Una juventud digna de ser reconocida en su valía y agradecimiento hacia sus profesores
Es
gratificante pensar que hay jóvenes que son agradecidos, como podemos ver en
esta carta de despedida de la promoción del curso 2016/17. El alumno que la
redactó es Enrique Serna, alumno de 2º de Bachillerato. Fue leía en de acto de Graduación,
creo que es digna de ser publicada para hacer ver que también tenemos jóvenes
que saben ser agradecidos con sus maestros y profesores que les han servido de
guía en su caminar durante el periodo de formación.
Gracias.
LUZ DEL ZÓBEL
Agradecer el esfuerzo de las personas que nos acompañan hoy
es algo que se da por sentado, por eso me gustaría alejarme del típico discurso
formal para conocer los verdaderos motivos por los cuales debemos sentirnos
orgullosos de una serie de profesionales, que se han entregado plenamente por
convertirnos en lo que somos, personas capaces de integrarnos en el mundo que
nos rodea.
Nuestra historia en el Zóbel, aunque suene pretencioso, se
asemeja a uno de los grandes clásicos de la literatura española. Aquel 15 de
septiembre de 2011 se abrían las puertas del instituto para dar la bienvenida a
una serie de quijotes indefensos, llenos de fantasías y dispuestos a afrontar
todo tipo de aventuras. Se apreciaba el miedo y el nerviosismo, al fin y al
cabo éramos niños de 12 años que abandonamos nuestro refugio en el colegio para
afrontar una realidad totalmente nueva, rodeados de gigantes y cargados de
ideas preconcebidas. Además, muchos de nosotros no habíamos solicitado el Zóbel
como primera opción o ni tan siquiera lo habíamos elegido. No tardaríamos mucho
en darnos cuenta de lo acertada que fue aquella decisión, ajena a nosotros. En
ese bienestar fue clave el cariño y apoyo recibido por una serie de personas
que no conocíamos y que acabarían convirtiéndose en nuestra familia durante
estos 6 años. Supieron unirnos y crear un buen ambiente en clase. Los pequeños
quijotes fuimos despertando poco a poco de nuestra inocencia y conociendo el
mundo que nos rodeaba de la mano de las figuras que hoy nos ocupan. Crecimos y
nos convertimos en sanchos, conscientes de la realidad, pero sin perder la
ilusión característica de un niño.
En este proceso de adaptación, lleno de ilusiones,
desengaños, tristezas y alegrías, nos gustaría agradecer en primer lugar, y en
orden inverso a como lo haría el político de turno, a los conserjes; por su
paciencia y vigilancia de pasillos. Todavía recordamos un desesperado intento
de justificar el por qué debíamos salir al patio aunque hiciese frío, y no era
otro que tomar el sol para producir vitamina D. Probablemente tenía razón.
También queremos agradecer a todo el personal que comienza su
jornada cuando nosotros volvemos a casa, imprescindible para impartir clases en
condiciones óptimas, a pesar de que a menudo se olvide su importante labor.
Por último, reconocer la dedicación y entrega de todos y cada
uno de los profesores que nos han acompañado en nuestra aventura y que no son
una figura distante, como a veces se piensa, sino alguien cercano y que quiere
lo mejor para nosotros. Gracias por vuestros consejos, experiencias y por todas
esas horas extra preparando prácticas de laboratorio o clases intentando
complacernos en la medida de lo posible. Lo académico sin duda tiene un valor,
pero lo verdaderamente importante es el atractivo humano que habéis sabido
transmitir, los consejos extraescolares sobre todo aquello que nos preocupaba y
que nos ha animado a seguir adelante.
Mención especial merecen aquellos profesores que nos
acompañaron hasta que un día llegó la esperada jubilación. Marcharon dejando
huella y habiendo influido en nuestro presente. Miguel Ángel, Silvia, Carmen, Carlos Ramón… Gracias.
Por último agradecer al equipo directivo por el apoyo y las
últimas iniciativas que permiten al instituto progresar e innovar.
En definitiva, todos formamos parte de la familia Zóbel y,
aunque marchemos, seguiremos manteniendo un vínculo común que nos une a través
de los recuerdos. Múltiples emociones y experiencias conforman una pequeña
historia que, sin duda alguna, ha sido coloreada por todos los que hoy nos
acompañáis. El estar agradecidos se debe a ese paso del blanco y negro del
papel y la tinta a la luz y el color de vuestras acuarelas, acuarelas del Zóbel
que seguirán pintando el blanco lienzo de la nueva etapa que hoy comienza. Gracias.
Enrique
Serna Valverde, 2º Bachillerato A
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