viernes, 22 de agosto de 2014

Ferias y Fiestas de San Julián en Cuenca


San Julián de enero, de agosto o de septiembre

Institución de las festividades de San Julián

Siempre me he preguntado ¿Por qué se celebra San Julián en agosto si su festividad es en enero? Y siempre los mayores me han respondido: ¡Porque hace más calor en verano! Pero ¿qué hay de verdad en todo ésto? Escudriñemos en la historia.

Tomando de referencia las noticias del culto tributado a San Julián por D. Rogelio Sanchiz Catalán, Archivero-Bibliotecario y Académico correspondiente de la Real de la Historia en su obra de 1909 nos dice:

“En el loable deseo de honrar a su Santo Patrón San Julián y de testimoniarle cumplido homenaje de cariño, respeto y admiración, quisieron los conquenses tener dos días en el año para tributarle públicamente solemne culto y, al efecto, además del 28 de enero en que sucedió el glorioso Tránsito, día que la Santa Iglesia ordena celebrar como fiesta de guardar, fue elegido por los conquenses el 5 de septiembre para establecer una fiesta conmemorativa de San Julián”.

Las razones que hubo para determinar la elección de dicho día fueron por una parte, la crudeza del tiempo en el 28 de enero (para dar idea de la inclemencia del tiempo por aquellos años recuérdese el adagio o refrán: “Para San Julián de enero, se hiela el agua en el puchero”). Estas inclemencias del tiempo, grandes fríos y constantes nevadas, hacían que de los pueblos próximos y aún del mismo Cuenca, se abstuvieran los fieles de asistir a los Oficios divinos en honor al Santo en la Santa Iglesia Catedral. Por otro lado, el día 5 de septiembre era el señalado de antiguo por la Ciudad para celebrar sus fiestas y mercados anuales, lo que unido a la bonanza y clemencia del tiempo en esas fechas y siendo una fechas de descanso en las labores del campo, al haberse terminado la recolección y aún no haber comenzado la vendimia y sementera, hace más fácil la concurrencia de los devotos a San Julián. De ésta nueva fecha nace el adagio o refrán: “San Julián de enero para los de Cuenca; el de septiembre para los forasteros”.


Por estas razones, el Obispo D. Miguel Muñoz, el Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral, el Corregidor D. Manuel Ponce de León y el Ayuntamiento de la Ciudad y los Cofrades de San Julián (1*) de común acuerdo, acudieron al Papa en súplica y ruego de que aprobase la institución de la fiesta conmemorativa de San Julián, el día 5 de septiembre, habiendo obtenido feliz resultado sus súplicas mediante el siguiente Breve:

Venerabili frati Episcopo, et dilectis filiis Decano et Capitulo conchensi ac Gubernatori et Rectoribus consilii civitatis Conchensis” (“Al Venerable hermano Obispo de Cuenca y a los amados Hijos Deán y Cabildo y al Corregidor y Regidores del Ayuntamiento de la Ciudad de Cuenca):

 IULUIS PP. III (El PaPa JULIO III)

