lunes, 14 de septiembre de 2015

Un pendón para la Ciudad


El Rey Alfonso VIII (“o fegun otra quenta Nono”) entro en la Ciudad con el blasón y la imagen de la Virgen a la grupa del caballo, siendo donados a la recién conquistada Ciudad. 


En memoria de la conquista entregó entonces el Cabildo, por medio de su “Thesorero” al Guarda Mayor de la Ciudad, tomándole pleito homenaje, ante un secretario suyo, de que volvería a la misma Iglesia, traído desde el Ayuntamiento, con grande acompañamiento a la Santa Iglesia, y al ser restituido, se alzará el pleito homenaje ante el mismo Secretario” (1*). Desde entonces cada año, por San Mateo, el Pendón es trasladado al Ayuntamiento por el concejal más joven y devuelto a la Catedral al día siguiente. 

Este hecho debe de ser motivo de orgullo el poder ser el portador y nunca una obligación y más en una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad, donde la historia rezuma por sus muros, calles y plazas.

Estamos en un momento de nuestra historia actual que se cree posible suprimir la religión por decreto o disposiciones.

Para demostrar lo absurdo de este interés surgido, intentaré hacer un recorrido histórico y hacer ver como en momentos más críticos que estos no sólo se salvó el principio religioso, sino que ha ido saliendo más robustecido.

Cuando los árabes invadieron la península, la vida política y religiosa era muy débil, apenas hacía tres siglos que el cristianismo era la religión oficial. Los musulmanes se hicieron con el país sin mucho esfuerzo, salvo la parte Norte de la península, muchas personas se hicieron musulmanes, porque imperaba la nacionalidad del que mandaba y los árabes tuvieron la habilidad política de eximirles de contribuciones; se sometieron políticamente sin renunciar a sus creencias religiosas. Estos sometidos, fueron llamados mozárabes; muchos de ellos, en el siglo IX, se ofrecieron en martirio por no renegar de su religión, ejemplo de ello fueron: San Eulogio, San Álvaro de Córdoba, Santas Flora y María, y hay ocasiones en que están a punto de dar al traste con el califato.

Los mozárabes estaban establecidos en distintos puntos de España, tales como en Toledo, en Aragón, donde reinaba Alfonso I, el Batallador. Esta gente eran cristianos arabizados en lengua, en escritura, pero en sus creencias testamentarias que son  trascendentales para el hombre, porque en lo más profundo del ser se piensa en la muerte y de cara a la eternidad, lo entendían siempre “en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, un solo Dios” en cuya misericordia espera el que otorga el testamento. Aún en medio de tantas dificultades y persecuciones, el alma de estas gentes era profundamente religiosa y cristiana.

Otra época, también difícil, es la que va desde Sancho IV hasta los Reyes Católicos. La situación política estaba tan resquebrajada que es posible el asesinato de Montiel y la derrota del Aljubarrota, en la que si llegó a salvarse Don Juan, fue huyendo en el caballo que le prestó un noble. No bastaron los esfuerzos de Don Álvaro de Luna, hijo de estas tierras de Cuenca, para reparar los excesos que se vivían en la Corte. La justicia no existía, la hacienda no tenía un maravedí, los nobles se destrozaban y hacían frente a la realeza, pero Dios, que vela prudente por sus pueblos, cierra esta época de vergüenza con el reinado glorioso de los Reyes Católicos. Ellos logran la unidad nacional con la conquista de Granada (1*) el establecimiento del orden con la creación de la Santa Hermandad; la expansión de España por el Mediterráneo y por América, a partir de sus descubrimientos, piedras sillares, todas ellas del glorioso poderío del Imperio Español que amanecía entonces.

Con su corte, Isabel la Católica, si transigió con muchos elementos indeseables, para sujetarlos, tuvo acierto para escoger personas de gran valía, entre ellas algunas mujeres como aquella Doña Beatriz Galindo, fundadora del hospital de la Latina en Madrid.

Hablando de la conquista de América, casi todas sus conquistas los países las hacen con un fin económico y material, menos España que entonces dió un ejemplo a los demás que luego se unieron a las conquista: fusionó dos razas, llevó su religión; enseñó su lengua, aprendieron las lenguas de los indígenas, dándose un gran impulso a los estudios filosóficos.

