Del testimonio de la
escritura de transacción entre la Real Hacienda y la Ciudad de Cuenca, villas y
aldeas de su suelo y tierra, sobre propiedad de su sierra, dehesas, quintos,
etc., y de la Real Cédula de Confirmación.
Entrando en el otoño Cuenca se
prepara para el invierno y como todo hijo de vecino había que proveerse de la
suficiente leña para la estufa. En los años sesenta era normal tener una estufa
de leña en el comedor o en un lugar de la casa que abriendo las puertas de las
habitaciones llegara el calor para caldearlas. A mí me gustaba preparar la
estufa con serrín. Se ponía un palo redondo en el centro de la estufa, otro
metido por la puertecilla de abajo, que hacía de tiro, uniéndolo los dos. Luego
se llenaba de serrín y se apisonaba lo más posible para que quedara compacto
(yo me subía encima de la estufa y con los pies, pisando fuerte bajaba el
serrín, repitiendo la operación hasta llenarla) luego se retiraban los palos y
dejando libre de serrín el tubo de la chimenea se prendía fuego por debajo con
una tea y teníamos calor para toda la mañana. Por la tarde eran los tarugos de
leña los que se metían para calentar la estancia.
Serranía de Cuenca |
La leña había que entrarla ya que
no venía sola a casa, así que mi abuelo Sabino llamaba a su amigo, el del motocarro,
y lo subía lleno de leña; madrugábamos por que la leña había que meterla antes
de que el autobús de la Plaza empezara el servicio. Así que a las siete de la
mañana estaba en el nº 23 de la Calle Alfonso VIII, esperando el motocarro para
entrar la leña a la casa. Nosotros la subíamos y mi abuelo la colocaba haciendo
pared hasta llegar al techo, al terminar desayunábamos. Ese día le pregunté a
mí a bueno de donde venia la leña y él me dijo de la fábrica de Pozo. Proseguí
preguntado ¿y Pozo de donde la trae? De la Sierra contestó mi abuelo.
¿Qué es la Sierra, abuelo? Existe
en la provincia de Cuenca una extensión de tierra denominada Sierra cuya
extensión suma más de 100.000 hectáreas poblada de pinos maderables y a la vez
de la riqueza en árboles, hay otra riqueza que son los pastos para el ganado
¿De quién es todo eso? se dice, que ésta inmensidad de terreno y riqueza que
contiene la extensa Sierra la donó el Rey Alfonso VIII a Cuenca, a sus villas, a
sus aldeas y lugares. Esta donación la hizo el Monarca en mérito a los auxilios
que recibió de todos, en su empresa de reconquista. Es decir, desde 1177 que se
conquistó Cuenca, hasta 1738. Durante este periodo la ciudad de Cuenca con sus
villas, aldeas y lugares vinieron disfrutando mutuamente los productos que daba
dicha Sierra, no obstante, el Concejo de Cuenca intentó coartar diferentes
veces a los pueblos el disfrute que venía haciendo efecto de la Real Cédula de
donación, dando lugar a varios pleitos entre ésta y los pueblos.
Miniatura de los Reyes haciendo donación |
Intervine yo diciendo ¿Si era un
regalo del Rey para sus gentes, porque quería el Concejo adueñarse de todo? La
codicia Josemari, pero no sólo eso, llegó el año 1738 y el rey Felipe V quiso
retrotraer a la corona los terrenos que formaban la donación de Alfonso VIII y
para ello mandó a Cuenca a un Juez especial encargado de llevar a cabo esta
reintegración. ¿Si era un regalo de Alfonso VIII porque querían quitárselo? Te
explico lo que sucedió. Llegó el Juez a Cuenca y manifestó su propósito, como
nadie estaba conforme se estableció un pleito entre la Corona y Cuenca con sus
124 localidades que tenían derecho, cuyo pleito se tramitó como era corriente
en aquella fecha, en el cual se llegó a la conclusión de que la donación hecha
por Alfonso VIII lo había sido sólo del “usufructo”
y no de la propiedad. La Corona se hizo dueña otra vez de toda la Sierra.
Mandaron retirar de ella los ganados que había pastado, a los labradores que
habían roturado alguna extensión de ella y todo cuanto menoscabara la ocupación
de toda la Sierra por la Corona.
¡Eso es una
canallada! Si Josemari, si pero el Rey es el dueño y señor de todo y no
era justo pero así lo hizo. ¿y se calló la gente? Prosiguió mi abuelo,
acudieron en “súplica” a la Corona para que les vendiera la propiedad de la
tierra ya que el “usufructo” era de
ellos, según el Juez. ¿Y el Rey le vendió lo que era de ellos? Si, así fue,
llegó a convenir con ellos el precio en 75.000 reales y les otorgó su
correspondiente escritura, que llevó la fecha de 12 de diciembre de 1744.
Así que si todo esto es cierto,
como se asegura, desde esta fecha arranca de una manera concluyente el dominio
absoluto de la Sierra a favor de Cuenca, sus villas, aldeas y lugares y si
entre todos la compraron y entre todos la pagaron, claro es que a todos
pertenezca, sin preferencias para ninguna de las partes.
Pero que te quede claro,
Josemari, que nada nos pertenece en realidad. Cuando estemos enterrados algún
otro se adueñará de todo lo que deseamos o guardamos con recelo. Que te quede
claro, repitió de nuevo mi abuelo, que es absurdo pensar que algo es propiedad
nuestra. Es triste dar más importancia a las cosas que a las personas.
Muy intrigado le pregunto a mí
abuelo, ¿todos quedaron contentos y disfrutando de lo que producía la Sierra?
Que va Josemari, esto lo complicó después el Concejo de Cuenca, que quiso sacar
más de lo que le correspondía; pero eso otro día te lo contará mi amigo el
Archivero del Ayuntamiento, y terminada la charla me baje a casa esperando el
momento para conocer el Archivo y a su Archivero del Ayuntamiento.
Cuenca 25 de
septiembre de 2014
José María
Rodríguez González. Profesor e Investigador Histórico
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