“… Y para que la fiesta San Julián se haga más célebre, se transfiera a 5 días de septiembre, en el cual día por ocasión de la Feria, que entonces se hace en la dicha Ciudad acostumbra a ser  mayor el número del pueblo; así en dicho nombre vuestro como de los mismos Cofrades nos hicisteis suplicar humildemente, que tuviésemos por bien, según la benignidad Apostólica, de dar firmeza de confirmación Apostólica a los tales Estatutos y Ordenanzas… Y por la autoridad y temor ya dichos, transferimos la fiesta de San Julián y su celebración con todos sus Privilegios, e Indulgencias a cinco de septiembre, en el cual día de aquí en adelante, por todos los tiempos que vendrán, vosotros y los amados hijos del Clero y pueblo de la Ciudad y Obispado ya dichos, seáis obligados a celebrar la dicha fiesta del Bienaventurado San Julián, sin perjuicio alguno”.
¿Cuándo se materializó la festividad de las ferias y fiestas en agosto? Fue en el año 1879 cuando el Ayuntamiento de la ciudad acordó darle el tratamiento de feria. El 8 de agosto de 1879, el Alcalde D. Santos López anunciaba: “El Ilustrísimo Ayuntamiento de mi presidencia, usando de la facultad que le confiere el Artículo 72 de la vigente Ley Municipal ha resuelto declarar Feria desde el actual año la festividad que de inmemorial viene celebrándose en esta ciudad a nuestro Patrón San Julián, los días cinco y siguiente del mes de septiembre, acordando medidas que considere convenientes y pondrá en conocimiento del público por medio de anuncios a fin de atraer la mayor concurrencia posible
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Pasados diez años y encuentro en el semanario “El Progreso”, en su número 225, de 8 de agosto de 1889, en el artículo “La Feria” que aún no se ha efectuado el cambio de las Ferias y Fiestas de San Julián a agosto, utilizando estas palabras: “Falta algo menos de un mes para la celebración de eso que llamamos feria y nada de nada. Este año ya creíamos en la resurrección de los muertos al ver que, después de repetidas invitaciones y de reuniones poco numerosas y entusiastas, se nombre una junta organizadora. Pero, que si quieres; ni la junta, junta a los individuos que la componen, ni se resuelve nada, ni nada se organiza”.
Investigando en la hemeroteca y dejando pasar veintidós años, en el periódico “El Mundo” de 2 de septiembre de 1911, se sigue recogiendo las Ferias y Fiestas de San Julián en septiembre (cinco días de fiesta). Es como si el pueblo conquense no quisiera cambiarlas de fecha sus fiestas. Pero ¿Qué actividades se realizaban en ella? Hay poca diferencia con respecto a las actuales, en primer lugar se despertaba a la ciudadanía con una Diana, a eso de las seis de la mañana, se encargaba de ello la Banda Municipal y Provincial de Música. Se realizaban desfiles de Gigantes y Cabezudos, recorriendo las principales calles de la ciudad. Por las tardes, concierto en los jardines de la Excma. Diputación Provincial y todas las noches verbena en la Plaza Mayor, a eso de las nueve de la noche. Otras actividades paralelas a estas eran la exposición de productos agrícolas provincial, situándola en los jardines de la Excma. Diputación Provincial. También solía celebrarse la feria de ganado en “El Sargal”, con importantes premios en metálico. Se organizaba un Certamen Científico-Literario, patrocinado por la Prensa Conquense, con gran aceptación, pues en este año se presentaron 127 trabajos. Es en este año de 1911, cuando se colocó la primera piedra en el solar donde se construiría la nueva Plaza del mercado (de estructura metálica, lamentablemente desaparecida), en la calle Fray Luis de León. Con relación a lo taurino, se celebraban importantes novilladas; en el año 1944 formaba cartel: D. Álvaro Domecq, Gitanillo de Triana y Manolete, se lidiaron toros de la ganadería de D. Ángel Sánchez. La crónica de la tarde de toros no tiene desperdicio sobre Manolete, que paso a describirla textualmente: “digamos sencillamente que ayer Manolete fue EL MONSTRUO. Muy torero toda la tarde, dominador cuando lo precisaron sus enemigos y artista siempre. Mató con facilidad y buen estilo y hubo ovaciones, orejas, rabos y entusiasmo general en sus dos toros”. Ya por aquellos años se celebraba el “Tiro de Pichón”, celebrándose todos los días de la feria en el campo de la Fuensanta. Para el año 1944 se hizo costumbre presentar en las Ferias de San Julián una Exposición de Bellas Artes, en este año se mostraba la tercera edición; se presentaron ciento cincuenta trabajos de pintura, escultura, dibujo, caricatura y fotografía.
Un hecho que se viene repitiendo es que la iluminación festiva de las calles corría a cargo del comercio, en aquellos años se iluminaban las calles de Calderón de la Barca y D. Mariano Catalina (actual Carretería).  Siempre terminando las fiestas, los fuegos artificiales que hacían las delicias de los vecinos de Cuenca.

