El Rey Alfonso VIII (“o fegun otra quenta Nono”) entro en la Ciudad con el blasón y la imagen de la Virgen a la grupa del caballo, siendo donados a la recién conquistada Ciudad.
“En memoria de la conquista entregó entonces
el Cabildo, por medio de su “Thesorero” al Guarda Mayor de la Ciudad, tomándole
pleito homenaje, ante un secretario suyo, de que volvería a la misma Iglesia, traído
desde el Ayuntamiento, con grande acompañamiento a la Santa Iglesia, y al ser restituido,
se alzará el pleito homenaje ante el mismo Secretario” (1*). Desde entonces
cada año, por San Mateo, el Pendón es trasladado al Ayuntamiento por el
concejal más joven y devuelto a la Catedral al día siguiente.
Este hecho debe de ser motivo de orgullo
el poder ser el portador y nunca una obligación y más en una ciudad que es Patrimonio
de la Humanidad, donde la historia rezuma por sus muros, calles y plazas.
Estamos en un momento de nuestra
historia actual que se cree posible
suprimir la religión por decreto o disposiciones.
Para demostrar lo absurdo de este interés surgido, intentaré hacer un recorrido histórico y hacer ver como en momentos
más críticos que estos no sólo se salvó el principio religioso, sino que ha ido
saliendo más robustecido.
Cuando los árabes invadieron la
península, la vida política y religiosa era muy débil, apenas hacía tres siglos
que el cristianismo era la religión oficial. Los musulmanes se hicieron con el
país sin mucho esfuerzo, salvo la parte Norte de la península, muchas personas
se hicieron musulmanes, porque imperaba la nacionalidad del que mandaba y los
árabes tuvieron la habilidad política de eximirles de contribuciones; se
sometieron políticamente sin renunciar a sus creencias religiosas. Estos
sometidos, fueron llamados mozárabes; muchos de ellos, en el siglo IX, se
ofrecieron en martirio por no renegar de su religión, ejemplo de ello fueron:
San Eulogio, San Álvaro de Córdoba, Santas Flora y María, y hay ocasiones en
que están a punto de dar al traste con el califato.
Los mozárabes estaban
establecidos en distintos puntos de España, tales como en Toledo, en Aragón,
donde reinaba Alfonso I, el Batallador. Esta gente eran cristianos arabizados en
lengua, en escritura, pero en sus creencias testamentarias que son trascendentales para el hombre, porque en lo
más profundo del ser se piensa en la muerte y de cara a la eternidad, lo
entendían siempre “en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, un
solo Dios” en cuya misericordia espera el que otorga el testamento. Aún en
medio de tantas dificultades y persecuciones, el alma de estas gentes era
profundamente religiosa y cristiana.
Otra época, también difícil, es
la que va desde Sancho IV hasta los Reyes Católicos. La situación política
estaba tan resquebrajada que es posible el asesinato de Montiel y la derrota
del Aljubarrota, en la que si llegó a salvarse Don Juan, fue huyendo en el
caballo que le prestó un noble. No bastaron los esfuerzos de Don Álvaro de
Luna, hijo de estas tierras de Cuenca, para reparar los excesos que se vivían
en la Corte. La justicia no existía, la hacienda no tenía un maravedí, los
nobles se destrozaban y hacían frente a la realeza, pero Dios, que vela
prudente por sus pueblos, cierra esta época de vergüenza con el reinado
glorioso de los Reyes Católicos. Ellos logran la unidad nacional con la
conquista de Granada (1*) el establecimiento del orden con la creación de la
Santa Hermandad; la expansión de España por el Mediterráneo y por América, a
partir de sus descubrimientos, piedras sillares, todas ellas del glorioso
poderío del Imperio Español que amanecía entonces.
Con su corte, Isabel la Católica,
si transigió con muchos elementos indeseables, para sujetarlos, tuvo acierto
para escoger personas de gran valía, entre ellas algunas mujeres como aquella
Doña Beatriz Galindo, fundadora del hospital de la Latina en Madrid.
Hablando de la conquista de
América, casi todas sus conquistas los países las hacen con un fin económico y
material, menos España que entonces dió un ejemplo a los demás que luego se
unieron a las conquista: fusionó dos razas, llevó su religión; enseñó su
lengua, aprendieron las lenguas de los indígenas, dándose un gran impulso a los
estudios filosóficos.
