domingo, 9 de noviembre de 2014

Los pinares del Rey Alfonso VIII (primera parte)


Del testimonio de la escritura de transacción entre la Real Hacienda y la Ciudad de Cuenca, villas y aldeas de su suelo y tierra, sobre propiedad de su sierra, dehesas, quintos, etc., y de la Real Cédula de Confirmación.

Entrando en el otoño Cuenca se prepara para el invierno y como todo hijo de vecino había que proveerse de la suficiente leña para la estufa. En los años sesenta era normal tener una estufa de leña en el comedor o en un lugar de la casa que abriendo las puertas de las habitaciones llegara el calor para caldearlas. A mí me gustaba preparar la estufa con serrín. Se ponía un palo redondo en el centro de la estufa, otro metido por la puertecilla de abajo, que hacía de tiro, uniéndolo los dos. Luego se llenaba de serrín y se apisonaba lo más posible para que quedara compacto (yo me subía encima de la estufa y con los pies, pisando fuerte bajaba el serrín, repitiendo la operación hasta llenarla) luego se retiraban los palos y dejando libre de serrín el tubo de la chimenea se prendía fuego por debajo con una tea y teníamos calor para toda la mañana. Por la tarde eran los tarugos de leña los que se metían para calentar la estancia.


Serranía de Cuenca
La leña había que entrarla ya que no venía sola a casa, así que mi abuelo Sabino llamaba a su amigo, el del motocarro, y lo subía lleno de leña; madrugábamos por que la leña había que meterla antes de que el autobús de la Plaza empezara el servicio. Así que a las siete de la mañana estaba en el nº 23 de la Calle Alfonso VIII, esperando el motocarro para entrar la leña a la casa. Nosotros la subíamos y mi abuelo la colocaba haciendo pared hasta llegar al techo, al terminar desayunábamos. Ese día le pregunté a mí a bueno de donde venia la leña y él me dijo de la fábrica de Pozo. Proseguí preguntado ¿y Pozo de donde la trae? De la Sierra contestó mi abuelo.

¿Qué es la Sierra, abuelo? Existe en la provincia de Cuenca una extensión de tierra denominada Sierra cuya extensión suma más de 100.000 hectáreas poblada de pinos maderables y a la vez de la riqueza en árboles, hay otra riqueza que son los pastos para el ganado ¿De quién es todo eso? se dice, que ésta inmensidad de terreno y riqueza que contiene la extensa Sierra la donó el Rey Alfonso VIII a Cuenca, a sus villas, a sus aldeas y lugares. Esta donación la hizo el Monarca en mérito a los auxilios que recibió de todos, en su empresa de reconquista. Es decir, desde 1177 que se conquistó Cuenca, hasta 1738. Durante este periodo la ciudad de Cuenca con sus villas, aldeas y lugares vinieron disfrutando mutuamente los productos que daba dicha Sierra, no obstante, el Concejo de Cuenca intentó coartar diferentes veces a los pueblos el disfrute que venía haciendo efecto de la Real Cédula de donación, dando lugar a varios pleitos entre ésta y los pueblos.
Miniatura de los Reyes haciendo donación

Intervine yo diciendo ¿Si era un regalo del Rey para sus gentes, porque quería el Concejo adueñarse de todo? La codicia Josemari, pero no sólo eso, llegó el año 1738 y el rey Felipe V quiso retrotraer a la corona los terrenos que formaban la donación de Alfonso VIII y para ello mandó a Cuenca a un Juez especial encargado de llevar a cabo esta reintegración. ¿Si era un regalo de Alfonso VIII porque querían quitárselo? Te explico lo que sucedió. Llegó el Juez a Cuenca y manifestó su propósito, como nadie estaba conforme se estableció un pleito entre la Corona y Cuenca con sus 124 localidades que tenían derecho, cuyo pleito se tramitó como era corriente en aquella fecha, en el cual se llegó a la conclusión de que la donación hecha por Alfonso VIII lo había sido sólo del “usufructo” y no de la propiedad. La Corona se hizo dueña otra vez de toda la Sierra. Mandaron retirar de ella los ganados que había pastado, a los labradores que habían roturado alguna extensión de ella y todo cuanto menoscabara la ocupación de toda la Sierra por la Corona.

 ¡Eso es una  canallada! Si Josemari, si pero el Rey es el dueño y señor de todo y no era justo pero así lo hizo. ¿y se calló la gente? Prosiguió mi abuelo, acudieron en “súplica” a la Corona para que les vendiera la propiedad de la tierra ya que el “usufructo” era de ellos, según el Juez. ¿Y el Rey le vendió lo que era de ellos? Si, así fue, llegó a convenir con ellos el precio en 75.000 reales y les otorgó su correspondiente escritura, que llevó la fecha de 12 de diciembre de 1744.

Así que si todo esto es cierto, como se asegura, desde esta fecha arranca de una manera concluyente el dominio absoluto de la Sierra a favor de Cuenca, sus villas, aldeas y lugares y si entre todos la compraron y entre todos la pagaron, claro es que a todos pertenezca, sin preferencias para ninguna de las partes.

Pero que te quede claro, Josemari, que nada nos pertenece en realidad. Cuando estemos enterrados algún otro se adueñará de todo lo que deseamos o guardamos con recelo. Que te quede claro, repitió de nuevo mi abuelo, que es absurdo pensar que algo es propiedad nuestra. Es triste dar más importancia a las cosas que a las personas.      

Muy intrigado le pregunto a mí abuelo, ¿todos quedaron contentos y disfrutando de lo que producía la Sierra? Que va Josemari, esto lo complicó después el Concejo de Cuenca, que quiso sacar más de lo que le correspondía; pero eso otro día te lo contará mi amigo el Archivero del Ayuntamiento, y terminada la charla me baje a casa esperando el momento para conocer el Archivo y a su Archivero del Ayuntamiento.

Cuenca 25 de septiembre de 2014

José María Rodríguez González. Profesor e Investigador Histórico

 

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