 Fue definitivamente en 1964 cuando las fiestas se trasladaron a agosto en fechas indeterminadas, aportando la segunda quincena del mes de agosto la más apropiada para su realización, rompiéndose con una tradición de siglos. Hoy nos seguimos preguntando ¿Son acertadas estas fechas o debería volver a sus fechas originales la festividad de nuestro Santo Padrón San Julián? ¿Qué fueron de los fuegos artificiales?
Felices fiestas a todos. Ser prudentes y pasarlo lo mejor que podáis.
 

(1*) El Obispo de Cuenca, Diego Ramírez de Fuenléal, instituyó una hermandad o cofradía de San Julián y estos cofrades fueron los que en unión del Obispo, Deán y Ayuntamiento solicitaron del Papa Julio III el cambio de fecha en la institución de la fiesta indicada.

José María rodríguez González. Profesor e Investigador Histórico.

Cuenca, 22 de agosto de 2014

martes, 19 de agosto de 2014

Cuenca en llamas (Segunda parte)


Relato de los incendios más importantes que ha sufrido la ciudad de Cuenca

567 años de la primera ordenanza para la extinción de incendios en Cuenca

Como lo dicho es deuda, el miércoles día 30 de agosto subí de nuevo a ver a mis abuelos, temprano con la fresca, con la intención de que siguiera explicándome las peleas de D. Diego Hurtado de Mendoza con el Obispo Lope de Barrientos.

Cuando llegué al nº 23 de la Calle Alfonso VIII eran las nueve de la mañana. Estaban desayunando y me uní a ellos. ¿Cómo subes tan pronto? Es para que me cuentes las peleas de Don Diego con el Obispo Barrientos. Bien, Josemari por el interés, haremos lo del otro día, nos subiremos al Castillo para ubicar la contienda ¡Eso abuelo!, contesté.

Ya sentados en el murillo de la Plaza del Trabuco, con la garrota me señalaba las líneas imaginarias hasta donde llegaba el castillo, indicándome que el castillo poseía seis puertas y tres portillo. En la parte izquierda de la Plaza del Trabuco y adosado a una pared aparece parte del arco que constituía una puerta de acceso a la mencionada plaza y donde se realizó la contienda. Seguidamente comenzó el relato.

El origen de estas algaradas a que tan aficionados fueron los nobles durante los largos períodos de tiempo en que el trono de Castilla estuvo ocupado por monarcas débiles, no cesaron hasta que los Reyes Católicos lograron la unidad nacional, ejerciendo su hegemonía sobre todos los súbditos, señores y vasallos.

Estas contiendas hay que ubicarlas entre las condiciones pactadas en 1446 para la reconciliación del rey con el príncipe D. Enrique, soliviantado por los nobles, entre ellos D. Juan Pacheco, marqués de Villena y Señor de Belmonte, para impedir el valimiento (1*) de D. Álvaro de Luna y que llegaron a extremo de presentar batalla padre e hijo. Entre otras cosas se estipuló en dichas condiciones, que se diera el maestrazgo de Calatrava a D. Pedro Girón, hermano de Pacheco, con satisfacción en rentas al que había sido elegido para el cargo y el de Santiago siguiera en poder de D. Álvaro de Luna, satisfaciendo también a D. Rodrigo Manrique por el derecho que tenía a él. Es decir abuelo que aquí todo el mundo quería sacar tajá de la sartén, más o menos Josemari.

Pues mira, con todo este reparto parecía que las cosas estaban arregladas, pero Manrique fue llamado por el rey de Aragón, que pretendía ampliar sus estados a costa de los de Castilla y al que además de hacerle un ofrecimiento en metálico, consiguió que el Papa prometiera hacerle Maestre de Santiago, para embestir de nuevo contra D. Álvaro de Luna. Enterado de la trama Lope Barrientos, solicitó al Rey que enviara a Cuenca soldados a su mando, ante el temor de que Diego Hurtado de Mendoza, que era suegro de D. Rodrigo Manrique, se alzase con ella por su yerno o por el príncipe, a la vez que se enviaban tropas a otros lugares ocupados por D. Rodrigo para rescatarlos. Valla lio Abuelo se montó, todos querían la plaza de Cuenca, algo así Josemari.

