Las fiestas
matritenses, mascaradas y mojigangas.
El periodo del reinado de Felipe
IV era tal el número de fiestas que se disfrutaban que había año que los días
laborables no excedían de cien. A los domingos había que agregar las Pascuas,
vísperas y fiestas de patronos y parroquias, octavas, novenas, procesiones,
autos de fe, canonizaciones de bienaventurados, Semana Santa, Corpus Chisti,
conmemoraciones religiosas de todo orden y no pocas festividades profanas, como
las solemnidades de Corte, las matritenses, las Carnestolendas y alguna otra.
Des estas dos últimas hablaré.
He de decir que en 1643, en breve
pontificio reorganizó las fiestas suprimiendo algunas de ellas.
El carácter bullicioso de los
españoles del siglo XVII, la desgana de trabajar y la devoción mal entendida
contribuyeron a este tipo de fiestas ante esta actitud nadie podría pensar que
el reino padeciera los más graves males públicos y privados, sino que nadaba en
la abundancia y vivía en época de prosperidad.
Las diversiones preferentes eran
los bailes, saraos, partidas de campo, banquetes, mascaradas, juegos de cañas y
lanza, corridas de toros y funciones teatrales. Todo ello se mezclaba con los
espectáculos palatinos y las festividades de la Iglesia.
Las fiestas matritenses, que eran
de orden popular, comenzaban por el tres de febrero, día de San Blas. Era una
romería a la ermita de este santo, construida en el siglo XVI, con la intención
de solicitar su protección en las afecciones de garganta, celebrándose verbena donde
los lances y amoríos era lo habitual.
En Almonacid del Marquesado en la
provincia de Cuenca, la festividad de San Blas, se celebra por todo lo alto. La
Virgen de la Candelaria y San Blas siempre fueron fiestas de guardar en esta
localidad de Almonacid, existe una leyenda en lo referente a la Virgen de la
Candelaria y es que cuando nació Jesús, según la Ley Hebrea, la madre debía de
presentar al hijo en el Templo a los 40 días, estos días van del 25 de
diciembre, en el caso de Jesús, al 2 de febrero. Según cuentan los lugareños a
María le dio reparo al haberse quedado embarazada de una forma no convencional
y ello despertaría comentarios desagradables, así que llegado el día de la
Presentación los diablos aparecieron con sus vestimentas y cencerros para
distraer a la gente y de este modo despojar de vergüenza a la Virgen.
Volviendo a las festividades que
nos ocupan diré que las fiestas llamadas Carnestolendas
se celebraban con mucha animación y bullicio extraordinario, dando ocasión a
dos clases de festejos: los cortesanos y los populares, ambas tenían algo de
carnavalesco ya que hombres y mujeres gustaban de enmascararse, ellas bajo el
amparo del velo y ellos con el embozo de la capa o con antifaces. En las
funciones de Corte, las cuadrillas de enmascarados llevaban indumentaria mejor.
Las fiestas carnavalescas palaciegas se celebraban con toda solemnidad y con cualquier
motivo o celebración como nacimientos de príncipes o infantes, bodas regias y
otros sucesos de interés para la familia real. Generalmente eran mascaras a
caballo, celebradas de noche y alumbradas con antorchas. En estas cabalgatas
tomaban parte aristócratas, ministros, embajadores y hasta individuos de la
familia real. Felipe IV era sumamente aficionado a ellas. En su estancia en
Cuenca. Felipe IV llegó a esta ciudad el 27 de mayo de 1642, se hospedó en el
Palacio Episcopal del Obispo Enrique Pimentel y en el mes que estuvo, se
celebraron fiestas y desfiles procesionales desde el 3 de junio para celebrar
la victoria de Flandes por las tropas españolas sobre las francesas y por el
sofocado levantamiento en Cataluña. Presidiendo la procesión del Corpus, el
jueves, 19 de junio de 1642.
Es de ley decir que con Felipe IV
desapareció el apogeo de las mascaradas. Con Felipe V y Fernando VI fueron
prohibidas, pero Carlos III autorizó el eso de ellas pero sólo en los teatros.
De aquí pasaron a la vía pública en los días de Carnaval.
Las fiestas de las Mojigangas eran parte de los festejos
carnavalescos, las gentes se vestían con disfraces ridículos en los que abundaba
la imitación a distintos tipos de animales. El nombre de Mojigangas podría procedes de la palabra Boxiganga aplicada en el mismo siglo a una de las más rudimentarias
compañías de cómicos y también a ciertos disfraces poco puritanos, según se
deduce de la novela Estebanillo González.
Este festejo de las Mojigangas
era una novedad por entonces y fue una de las fiestas que más llamaron a
atención en la Corte, eran celebradas con gran cantidad de personas y
disfraces, llevando emblemas y jeroglíficos, se montaba un tablao donde se
subía a bailar acompañándose los bailes con instrumentos ruidosos como
cencerros y campañillas.
Las Mojigangas cortesanas pronto
fueron imitadas por el pueblo y sin duda por haber sido en tiempo de Carnaval
las primeras Mojigangas, quedó vinculadas en los referidos días la costumbre de
salir por las calles, si es cierto que menos ricas y costosas que las
cortesanas pero mucho más divertidas por lo atrevido de los disfraces y lo
intencionado y satírico de las letras que se cantaban que a más de uno le costó
la cárcel por su atrevimiento a cantarlas.
Las Mascaradas era una fiesta que
se celebraba en provincias, siendo muy célebres en Valencia. A mediados del
siglo XVI, la aristocracia valencia celebraba fiestas carnavalescas que eran imitación
de las de Italia, donde lucían variados disfraces en lujosos desfiles. Pasó de
esta manera de la nobleza al pueblo resurgiendo la antigua práctica de los momos, frecuentes en Castilla en el
siglo XV; consistía en mascaradas rústicas de bailarines, que hacían lucir las
aptitudes coreográficas de los ágiles huertanos, los cuales, al son del tablalet y la donsaina, improvisaban danzas, que han quedado como clásicas.
Estas burdas mascaradas las preparaban
los criados y gente de las villas. Pero había otras de más fuste, en que
colaboraban personas principales, celebrándose anualmente y entiempo fijo. Tal
era la del Caballero Carnaval, que
ponía término a las fiestas de Carnestolendas
e inauguraba las privaciones cuaresmales. Figuraba la boda de Don Carnaval con Doña Cuaresma, con arreglo a un rito burlesco y remoto, que
inmortalizó en el siglo XIV el arcipreste de Hita. Don Carnaval moría de susto al ver tan fea a Doña Cuaresma. Durante este festejo las mujeres de la baja sociedad
se embadurnaban con polvos la cara y apedreaban a los hombres, entre griteríos
y risas, con cáscaras de naranjas rellenas de mosto, grasa, salvado y otras
sustancias pringosas.
Estas son las fiestas con las que
se divertían en espera de la Santa Cuaresma, donde se restringía la carne y los
placeres mundanos, en pro de la virtud y el arrepentimiento que le llevaría a
la Semana de Pasión, Semana Santa.
Cuenca, 22 de febrero de 2019 y el 10 de febrero de 2024.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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