Del testimonio de la
escritura de transacción entre la Real Hacienda y la Ciudad de Cuenca, villas y
aldeas de su suelo y tierra, sobre propiedad de su sierra, dehesas, quintos,
etc., y de la Real Cédula de Confirmación.
Archivo |
No encontraba
el día para subir con mi abuelo al Archivo del Excmo. Ayuntamiento para que me
explicaran mi abuelo Sabino y el Archivero los pleitos interpuestos entre el
Concejo de Cuenca y los 124 pueblos que tenían derecho al disfrute de la
Sierra. Pero he aquí que se puso mi hermana pequeña enferma y mi madre tenía que
ir a la plaza a comprar dejándome al cuidado de ella. Tuve la picardía de
adelantar una hora el reloj y cuando llegó mi madre viendo lo tarde que era, me
dijo: ¡no vayas hoy a la escuela que se ha hecho muy tarde y te regañará la
maestra! convencí a mi madre para subir a casa de mi abuelo a llevarle flores
de confitura que había hecho al acercarse la festividad de Todos los Santos.
Cuando llegue
no me falto la bronca del abuelo por haber engañado a mi madre y por no ir esa
mañana al Colegio Español, pero el mal estaba hecho así que me llevó al
Archivo. Tenía diez años cuando pisé por vez primera un archivo. Un mostrador
separaba la entrada del resto de la estancia; seguidamente una mesa de madera y
algunas sillas, sólo se veían estanterías de madera llenas con archivadores de
cartón y libros viejos con nuevos mezclados. Fue todo una experiencia. El Archivero,
un señor algo mayor, calvo y con una gafa redonda. Saludo a mi abuelo y
haciendo las presentaciones de rigor el Archivero nos hizo sentarnos alrededor
de la mesa camilla que salía cierto calorcillo al disponer de un brasero en su
interior. Y sabiendo de qué iba el tema
me dijo: hoy no has ido al colegio pero que te sirva de lección todo lo que
vamos hablar hoy. Sí señor, conteste yo.
Sierra de Cuenca - Acueducto de Royo frío |
Como te habrá
contado Sabino, a pesar de ser tan evidente como la luz del medio día que la
Sierra pertenece por igual a Cuenca y a los pueblos, villas, aldeas y lugares,
este Ayuntamiento que en aquella época era Concejo, prescindiendo por completo
de dicho condominio y por su cuenta propia, sin más derecho que su capricho y
faltando por completo a todos los respetos debidos a sus “condominantes”, utilizó
él exclusivamente, todos los montes en muchos años, ingresado en sus arcas
municipales por este concepto mucho dinero y está mal que lo diga yo que
trabajo para él, pero la verdad siempre será la verdad. Pues no contento con
ello y jactándose de que era el único dueño y señor de todos los montes,
intentó desalojar de los pastos al ganado interponiendo denuncias y decretando
la exacción de las multas y provocando ejecuciones y embargos para cobrarlas.
Aburrido los pueblos por tal estado de cosas les obligó a defenderse de tanto
atropello, buscando apoyo en alguien que pudiera ayudarles, lo cual no les fue
difícil y alentados por personas que comprendieron su derecho removieron cierto
expediente que existía en la Sección de Fomento de Cuenca y se empezó la
batalla que es digna de conocer por las peripecias que contiene y por algo de
cómico que encierra, si es tal como me lo contaron.
En el momento
que el Ayuntamiento tuvo noticias que se iba a poner en marcha el expediente
aludido, acordó reunirse en sesión y tratar en ella los medios que debía poner
en ejecución para defender sus derechos y que los pueblos fueran en tiempo
oportuno condenados.
En la reunión
se dijo que puesto que la Corporación contaba en su seno con una eminencia
jurídica, capaz de resolver todas cuantas cuestiones se presentaran en materia
de derecho, como lo era su reputado Secretario, a nadie más que a él se podía
confiar el estudio de este asunto. Con él estarían seguros de que no les fuera
arrebatada la verdadera ganga que venía disfrutando con tantos y tan hermosos
duros como hacía entrar en sus arcas para atender a las innumerables exigencias
de su Municipio, ya que los pueblos al ser pobres la defensa que presentarían
sería siempre débil.
Biblioteca del Escorial |
Aceptó el
Secretario el desafío y se puso a buscar legajos en este archivo, al no
encontrar nada que le fuera favorable pensó en ir a buscar al Archivo del
Escorial, organizándose un viaje por todo lo alto para el señor Secretario,
costeado por el Consistorio, pensando que allí encontraría lo que no encontró
en el suyo. Muy convencido de su éxito expresó a la Corporación: “encontraré lo
preciso para que los 124 pueblos que reclaman no se salgan con la suya, ya
verán cómo yo les confundo haciéndoles renunciar para siempre de sus
inconcebibles pretensiones”.