Pues bien, El Obispo, por orden del Rey, comunicó a Hurtado de Mendoza que abandonara la ciudad, llegando a fijarse como fecha límite el día de Santiago, en cuya víspera el guarda del castillo, D. Juan Hurtado, hizo entrar en él una fuerza de 400 hombres. Por su parte el Obispo se había preparado poniendo barreras y guardas entre el castillo y la población.


El día de Santiago, estando diciendo misa, le llego un emisario comunicándole que los partidarios de D. Rodrigo habían comenzado la escaramuza y habían pegado fuego a la puerta de la ciudad, que entonces se llamaba del Mercado, corriéndose el fuego a las casas  inmediatas. Se abrieron treguas a instancias de D. Lope, a fin de llegar a un acuerdo, las que aprovechó D. Diego para aumentar sus pertrechos y reforzar su guarnición y sin haber expirado el plazo ni atender a la carta en que el Rey le ordenaba salir de Cuenca, comenzó la pelea contra las tropas del Obispo que hubieron de pegar fuego a la casa de D. Diego, trasladándose el fuego a las casas contiguas llegando a quemarse más de cincuenta. Esto  obligó a Hurtado de Mendoza a pedir seguro para su salida de Cuenca, lo que hizo con su familia, marchando a su villa de Cañete, pero dejando en el Castillo una pequeña guarnición que junto con refuerzos luego enviados, mantuvieron más de un año el desasosiego en Cuenca, hasta que el Rey indujo al Obispo a que celebrara un acuerdo por el que abandonó D. Diego el castillo de Cuenca, a cambio de hacerle merced del lugar de Cañada del Hoyo “en que hay fortaleza antigua e ochenta o noventa vasallos: e así entregó el castillo de Cuenca al Rey”, dice la crónica de Juan II.

Así Cuenca se vió libre de las  revueltas, no sin haber pagado un gran precio por los incendios ocasionados. A ver abuelo, estos se marcharon de aquí porque se les dio una plaza mejor como fue Cañada del Hoyo, pues claro Josemarí. Todo esto fue fruto de la codicia que esconde en su interior la deslealtad, la traición deliberada, siempre en el propio beneficio personal. Los engaños o la manipulación de la autoridad son todas acciones inspiradas por la avaricia y de ésto los ricos saben mucho, pero no creas que es sólo patrimonio de los ricos, a veces lo que tienen acceso a la riqueza, sin ser propia, son peores que los señores. Así es abuelo. Pues Josemaría, vámonos para casa que va torrando la calva este sol de canícula.

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(1*) El Valido fue una figura política (el valimiento) propia del Antiguo Régimen en la Monarquía Hispánica, que alcanzó su plenitud bajo los llamados Austrias menores en el siglo XVII. No puede considerarse como una institución, ya que en ningún momento se trató de un cargo oficial, puesto que únicamente servía al rey mientras éste tenía confianza en la persona escogida.

 
José María Rodríguez González. Profesor e Investigador Histórico
19 de agosto de 2014