El descubrimiento de América no ha estado exento de polémica y leyenda negra, pero quien ha profundizado en los hechos sabe que las leyes de Indias fueron las más humanitarias de su época.

En tiempos de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germano, el llamar a una persona rebelde era decirle hereje. Para mantener el catolicismo sostuvo luchas frente a casi todas las naciones europeas. Estas guerras y las de reinados sucesivos, unidas a la gran corriente emigratoria hacia América, fueron causa de la decadencia española.

Durante el siglo XVIII se piensa en una renovación de los valores españoles. Los ministros de Carlos III se dejaron influenciar por el enciclopedismo y como corte, en general, se inspiraba en Francia, se inicia la tendencia a imitar lo extranjero.

La política llega a tal decadencia en tiempos de Carlos IV (Rey de España del 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808), que es posible la invasión francesa como un sencillo paseo militar. Aquel pueblo tan envilecido que soportó la tiranía de Godoy, que no pensaba más que en fiestas y toros, al darse cuenta de que los franceses eran enemigos reaccionó y de tal suerte que los guerrilleros españoles, soldados, bisoños, haraposos y hambrientos, hicieron morder el  polvo a los ejércitos napoleónicos derrotando al vencedor del mundo.

La ideología dividió entonces a los españoles en dos bandos, unos partidarios de las instituciones antiguas, consideraban compatibles con ellas el progreso de la civilización moderna; otros pensaron que era malo y debía desaparecer. Se llegó a querer arrasar lo antiguo, algunos compraban conventos por el gusto de hundirlos, se repartieron los papeles de los archivos; los libros de las bibliotecas se quemaban o se vendían al mejor postor, hasta el extremo se quiso aventar las cenizas de tradición que un maestro de los EE.UU. por poco dinero logró reunir una magnífica biblioteca, orgullo hoy de la ciudad de Boston.

Cuando se estaba ya a punto de hacer desaparecer  tantos libros porque no tenían aplicación práctica, fue Menéndez y Pelayo quien demostró que existía una cultura española que pesaba y representaba más que la inglesa y la alemana.

Los conquenses no hemos estado apartados de estos hechos pues lo hemos soportado con valentía cuantos episodios nacionales han ido sucediéndose y superándolos con honor cada uno de ellos, llegando hasta dar la vida por nuestras creencias y por nuestra ciudad.

La tradición dice que la enseña que se guarda en la catedral y se entrega todos los años al Ayuntamiento la víspera de San Mateo, es la auténtica bandera de Alfonso VIII. 

Con Alfonso VIII iba la imagen de la Virgen de las Batallas, hoy la Virgen de Sagrario,  nuestra tradición cuenta que tras la toma de la ciudad, se mandó levantar la Catedral en honor y agradecimiento a quien le dio la victoria, Santa María. Siempre ha ido unido la religión con nuestra historia y quien intente disgregarla la errará. 


La ceremonia de entrega se hace de la siguiente manera:

Para la entrega del pendón al Ayuntamiento hay una fórmula tradicional en la que el Deán de la Catedral junto al Secretario del Cabildo  hace entrega del pendón al concejal más joven, pronunciando el Deán las siguientes palabras: “Prometéis pleito-homenaje devolver esta enseña de la Ciudad de Cuenca mañana por la mañana”; momento en que le entrega la enseña. Responde el Concejal: “Sí, prometo” y por último el Deán asiste diciendo: “Os entrego la enseña con la que se ganó esta ciudad para llevarla en procesión hasta la Casa Consistorial, y la devolveréis mañana según costumbre y tradición”. Por último contesta el Concejal: “Prometo devolverla, pues con ese fin la recibo”. 

-----------------------------------------
(1*) Vida, virtudes y milagros de San Julián. Escrito por el Padre Bartholome Alcázar. Madrid 1692.

(2*) La unidad religiosa con el Tribunal de la Inquisición, que habrá sido bueno o malo, pero que como hay que juzgar como institución en su época, entonces no cabe duda que cumpliera una misión beneficiosa.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

Cuenca, 15 de septiembre de 2015


No hay comentarios:

Publicar un comentario