Llegado al
Escorial con sus credenciales, éstos le abrieron las puertas de par en par
donde se encuentran históricos legajos y después de leer cientos de epígrafes,
consultar índices, buscar y buscar cuanto le fue posible no encontró nada que
le sirviera para negar la evidencia. Cabizbajo y pensativo regresó a Cuenca y
al dar cuenta a su Corporación del resultado del viaje, acordaron darle un voto
de gracia en consideración a que “si no
trajo gallinas, no fue de voluntad, sino por no haberlas en el gallinero”.
Estanterías de la Biblioteca del Escorial |
Ya que no
encontraron argumento que proporcionara a Cuenca el ir en contra de los 124
pueblos, acordaron proseguir el examen del Archivo de la casa, porque pudiera
ser que en el legajo que menos se pensara saliera algún papelote de provecho,
comenzando de nuevo la tarea del registro. Cansado de mirar papeles dio con uno
que al verlo exclamó: “Eureka, aquí está lo que yo buscaba; pero ¡oh decepción!
Aquel perdido papel era la condenación más completa que se podía dar contra
Cuenca; era nada menos que la escritura
de compra de toda la Sierra, llevada a cabo por Cuenca y los 124 pueblos,
villas, aldeas y lugares”. Reflexionando el Secretario sobre tan trascendental
documento expresó: “Efectivamente, esta escritura da a los 124 pueblos igual
derecho que a Cuenca ¿pero qué entienden de esto los pobres pueblos?
Todo esto lo
comunicó a la Corporación y convino con ella que aquella escritura sólo era un
papelucho que nada significaba aunque estuviera en poder de los defensores de
los 124 pueblos. Casi por imperativo de la Corporación, el Sr. Iglesias, que
así se llamaba el Secretario, dejó el registro de papeles y se dispuso a la
pelea con el coraje y bríos que en él eran peculiares y sólo esperaba ocasión
en donde demostrar la potencia de su talento para probar que “Covarrubias”
podía haber aprendido mucho de él. Así estaban las cosas, el expediente de los
124 pueblos seguía su curso y como el Ayuntamiento no había aportado nada en su
provecho, había una atmósfera favorable a la petición de los pueblos. Eso
enfadó al Secretario y diciendo: “ni
habrá en lo sucesivo Secretario de este Ayuntamiento capaz de llevar adelante
empresas como la presente” y calándose las gafas, arremetió con el
expediente y formuló tan descomunal alegato que al unirlo al grueso del
expediente duplicó su volumen. Tal era el fárrago que allí había metido, el
famoso Secretario, que toda la legislación administrativa fue aplicada allí
donde lo creía necesario y hasta se dijo que no dejó letra por leer del Fuero
Juzgo y las Partidas. Concluido este famoso trabajo, se reunió la
Corporación para escuchar la lectura,
siendo vitoreado y agasajado el Secretario por tal impresionante escrito.
Listo el
escrito fue despachado el expediente por el Ayuntamiento, pasándolo a la
Diputación Provincial para que éste emitiera su dictamen. La Diputación estudió
todos los informes, uno por uno y por más que intentó buscar el mérito tan
cacareado por el Ayuntamiento no se lo encontró en ninguno de sus argumentos. Y
emitió el siguiente informe con las siguientes conclusiones: “Que era a todas luces indiscutible el derecho de los 124 pueblos al
disfrute gratuito de todos los productos de la dilatada Sierra y que debía
reconocerse que éstos estaban en posesión de la misma y que si Cuenca quería
hacer valer algún especial derecho que acudiera a los tribunales ordinarios a
entablar el correspondiente juicio de propiedad”.
Así despachó
el expediente la Diputación Provincial, pasándolo al Gobierno Civil para su
resolución definitiva. No se sabe que pasó allí para que D. Mariano Sanz, que
desempeñaba interinamente el puesto, cambiara el expediente y resolviendo que:
“Cuenca estaba en posesión de la Sierra y
que si los pueblos querían hacer valer otros derechos, podían acudir a los
Tribunales Ordinarios a entablar el juicio de propiedad”.
Serranía de Cuenca |
La Corporación
aplaudió la decisión gubernativa, pero uno de los concejales hizo la siguiente
reflexión: “Señores, creo que estamos llevando las cosas hasta la exageración,
yo creo que la cosa no es para tanto; pienso que este triunfo no es
concluyente, porque de la resolución del Gobernador pueden alzarse los pueblos
ante el Ministerio de la Gobernación y ¿quién sabe lo que de allí resultará?
creo que es racional y prudente esperar los acontecimientos y según estos
vengas obraremos después”.
