MANTO DE LUZ. MITOLOGÍA DE LA LUZ EN LA CATEDRAL DE CUENCA
EL SOL, ALGO MÁS QUE UN ASTRO
Pensando
científicamente, el Sol no es una estrella excepcional, simplemente es una de
las miles de millones de estrellas que habitan nuestra galaxia denominada Vía
Láctea. Si perdemos la parte científica de nuestro tiempo y nos trasladamos a
los inicios de la historia, es lógico que el hombre primitivo asociara los
fenómenos naturales a fuerzas sobrenaturales y que los adorara como a dioses, así
el Sol, el rayo o la lluvia; explicaba de esta manera su existencia y sus incidencias
en su vida diaria.
Photo of Mossi in the southwest by Leo Frobenius, about 1812 |
Viaje de Ulises y los Argonautas |
No hemos de
olvidar el carácter específicamente religioso del mito. Es normal que los mitos
narren los orígenes de los fenómenos naturales sin tratar de explicarlos. El
mito garantiza la estabilidad de la realidad existente en el momento de su
aparición. Siendo el Sol la fuente principal de la vida, es natural que haya
sido la figura central en casi todas las religiones o mitologías primitivas.
Re-Horakhty y Osiris |
En la cultura egipcia, existían bastantes mitos que
describían el cielo como el océano por donde viajaban en barco: el sol, la luna
y las estrellas. La aparición del sol por las mañanas se explicaba por la
existencia de un río subterráneo, por donde el sol atravesaba de noche el bajo
mundo. De entre las tres tradiciones cosmogónicas, la más interesante es la de
Heliópolis en el Bajo Egipto. Atum emergió de los desperdicios de Nu y descansó
en la colina original. En el año 2300 a.C., Atum se relacionó con Ra, el dios
Sol, como símbolo del advenimiento de la luz en oscuridad de Nu. Atum dio
existencia a la primera pareja divina: Shu (el aire seco) y Tefnut (la
humedad). Según la tradición, Atum es separado de Shu y Tefnut, pero en su
reencuentro, al llorar de alegría se transformaron en el hombre
La creación
del mundo es el resultado de la voluntad del dios Sol, al nacer como un niño
entre los pétalos de un loto. A este mito corresponde la ofrenda en los templos
de un loto de oro que evoca el cotidiano regreso de la luz a una creación
recomenzada.
La
culminación del Sol en el antiguo Egipto llegó con la breve revolución
religiosa del faraón Akenatón en el siglo XIV a.C. El sol fue exaltado como el creador
de la humanidad, proscribiendo a los demás dioses y Akenatón se declaró así
mismo el único intermediario entre el Sol y la tierra.
En
la religión sumeria también aparece el dios Ud o Utu, “luz” que ocupa un lugar
destacado y se toma como el dispensador de la vida. El sol es un elemento
esencial en la vida del hombre y de la fuerza vital de la naturaleza. El hombre
busca el amparo de la claridad del sol en lucha con la oscuridad y en contra de
los poderes malignos que conlleva la oscuridad.
Surya |
El culto a Mitra |
La adoración
del sol en Roma estaba enturbiada por el uso que hacía de ello la política.
Estaba bastante extendido el culto a Mitra que fue importado desde Persia.
Mitra era el Dios “Toro” (relacionado con la constelación de Taurus), se
representaba un banquete con el Sol y también como a un Dios solar que mataba
al toro; por todo ello se le conoció como Helios, el dios Sol, como Sol
Invictus, el Sol invencible.
La adoración
del Sol continuó en Europa incluso después de la introducción del cristianismo,
según sus costumbres, el pueblo siguió celebrando sus fiestas como lo venían
haciendo. La cristianización de las fiestas paganas fue la única solución al
cambio social que se presentaba.
Con la
llegada del cristianismo, se dedicó el primer día de la semana al culto divino,
era el "dies dominica" o Día del Señor. Como fiestas anuales se
instauraron la Pascua y Pentecostés, ambas de procedencia hebrea. La primera
conmemoraba el hecho fundamental, la muerte y resurrección de la esencia del
cristianismo, y Pentecostés evocaba la venida del Espíritu Santo sobre los
apóstoles. Ambas fiestas son de origen apostólico y durante algún tiempo fueron
las únicas celebradas por los cristianos. La tercera que se añadió fue la
Epifanía o manifestación del Señor a los gentiles, que figuró antes en las
iglesias orientales.
Concilio de Nicea - Capilla Sixtina. El Vaticano |
Posteriormente,
la Iglesia impulsó el año eclesiástico haciendo que las fiestas fueran más
solemnes, así nacieron la Circuncisión del Señor (1 de enero) y la Invención de
la Santa Cruz (3 de mayo). El esplendor del culto medieval generó la festividad
del Corpus, celebrándose por primera vez en Lieja (1246).
Las fiestas
dedicadas a la Virgen fueron en aumento tras el Concilio de Éfeso (siglo V) y
por las nuevas órdenes mendicantes. A estas fiestas añadieron los cristianos
otras muchas dedicadas a mártires y santos: San Esteban, San Lorenzo y San
Martín. Su veneración dio origen a la literatura hagiográfica; se aumentaron
las actas de los mártires, algunas sin rigor histórico pero que gestaron los
Martirologios (Sinaxarios en oriente) que eran listas de los santos más
venerados con la indicación de la fecha de su muerte o martirio. Ya en el S. XVII,
aunque tratado en el largo Concilio de Trento, las fiestas de precepto se
habían disparado en número, como en la antigua Roma, pues los obispos tenían
facultad de prescribirlas en sus diócesis respectivas. Por eso, el Papa Urbano
VIII en el año 1642, en su Bula Universal redujo a 34 las fiestas mayores,
fuera de los domingos.
Después de Urbano
VIII hubo otro recorte, dado que en algunas ciudades el número de días festivos
casi se equiparaba con los no festivos, esta poda la llevó a cabo el Papa Pio X
(1911) para favorecer a las clases más pobres.
José María Rodríguez González
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