De todos los datos que tomamos como ciertos, según los historiadores Eusebio y Rufino, que existió en Alejandría una virgen, por nombre Catalina, que fue decapitada por la fe el 25 de noviembre del año 305.
De esta santa disfrutamos de una representación importante en la Catedral de Cuenca, en la que se representa su martirio con ruedas con afiladas cuchillas de hierro para que el cuerpo de Catalina fuera hecho pedazos.
Santa Catalina de Alejandría de Tiziano (Museo del Prado). |
Pero hay otra leyenda que nos representa a Santa Catalina como una princesa de Alejandría, que a sus 18 años era una gran apologista del cristianismo ante filósofos, relato que me gustaría trascribir realizado por el Padre Juan Croisset en su AÑO CRISTIANO del mes de noviembre, dice así:
Era Maximino príncipe cruel, no menos heredero de Diocleciano y de Galerio en el odio implacable contra los cristianos. Publicó un edicto en que todos lo que vivían en el Impero deberían ofrecer sacrificio a los dioses. Acudieron de todas partes por obediencia al Emperador. Catalina hablando al gentío incitó a la desobediencia. Luego que el Emperador volvió a palacio mandó llamar a Catalina y le preguntó quién era, y quien le había dado licencia para hablar con tanta libertad a un concurrido público.
Quien soy yo, respondió la Santa, es bien sabido en toda la ciudad de Alejandría: me llamo Catalina, y mi casa es de las más ilustres del país. Me he dedicado toda la vida al conocimiento de la verdad: cuanto más estudiaba, casi más iba descubriendo la vanidad de los ídolos que adoras. Mi gloria y mis riquezas consisten en ser cristiana y esposa de Jesucristo. Todo mi deseo es que tú y tu imperio le conozca, renunciando las supersticiones en que os habéis criado: esto me dio aliento para presentarme en el templo, sin otro fin que el de hacerte una representación tan humilde como importante y verdadera.
Oída a Catalina el Emperador y viendo que sus saber estaba por debajo de los de ella, mandó convocar a 50 filósofos de los más nombrados, con orden de que se hospedasen en palacio para que debatieran con Catalina.
No había llegado al lugar de la disputa Catalina cuando se le apareció un ángel, y le dijo que no temiese; asegurándole que el Señor le comunicaría tanta abundancia de luz, que convertiría a los 50 filósofos y a otros muchos asistentes y que por fin a su término recibiría la palma del martirio. Dicho esto desapareció el ángel y ella entro en el salón del palacio con majestuoso despejo.
Le dieron asiento en medio de los filósofos con bastante inmediación al trono del Emperador que no quería perderse ni una sola palabra. Uno de los filósofos se empeñó en persuadirla a que debía tributar reverentes cultos al sol, bajo el título de Apolo, esforzándose a probar, que por sola su hermosura merecía ser adorado, aun cuanto por otra parte no produjese tan ventajosas utilidades al mundo; porque él regla las estaciones del año; él fertiliza los campos con las mieses; el produce los metales en las entrañas de la tierra; él pinta las flores con variedad tan hermosas de matices, etc. Le pareció a Máximo tan concluyente argumento, que dio a Catalina por invenciblemente convencida. Pero quedó extrañamente sorprendido cuando oyó la prodigiosa facilidad con que se desembarazó de todo.
Catalina, en primer lugar citó el testimonio del mismo Apolo para probar la divinidad de Jesucristo: después hizo demostración de que si el sol es el más hermoso de todos los astros, toda la luz con que brilla se la debe a la magnificencia de Dios, probando que está sujeto a su divino poder, pues cuando Jesucristo espiró en una cruz por la salvación de los hombres, el sol, por decirlo así, se vió precisado a mostrar su sentimiento, mudando de color , y a la mitad del día cubriendo de tinieblas toda la tierra. En fin dijo cosas tan convincentes y tan claras, que el filósofo quedó enteramente persuadido. Hizo señal el Emperador a los demás para que salieran a la disputa; pero todos se excusaron diciendo que todos se daban por vencidos en la persona del que reconocían como por su jefe y maestro. Confesaron que no había más que un solo Dios verdadero, y que todos estaban prontos a rubricar con su sangre esta verdad, añadiendo el título de mártires a la profesión de cristianos.
Máximo encolerizó condenando a muerte a los que habían abandonado, pasando aquellos sabios filósofos a sufrir el martirio. Mostrando también toda su rabia sobre Catalina, la hizo atormentar cruelmente; pero todo lo sufrió con invicta fortaleza. Fue condenada a ser decapitada. Los ángeles que bajaron del cielo para ser testigos de su combate y para honrar su muerte con su presencia, llevaron su cuerpo y lo enterraron en la cima del monte Sinaí, cantando cánticos de alabanza a la gloria de Dios.
Santa Gertrudis, que fue desde su niñez muy devota de Santa Catalina, demandó un día al Señor conocer la gloria de su celestial Patrona. Fue escuchada y vió a la virgen de Alejandría sentada en un áureo trono, rodeada de sabios convertidos por ella a la fe, que formaban en el cielo su más espléndida corona.
Cuenca, 25 de noviembre de 2020.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
_____________
FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
No hay comentarios:
Publicar un comentario