Cuenca en llamas (Primera parte)
Relato de los incendios
más importantes que ha sufrido la ciudad de Cuenca
567 años de la primera
ordenanza para la extinción de incendios en Cuenca
Era verano, mes de agosto en Cuenca,
habíamos madrugado porque mi hermana pequeña no dejaba de llorar por lo que
decidieron mis padres llevarla a Don Félix de la Muela para que les dijera que le
sucedía. A mí se me indicó que subiera a casa de los abuelos y que me quedara
allí a comer con ellos, el resto de mis hermanos se fueron a sus respectivos
trabajos porque éramos cinco hermanos. Cuando llegué a casa de mis abuelos, en
la calle Alfonso VIII, nº 23, me dijo mi abuela que cogiera el botijo y
renovara el agua, yendo a la fuente de la calle Zapaterías. Cuando regresé, la
cocina estaba en llamas, con la intención de hacerme picatostes había puesto una sartén con aceite al fuego,
olvidándose de ella. Mi abuelo echó un paño humedecido con el agua del botijo
sobre ella y se apago de inmediato.
Calle de San Pedro |
Posteriormente desayunamos los
tres juntos y me pregunta mi abuelo: ¿Josemari qué día es hoy? 9 de agosto
abuelo. Pues tal día como hoy en 1447 el Concejo de Cuenca redactaba las
primeras ordenanzas para la extinción de incendios, acordando también enviar
una copia al Rey, que por entonces reinaba en España, Juan II. ¿Lo dices por lo
de la sartén ardiendo? Esto no es nada con lo que sucedió entonces. ¿Me lo vas
a contar? Pues claro, termina el desayuno y nos vamos a recorrer la calle de
San Pedro.
Plaza del Trabuco |
Salimos de casa enfilando la
Plaza Mayor hacia la cuesta de la calle de San Pedro. Sentándonos en el murillo
de la plaza del Trabuco, comenzando su relato. En los primeros días de agosto
de 1447 se entabló una gran pelea por estos lugares entre las gentes partidarias
de Diego Hurtado de Mendoza y las acaudilladas por el Obispo Lope de
Barrientos, éste en nombre del Monarca. Entre los muchos conflictos que se
sucedían entre ellos, resultó un incendio catastrófico ya que ardieron más de
cincuenta y cinco casas, entre ellas la de Diego Hurtado y la del Ayuntamiento.
Este suceso dió ocasión para que el Concejo redactara las Ordenanzas que te he
comentado anteriormente. (Después de escucharle no podía entender que un Obispo
peleara contra un Señor). Le dije a mi abuelo, no entiendo esto de que se
peleen entre ellos. Josemarí otro día te hablo de las algaradas del guarda del
castillo, que era D. Juan Hurtado de Mendoza y el Obispo Lope de Barrientos y
como se incendiaron las casas de la parte alta de la ciudad ¡Vale, pero sin
tardar que luego se olvida de contármelo!
Mira Josemári, no terminaron aquí
los incendios en Cuenca. Fue a raíz de lo ocurrido en la Torre del
Ángel de la
Catedral, en mayo de 1509 lo que hizo al Concejo que en junio de este mismo
año, llegara al acuerdo de formular nueva petición de recursos para realizar
las obras de la traída del agua a la ciudad argumentándolo con la gran cantidad
de incendios que se producían. Poco eficiente fue la petición ya que en marzo
de 1649, el nuevo Concejo promovió nuevas prevenciones, alegando que en 16 años
habían consumido los incendios la tercera parte de las casas de la ciudad.
¡Pues casi todo lo que hay ahora tuvo que construirse de nuevo!, dije yo
asombrado. Así es, apuntilló mi abuelo.
Bajamos por la calle de Julián
Romero y cuando llegamos a la altura del Colegio de San José, señalando con la
garrota me dice: “Esa es la Torre del Ángel”, la única que queda actualmente, y
aquí en este vano estuvo la Torre del Giraldo, ¿La torre del Giraldo? Si
Josemari, era la torre de las campanas y del reloj y tuvo muchos incendios por rayos, que a
través de los años la hicieron desaparecer. ¿Qué fue de ella? Sentémonos
enfrente de la fachada de la Catedral, que en esos años estaba cubierta de
andamiajes, y te cuento algunos de los incendios de los muchos que se han
producido por la caída de rayos sobre la más bella torre que ha tenido nuestra
Catedral. Si abuelo sentémonos.
Pues bien, escucha y apunta en la
libreta que te regalé, sí así lo hago. El 20 de mayo de 1674 hubo
uno que
quemando los cabezales de las campanas, originó la caída de éstas sobre la
bóveda que se rompía y trasladaba el incendio al interior de la Catedral,
costando 13 días el extinguir el fuego, destrozó el magnífico órgano construido
en 1629. Además de los desperfectos que produjo en la fábrica hacia la capilla
de San Antolín. Otro de los incendios muy violento fue el de 1837, durante una
tempestad en la noche; esta vez ardieron escaleras, pisos y campanas. Cuantos
la vieron aseguraron que fue un incendio imponente y aterrador ver a tal altura
las llamas saliendo por todos los huecos calados, volteándose al impulso del
viento las mismas campanas. Nada de extraño tiene que en 1902 se vinera abajo.
Hay dos hipótesis que explican el hundimiento: una que contribuyó a la
calcinación más o menos profunda de sus paredes, producida por los fuegos,
abriéndose los arcos por las altas temperaturas soportadas y una segunda que
cayera por la falta de solidez en la zona inferior ocasionada por las
humedades. De una forma u otra nos quedamos sin campanario y seguimos sin él.
¡A ver si cuando seas mayor puedes ver de nuevo el Giraldo en su sitio! Eso
espero abuelo, hare lo que esté en mi mano para que se pueda devolver el
esplendor a nuestra Catedral
¡Abuelo, tu sabes mucho sobre la
Catedral! Pues claro, como carpintero que fui en ella sé muchos de los secretos
que encierra y te los contaré todos, poco a poco, pero tú apunta lo que te digo
que algún día podrás hacer uso de ellos. Sí abuelo así lo hago.
¿Hubo más incendios en Cuenca? Le pregunté. Te voy a relatar el último y nos
vamos a comer a casa que se hace algo tarde, si abuelo. Este último es de mi
época, también fue aparatoso, se produjo en unas casas particulares, frente a
la iglesia del Salvador, hará unos 30 años, para apagarlo los vecinos subieron
el carrillo de las mangas por la fuerte pendiente del Convento de las Benitas.
En el convento de las Petras, éste
que tenemos aquí a la izquierda, realicé varios trabajos de carpintería, ¡me
obligaban a llevar sonando una campanilla, como soy hombre y las monjas no
podían verme, así que cuando sonaba la campanilla se escondían! Pues, a lo que
iba. El 6 de abril de 1940 se inició el fuego en la casa del número 7 de la
calle de San Pedro llegando al convento, costó dos días apagarlo, interviniendo
los vecinos en su extinción. Mira hay que poner de manifiesto que los
conquenses siempre hemos sido gente de ayudar, los vecinos no hemos regateado
nunca a la hora de apoyar el hombro y de prestar auxilio ante estas
situaciones, eso tenlo siempre presente y te corresponderá a ti seguir
prestando ayuda a quien te la solicite. Y… ¡Ala vamos! que se hace tarde para comer y así
otro día más de la mano de mi abuelo bajamos saludando a la gente que nos encontrábamos
a nuestro paso. ¡Adiós Sabino!
Cuenca, 13 de agosto de 2014
José María Rodríguez González.
Profesor e Investigador Histórico
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