Apenas los
pueblos se enteraron de la resolución del Gobernador publicada en el Boletín Oficial,
pensaron utilizar el plazo legal que la ley les concedía para presentar un
nuevo escrito. Contrataron al abogado D. José Martínez Enríquez, quien aconsejó
a los pueblos lo que debían hacer y les hizo gratis el escrito de alzada, el
cual realizó de la manera más brillante y más cumplida.
El Ministerio
pasó el expediente a informe del Consejo de Estado y este alto Cuerpo dictaminó
en pleno que procedía revocar la resolución del Gobernador de Cuenca y declarar
que los 124 pueblos, villas, aldeas y lugares estaban en posesión de la Sierra
de Cuenca, con arreglo a la escritura de 1744; y el Ministro de la Gobernación,
de acuerdo con el Consejo de Estado, publicó una Real Orden en la cual
declaraba que se mantuviera a los 124 pueblos en la posesión y disfrute de
todos los aprovechamientos de la Sierra
y que si Cuenca quería hacer valer otros derechos que acudiera a los tribunales
ordinarios a ejercer la acción que creyera oportuna.
Se pasaron
algunos días y desde el Ministerio de la Gobernación se remitió al Gobernador
de Cuenca la Real Orden; y como ésta era esencialmente de carácter ejecutivo,
se publicó en el Boletín Oficial y al poco tiempo se convocó por el Gobernador
a los 124 pueblos a una reunión con objeto de organizar el asocio de éstos,
nombrando una Junta Administrativa, como previene la Ley Municipal, así fue en
efecto: se reunieron en la capital un delegado de cada uno de los pueblos
celebrando su sesión; se nombró una Junta Administrativa; se aprobó su
correspondiente reglamento y quedó constituida el asocio o comuna (Mancomunidad
de la Sierra de Cuenca).
Cuenca al no
estar de acuerdo le quedaba la última vía, entablar el pleito contencioso,
pidiendo al Ministerio de la Gobernación que la Real Orden quedara en
suspensión de ejecución; y así fue en efecto.
Una vez
entablada la demanda por Cuenca contra la Real Orden de Gobernación, confió su
defensa al letrado D. Alfonso González y los pueblos la suya al Excmo. Sr. D.
Eugenio Montero Ríos. Como es consiguiente, al igual que había sucedido con la
Excma. Diputación de Cuenca y en el Ministerio de la Gobernación, sucedió en el
Tribunal de lo Contencioso.
Llego la hora
de la vista y después de pronunciar D. Alfonso González su discurso de defensa,
tocó el turno al Fiscal, que defendió con elocuencia la Real Orden y por
último, el Excmo. Sr. D. Eugenio Montero Ríos, con elocuentes argumentos probó
la injusticia e improcedencia, alegando la excepción dilataría de falta de
personalidad en el actor; es decir, que el Abogado del Ayuntamiento de Cuenca
no tenía, poderes de ésta y no pudo defenderla legalmente, con lo cual el
Tribunal Contencioso, de acuerdo con la petición del fiscal y la del coadyuvante,
D. Eugenio Montero Ríos, dictó sentencia por la cual la Real Orden quedó firme
y los pueblos en posesión de todos los aprovechamientos de la Sierra.
Esto dicen que
fue el final del famoso asunto entablado entre Cuenca y los 124 pueblos que
figuraban como compradores en unión de la misma de todo el suelo de la dilatada
Sierra.
Valla lio que se
entablo para llegar el principio de las cosas, así es contesto el Archivero,
pero debes de saber que este Ayuntamiento después de haber pasado todo lo
referido, Cuenca sigue ejerciendo de reina y señora de toda la Sierra, haciendo
caso omiso de esta sentencia, que si bien no fue publicada en el Boletín
Oficial de la provincia está inserta en la Gaceta de 21 de agosto de 1891.
Que te sirva
de ejemplo, siempre el más grande se come al chico, por mucha defensa que se
haga y por mucho tribunal que haya. Que sea ésta tu lección de hoy y no vuelvas
a faltar a clase. Gracias señor, así lo hare; y de la mano de mi abuelo
regresamos a su casa y yo a la mía, con la lección aprendida de que no siempre
gana el que tiene la verdad y la razón en esta vida.
Cuenca 10 de
noviembre de 2014
José María
Rodríguez González. Profesor e Investigador Histórico
Fuentes documentales:
- “El Justiciero”.
Madrid. De los años: 1892 y 1893. Periódico Político y de la Administración
general y local.
- “La Gaceta”. Madrid.
21 de agosto de 1891.
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