se cambiaron de ropa los oficiantes y marcharon con S.M. hacia la Sala
Capitular donde estaba colocada la urna que contenía el cuerpo del Santo
Patrón, abierta y en disposición de ser visto el cuerpo del Santo por S.M. La
Sala Capitular producía un efecto grandioso; las paredes estaban cubiertas con
los preciosos tapices de la Iglesia; en la parte superior se había levantado un
hermoso trono, ocupando el centro la imagen de Ntra. Sra. Del Sagrario, a sus
pies la rica urna del Santo y a los lados multitud de cirios que daban a la
Sala un aspecto fantástico. Una vez que S.M. adoró el cuerpo de San Julián, el
Sr. Obispo dió las gracias a S.M. por la honra que dispensaba a esta Iglesia
con su visita, en nombre de su Cabildo que tan gustoso se había prestado para
obsequiarle, del Clero y de los fieles de la Diócesis y al verse al lado de los
venerandos restos de Ntro. Patrono San Julián, recordó tan profundamente
emocionado que apenas podía hablar, la última vez que hubo que sacar esos
preciosos restos de su lugar, de su casa propia, para trasladarlos a otra
Iglesia que ofreciese seguridad, con motivo del triste acontecimiento del
hundimiento de la torre, concibiendo entonces la esperanza de que si un Alfonso
había puesto la primera piedra de esta catedral, otro Alfonso había de ser el
que reconstruyera la torre, y eso había de hacerlo Su Majestad.
Después le hizo ver que la urna
del Santo solo se abría cuando Sus Majestades visitaban esta Ciudad,
concediéndoles este especialísimo honor y terminó recomendando a S. M. siguiera
las doctrinas de nuestra sacrosanta religión, cuyas enseñanzas había recibido
de Su Augusta Madre. S. M. el Rey se dignó contestar personalmente,
agradeciendo al Ilmo., Sr. Obispo las manifestaciones que le había hecho,
saludando en su nombre a todo el pueblo de Cuenca, ciudad que pensaba haber
visitado hacía ya tiempo y que si no lo había hecho antes, era por esperar a
que estuviesen presupuestados los gastos de la torre, lo cual entendía estaba ya
hecho, pero que de todos modos “él empeñaba su palabra de Rey de que la
torre se construiría”.
El Ilmo. Sr. Obispo entregó a Su
Majestad dos medallas de oro tocadas al cuerpo de San Julián, una para él y
otra para su Augusta Madre. Desde allí pasó a ver las reliquias y alhajas de la
Catedral, que estaban expuestas en la sacristía, desde donde marchó a visitar
el artesonado de la capilla del Sagrario Corazón de Jesús (capilla Honda) y
después fue a ver el arco de Jamete destruido, saliendo de la Catedral a los
acordes de la marcha real, en la forma que había entrado.
Los dos días siguientes, es decir
el jueves y el viernes, estuvo el cuerpo del San Julián expuesto en la Capilla
del Sagrario, según estaba acordado, siendo visitado y venerado por todos los
fieles de la Ciudad. Al visitarlo se permitió pasar rosarios, medallas y
objetos piadosos por el cuerpo del Santo, tocando los objetos sus vestimenta.
El viernes por la noche se
trasladó el cuerpo del Santo desde la
capilla del Sagrario a su propia Capilla, cerrando la verja y quedando todo en
la forma ordinaria, de todo lo cual dió fe el Secretario, Dr. Timoteo Hernández
Mulas, levantando certificado de todo lo acontecido.
Así fue como sucedió y así lo
cuento. ¿Cómo es que la torre del Giraldo no se construyó si el Rey afirmó que estaba presupuestado el
coste de su reconstrucción? Eso Josemarí es harina de otro costal.
_ _ _ _ _
(1*) Sobrepelliz, hábito coral y para administrar los Sacramentos,
semejante al roquete que es la vestidura
de dignidad, propia de Obispos y Canónigos, como una especie del alba corta con
mangas estrechas y largas y el sobrepelliz lleva las mangas anchas y cortas.
Cuenca, 27 de enero de 2015 y el 27 de enero de 2024.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico
No hay comentarios:
Publicar un comentario