viernes, 20 de enero de 2017

Orgullo conquense

La rebelión de los conquenses por su Patrón San Julián

La población de Cuenca es gente pacífica y conformista, como así se aprecia en su historia, pero hubo algunas ocasiones que hicieron a los conquenses salir de este letargo conformista. Uno de ellos fue el motín conocido con el nombre del “Tío Corujo” provocado por la subida del precio del pan.

Escudo de Cuenca
San Julián el Tranquilo
En los periodos de escasez, provocado por las malas cosechas, era común que la multitud exigiera a las autoridades locales el abastecimiento de productos, al ser una de las principales responsabilidades de los poderes públicos en los siglos XVIII y XIX. La cosecha del año 1856 fue muy mala, lo que hizo subir los precios de los alimentos, en especial el pan. Esto llevo al enriquecimiento de los comerciantes y especuladores, aumentando el número de mendigos, llegando al levantamiento del pueblo.

Anteriormente a lo expuesto, en el año 1518, corrió el bulo por la ciudad de que los burgaleses querían robar el cuerpo de San Julián. Tal convicción tuvo que los conquenses llegaron a pensar que se habían llevado realmente el cuerpo de San Julián, ello hizo que armados de hoces, palos, piedras y un sinfín de objetos y herramientas punzantes se amotinaron ante el Corregidor y el Obispo de la ciudad, solicitando a toda costa ver el cuerpo del Santo. No hubo otra manera de apaciguar a la multitud que prometerles la exposición a público el cuerpo de San Julián para que se pudiera verificar los hechos.

Hasta ese momento los restos de San Julián estaban depositados a los pies del altar de Santa Águeda, adosado a la columna derecha del crucero. La devoción despertada en el pueblo conquense por su Patrón, a consecuencia de los maravillosos hechos milagrosos del San Julián, se convirtió en obsesión por tener una reliquia que les protegiera de cualquier eventualidad malsana, llevando a los devotos a arrancar astillas de la caja del sepulcro del Santo, quedando al descubierto, por un gran agujero, los restos de San Julián.

Ambos hechos llevaron a ofrecer una ubicación más segura a los restos de San Julián, una vez que la población se apaciguara, al comprobar que el cuerpo de Santo Patrón continuaba en la ciudad y no había sido sustraído por nadie.

Para la realización y cumplimiento de tal promesa hecha al pueblo, el cabildo comisionó a Don Eustaquio Muñoz y a Don Gómez Carrillo de Albornoz, canónigos y este último Tesorero, que junto a los Licenciados Don Pedro de los Ríos y Don Juan Yañez, de los inquisidores y de muchas otras personas, como el Escribano y varios testigos, bajo la presencia del Obispo Don Juan Tapia, vicario del Obispo de Cuenca, Don Rafael Galeote Riario, que residía en Roma; procedieron en la noche del domingo 17 de enero de 1518, a levantar la gran losa que cubría el sepulcro de San Julián, siendo separada un palmo pudo observarse que allí seguía el cuerpo perfectamente conservado y con las vestiduras intactas.

El viernes, 29 de enero de 1518 se procedió al descubierto y a la manifestación pública y veneración, contemplándose con admiración y asombro la maravillosa conservación del cuerpo de San Julián, que por su actitud de reposo e incorrupción parecía más bien dormido que muerto, con las vestimentas pontificales tan bien conservadas, como si acabaran de ponérselas. El día 1 de febrero se expuso al pueblo haciéndose una solemne procesión quedando durante setenta días en la Capilla Mayor protegido por las rejas hasta su definitiva ubicación.
Cuerpo de San Julián

En el altar de Santa Águeda, primer enterramiento del Santo Obispo. Por espacio de 311 años resplandeció con innumerables milagros. Finalmente, en el año 1518, el cuerpo se colocó en el lugar del altar de la Reliquia. Hacia el año 1590 el Obispo de Cuenca, Don Juan Fernández Vadillo, restauró el altar de Santa Águeda colocando los cadáveres de los Obispos Juan I, García III y Lupo IV en el lugar que ocupaba el de San Julián.

La multitud de enfermos curados milagrosamente por la intersección de San Julián, hizo que constantemente llegasen gran número de enfermos a la Catedral de Cuenca en súplica y ruego de exposición del Santo cuerpo, seguros que a su vista y contacto hallarían remedio a sus dolencias. 

Cuenca, 10 de enero de 2017 - José María Rodríguez González.


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