El descubrimiento de América no
ha estado exento de polémica y leyenda negra, pero quien ha profundizado en los
hechos sabe que las leyes de Indias fueron las más humanitarias de su época.
En tiempos de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germano, el llamar a una persona rebelde era decirle hereje. Para mantener el catolicismo sostuvo luchas frente a casi todas las naciones europeas. Estas guerras y las de reinados sucesivos, unidas a la gran corriente emigratoria hacia América, fueron causa de la decadencia española.
Durante el siglo XVIII se piensa
en una renovación de los valores españoles. Los ministros de Carlos III se
dejaron influenciar por el enciclopedismo y como corte, en general, se
inspiraba en Francia, se inicia la tendencia a imitar lo extranjero.
La política llega a tal
decadencia en tiempos de Carlos IV (Rey de España del 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808), que es posible la invasión francesa como un
sencillo paseo militar. Aquel pueblo tan envilecido que soportó la tiranía de
Godoy, que no pensaba más que en fiestas y toros, al darse cuenta de que los
franceses eran enemigos reaccionó y de tal suerte que los guerrilleros
españoles, soldados, bisoños, haraposos y hambrientos, hicieron morder el polvo a los ejércitos napoleónicos derrotando
al vencedor del mundo.
La ideología dividió entonces a
los españoles en dos bandos, unos partidarios de las instituciones antiguas,
consideraban compatibles con ellas el progreso de la civilización moderna;
otros pensaron que era malo y debía desaparecer. Se llegó a querer arrasar lo antiguo,
algunos compraban conventos por el gusto de hundirlos, se repartieron los
papeles de los archivos; los libros de las bibliotecas se quemaban o se vendían
al mejor postor, hasta el extremo se quiso aventar las cenizas de tradición que
un maestro de los EE.UU. por poco dinero logró reunir una magnífica biblioteca,
orgullo hoy de la ciudad de Boston.
Cuando se estaba ya a punto de
hacer desaparecer tantos libros porque
no tenían aplicación práctica, fue Menéndez y Pelayo quien demostró que existía
una cultura española que pesaba y representaba más que la inglesa y la alemana.
Los conquenses no hemos estado
apartados de estos hechos pues lo hemos soportado con valentía cuantos
episodios nacionales han ido sucediéndose y superándolos con honor cada uno de
ellos, llegando hasta dar la vida por nuestras creencias y por nuestra ciudad.
La tradición dice que la
enseña que se guarda en la catedral y se entrega todos los años al Ayuntamiento
la víspera de San Mateo, es la auténtica bandera de Alfonso VIII.
Con Alfonso VIII iba la imagen de la
Virgen de las Batallas, hoy la Virgen de Sagrario, nuestra tradición cuenta que tras la toma de
la ciudad, se mandó levantar la Catedral en honor y agradecimiento a quien le
dio la victoria, Santa María. Siempre ha ido unido la religión con nuestra
historia y quien intente disgregarla la errará.
La ceremonia de entrega se hace de la siguiente manera:
Para la entrega del pendón al
Ayuntamiento hay una fórmula tradicional en la que el Deán de la Catedral junto
al Secretario del Cabildo hace entrega
del pendón al concejal más joven, pronunciando el Deán las siguientes palabras:
“Prometéis pleito-homenaje devolver esta enseña de la Ciudad de Cuenca mañana
por la mañana”; momento en que le entrega la enseña. Responde el Concejal: “Sí,
prometo” y por último el Deán asiste diciendo: “Os entrego la enseña con la que
se ganó esta ciudad para llevarla en procesión hasta la Casa Consistorial, y la
devolveréis mañana según costumbre y tradición”. Por último contesta el
Concejal: “Prometo devolverla, pues con ese fin la recibo”.
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(1*) Vida, virtudes y milagros de San Julián. Escrito por el
Padre Bartholome Alcázar. Madrid 1692.
(2*) La unidad religiosa con el Tribunal de la Inquisición, que habrá sido bueno o malo, pero que como hay que juzgar como institución en su época, entonces no cabe duda que cumpliera una misión beneficiosa.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico
Cuenca, 15 de septiembre de 2015
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