miércoles, 13 de agosto de 2014

Cuenca en llamas

Cuenca en llamas (Primera parte)
Relato de los incendios más importantes que ha sufrido la ciudad de Cuenca
567 años de la primera ordenanza para la extinción de incendios en Cuenca
Era verano, mes de agosto en Cuenca, habíamos madrugado porque mi hermana pequeña no dejaba de llorar por lo que decidieron mis padres llevarla a Don Félix  de la Muela para que les dijera que le sucedía. A mí se me indicó que subiera a casa de los abuelos y que me quedara allí a comer con ellos, el resto de mis hermanos se fueron a sus respectivos trabajos porque éramos cinco hermanos. Cuando llegué a casa de mis abuelos, en la calle Alfonso VIII, nº 23, me dijo mi abuela que cogiera el botijo y renovara el agua, yendo a la fuente de la calle Zapaterías. Cuando regresé, la cocina estaba en llamas, con la intención de hacerme picatostes  había puesto una sartén con aceite al fuego, olvidándose de ella. Mi abuelo echó un paño humedecido con el agua del botijo sobre ella y se apago de inmediato.
Calle de San Pedro
Posteriormente desayunamos los tres juntos y me pregunta mi abuelo: ¿Josemari qué día es hoy? 9 de agosto abuelo. Pues tal día como hoy en 1447 el Concejo de Cuenca redactaba las primeras ordenanzas para la extinción de incendios, acordando también enviar una copia al Rey, que por entonces reinaba en España, Juan II. ¿Lo dices por lo de la sartén ardiendo? Esto no es nada con lo que sucedió entonces. ¿Me lo vas a contar? Pues claro, termina el desayuno y nos vamos a recorrer la calle de San Pedro.
Plaza del Trabuco

Salimos de casa enfilando la Plaza Mayor hacia la cuesta de la calle de San Pedro. Sentándonos en el murillo de la plaza del Trabuco, comenzando su relato. En los primeros días de agosto de 1447 se entabló una gran pelea por estos lugares entre las gentes partidarias de Diego Hurtado de Mendoza y las acaudilladas por el Obispo Lope de Barrientos, éste en nombre del Monarca. Entre los muchos conflictos que se sucedían entre ellos, resultó un incendio catastrófico ya que ardieron más de cincuenta y cinco casas, entre ellas la de Diego Hurtado y la del Ayuntamiento. Este suceso dió ocasión para que el Concejo redactara las Ordenanzas que te he comentado anteriormente. (Después de escucharle no podía entender que un Obispo peleara contra un Señor). Le dije a mi abuelo, no entiendo esto de que se peleen entre ellos. Josemarí otro día te hablo de las algaradas del guarda del castillo, que era D. Juan Hurtado de Mendoza y el Obispo Lope de Barrientos y como se incendiaron las casas de la parte alta de la ciudad ¡Vale, pero sin tardar que luego se olvida de contármelo!

Mira Josemári, no terminaron aquí los incendios en Cuenca. Fue a raíz de lo ocurrido en la Torre del
Ángel de la Catedral, en mayo de 1509 lo que hizo al Concejo que en junio de este mismo año, llegara al acuerdo de formular nueva petición de recursos para realizar las obras de la traída del agua a la ciudad argumentándolo con la gran cantidad de incendios que se producían. Poco eficiente fue la petición ya que en marzo de 1649, el nuevo Concejo promovió nuevas prevenciones, alegando que en 16 años habían consumido los incendios la tercera parte de las casas de la ciudad. ¡Pues casi todo lo que hay ahora tuvo que construirse de nuevo!, dije yo asombrado. Así es, apuntilló mi abuelo.

Bajamos por la calle de Julián Romero y cuando llegamos a la altura del Colegio de San José, señalando con la garrota me dice: “Esa es la Torre del Ángel”, la única que queda actualmente, y aquí en este vano estuvo la Torre del Giraldo, ¿La torre del Giraldo? Si Josemari, era la torre de las campanas y del reloj  y tuvo muchos incendios por rayos, que a través de los años la hicieron desaparecer. ¿Qué fue de ella? Sentémonos enfrente de la fachada de la Catedral, que en esos años estaba cubierta de andamiajes, y te cuento algunos de los incendios de los muchos que se han producido por la caída de rayos sobre la más bella torre que ha tenido nuestra Catedral. Si abuelo sentémonos.

Pues bien, escucha y apunta en la libreta que te regalé, sí así lo hago. El 20 de mayo de 1674 hubo
uno que quemando los cabezales de las campanas, originó la caída de éstas sobre la bóveda que se rompía y trasladaba el incendio al interior de la Catedral, costando 13 días el extinguir el fuego, destrozó el magnífico órgano construido en 1629. Además de los desperfectos que produjo en la fábrica hacia la capilla de San Antolín. Otro de los incendios muy violento fue el de 1837, durante una tempestad en la noche; esta vez ardieron escaleras, pisos y campanas. Cuantos la vieron aseguraron que fue un incendio imponente y aterrador ver a tal altura las llamas saliendo por todos los huecos calados, volteándose al impulso del viento las mismas campanas. Nada de extraño tiene que en 1902 se vinera abajo. Hay dos hipótesis que explican el hundimiento: una que contribuyó a la calcinación más o menos profunda de sus paredes, producida por los fuegos, abriéndose los arcos por las altas temperaturas soportadas y una segunda que cayera por la falta de solidez en la zona inferior ocasionada por las humedades. De una forma u otra nos quedamos sin campanario y seguimos sin él. ¡A ver si cuando seas mayor puedes ver de nuevo el Giraldo en su sitio! Eso espero abuelo, hare lo que esté en mi mano para que se pueda devolver el esplendor a nuestra Catedral

¡Abuelo, tu sabes mucho sobre la Catedral! Pues claro, como carpintero que fui en ella sé muchos de los secretos que encierra y te los contaré todos, poco a poco, pero tú apunta lo que te digo que algún día podrás hacer uso de ellos. Sí abuelo así lo hago.

¿Hubo más incendios en Cuenca?  Le pregunté. Te voy a relatar el último y nos vamos a comer a casa que se hace algo tarde, si abuelo. Este último es de mi época, también fue aparatoso, se produjo en unas casas particulares, frente a la iglesia del Salvador, hará unos 30 años, para apagarlo los vecinos subieron el carrillo de las mangas por la fuerte pendiente del Convento de las Benitas.

En el convento de las Petras, éste que tenemos aquí a la izquierda, realicé varios trabajos de carpintería, ¡me obligaban a llevar sonando una campanilla, como soy hombre y las monjas no podían verme, así que cuando sonaba la campanilla se escondían! Pues, a lo que iba. El 6 de abril de 1940 se inició el fuego en la casa del número 7 de la calle de San Pedro llegando al convento, costó dos días apagarlo, interviniendo los vecinos en su extinción. Mira hay que poner de manifiesto que los conquenses siempre hemos sido gente de ayudar, los vecinos no hemos regateado nunca a la hora de apoyar el hombro y de prestar auxilio ante estas situaciones, eso tenlo siempre presente y te corresponderá a ti seguir prestando ayuda a quien te la solicite. Y…  ¡Ala vamos! que se hace tarde para comer y así otro día más de la mano de mi abuelo bajamos saludando a la gente que nos encontrábamos a nuestro paso. ¡Adiós Sabino!         

Cuenca, 13 de agosto de 2014

José María Rodríguez González. Profesor e Investigador Histórico

martes, 12 de agosto de 2014

Inauguración de la xposición fotogáfica "Los Rostros Romanos en la Catedral de Cuenca" en Valeria (Cuenca)


 
Quiero agradecer a cuantas personas asistieron ayer a la inauguración de la exposición “LOS ROSTROS ROMANOS EN LA CATEDRAL DE CUENCA” en Valeria (Cuenca) en especial aquellas personas que fueron exclusivamente como Eduardo la Fuente y Maricarmen; mi hermana Raquel y Javier con su hijo Sergio; a mi cuñado Marino y mis suegros Otilia y Rafael; a mi hijo David quien hizo el reportaje fotográfico.
 
 
Fue un acto de presentación entrañable para mí, al encontrarme el Hermano Marista que realizó el pregón de las XIII Jornadas Romanas de Valeria, D. Fulgencio Martínez Mora al que tuve la suerte de conocer y recordar mis años de adolescente que pase en las distintos Seminarios Maristas.
 Y agradecer al pueblo de Valeria la acogida y el interés mostrado por esta nueva exposición y a su alcalde Teodomiro, a Miguel Romero quien llevó con todo acierto el desarrollo del acto y como no, a D. Benjamín Prieto, Presidente de la Diputación, que tanto apoyo he recibido de él, interesándose por mis investigaciones y al Cabildo de la Catedral, representado por D. Miguel Ángel Albares que al final no pudo estar presente por problemas médicos.

En una palabra Gracias.

lunes, 4 de agosto de 2014

Los Rostros Romanos en la Catedral de Cuenca


Exposición fotográfica.

Coincidiendo con las Jornadas Romanas de Velería, del 11 al 18 de agosto de 2014, José María Rodríguez González, expone en la Iglesia Parroquial “Ntra. Sña. De la Sey”  de Valeria (Cuenca) “LOS ROSTROS ROMANOS EN LA CATEDRAL DE CUENCA”
SÍNTESIS DE LA EXPOSICIÓN: De los tres rejeros que interviene de la Catedral de Cuenca a lo largo del siglo XVI son dos los que se recrean en los rostros y cabezas romanas. Esteban Limosín, desde 1526 a 1530 y Hernando de Arenas de 1548 a 1550.

A Esteban Limosín corresponde las rejerías de las capillas: De los Caballeros, 1526; del Peso 1527; de la Asunción, 1551 y de los Apóstoles, 1530. A lo largo de ellas nos da una visión muy completa de las costumbres romanas acerca del estilo del peinado. Observamos el “peinado de Octavia” que se llevaba en los primeros años del Imperio. Octavia era la hermana del primer emperador de Roma, Augusto, año 40 a.C. y ella representaba las virtudes femeninas. Con relación a los hombres, la moda de la barba se importó de Grecia y fue promovida por Adriano. Los romanos se empezaron a afeitar casi cinco siglos antes del nacimiento de Cristo, se trataba de recortarse la barba y no de afeitarse. Escipión el Africano que murió en el año 129 a.C. fue el primero en afeitarse la cara todos los días.

Del rejero Hernando de Arenas presenta los rostros que aparecen en dos de sus rejas, la Capilla de San Martín, 1548 y el Coro del año 1550. Su trabajo se centra en los teñidos. Principalmente en el rostro femenino de la mujer patricia. Presenta el cambio que se dió en la moda del penado en la Dinastía Flavia (del 69 al 96 d.C.), imponiéndose la costumbre de trenzar el pelo, haciéndose muy popular junto con la moda de tintarse el cabello de color rubio. El color rubio causaba sensación entre ambos sexos y para conseguirlo se echaban polvo de oro.
Los romanos adoptaron de los griegos la costumbre de teñirse el pelo amarillo rojo, este color lo conseguían con jabón caustico a base de sebo y cenizas. Este estilo lo podemos observar en las cabezas femeninas de la Capilla de San Martín.  
En plan anecdótico, parecerá sorprendente que la mujer patricia no se quejara de su falta de libertad personal o de su ausencia de derechos políticos, sino de la Lex Oppia (1*), vigente del 215 l195a.C., esta ley les impedía engalanarse con joyas y utilizar telas con bonitos colores. Esta ley fue abolida por el Senado Romano, siendo criticados en plan burlesco diciendo de ellos que: "El mundo era gobernado por lo romanos, pero ellos están gobernados por sus mujeres!. (Esta frase para un patricio era una gran ofensa). 

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(1*) En el año 215 a. C., tras ser derrotado el ejército romano por Aníbal en la batalla de Cannas, los políticos, movidos por la necesidad de recuperarse económicamente para continuar haciendo frente a tan poderoso enemigo, votaron una ley que limitaba las manifestaciones externas de riqueza en las mujeres. No se permitía llevar más de media onza de oro en joyas, los vestidos no debían tener colores llamativos para no emplear tintes caros, y habrían de conformarse con la litera y el tiro para circular por Roma e inmediaciones, pues se prohibía el carruaje de dos caballos si no era para asistir a algún acontecimiento de carácter religioso. Esta ley, conocida como la Lex Oppia, debe su nombre al tribuno de la plebe Cayo Oppio.