LOS CENTROS EDUCATIVOS
ABREN DE NUEVO SUS PUERTAS
Todos los días nos encontramos
con actos de falta de educación. Hace
unos días fui testigo de uno de ellos,
dos parejas jóvenes con sus respectivos retoños esperaban la llegada del
autobús. La espera se hacía larga y los adultos de pusieron a hablar entre
ellos despreocupándose de los niños. Estos aburridos se pusieron a utilizar el
capó de los coches como toboganes, sus padres no se les vió ni la más mínima
intención de regañarles o reprimir dicha acción. Me imagino cómo se pondrían
los dueños de los vehículos cuando fueron a retirarlos del aparcamiento y se
encontraron con el capó rayado.
En la actualidad está mal visto
por los psicólogos el disciplinar a los niños porque se podría crear en ellos un
trauma con relación al correctivo y al castigo cuando el menor no cumpla con
sus tareas. Muy distinto a otras épocas anteriores en los que se exigía el
cumplimiento de las tareas encomendadas y eran realizadas, en ocasiones por
miedo a ser castigados o reprendidos por los maestros. Me dirán que eran
tiempos diferentes pero hay que reconocer que la sociedad funcionó con seres
que adquirieron responsabilidades desde temprana edad y no existían los
problemas sociales que estamos viviendo en estos momentos.
Todos queremos que nuestros hijos
no sufran traumas, pero si eso supone liberarlos de cualquier exigencia y ceder
a todos sus caprichos, el remedio resulta peor que la enfermedad como se decía
hace unos años, tenemos que ser conscientes de que la superprotección los
mantiene en un estado de irresponsabilidad infantil permanente que les
perjudica en el desarrollo de su persona como miembro de una sociedad.
Tipos de conductas agresivas e
inadecuadas es lo que vemos todos los días a nuestro alrededor, los niños mal
educados campan a su capricho por parques, medios de transporte y en las calles
en general, sufriendo sus excesos aquellas personas que no son de su agrado.
Pobre de la persona que se atreva a indicarles su falta de educación, la
indignada respuesta es avergonzosa, nadie se atreve a contrariarlos por la
réplica que encontraría. Ayer mismo fui testigo de un caso semejante. Un grupo
de tres jovenzuelos de menos de 16 años estaban fumando en un banco público
cuando una señora se le ocurrió decirles
que eran muy jóvenes para fumar y que no quemaran la madera con el cigarro, la
respuesta se la pueden imaginar la que fue por parte de los jóvenes: insultos, agravios,
mofa y tacos hacia la mujer no faltaron.
De los excesos de autoridad hemos
pasado al extremo contrario el de “todo vale” si no se quiere ser acusado de
retrogrado. Siempre la llamada de atención y corregir fue la filosofía de
nuestra educación, llegando a saber y distinguir lo que estaba bien de lo que
no lo estaba. Nadie quedó traumatizado y fuimos criados con una secuencia entre
los logros y los fallos, logros alcanzados por el esfuerzo y fallos que vimos
en ellos el motivo de nuestra modificación personal para no volver a cometerlos
y por ello no enfermamos mentalmente. Los adolescentes sin controles de
conducta carecen de los más básicos conceptos de la moral social, obedeciendo
sólo su propio capricho que les lleva a un continuo error de comportamiento
social.
Toda esta falta de sensibilidad social
se ve reflejada en el mundo de la enseñanza, no en pocos colegios e institutos,
los profesores tienen que soportar pacientemente a jóvenes insolentes y
agresivos. Si se les pone el correctivo que merecen muy probablemente más de un padre o madre iría
a protestar indignado y en este caso poco se defiende al profesor. Con este
panorama, muchos cierran los ojos y aguantan, no sea que traumaticen al alumno.
Seamos conscientes y pongamos los
pies en el suelo. Es necesario volver a repetir lo que en otros tiempos era
obvio: En la enseñanza, la exigencia es lo único justo y democrático porque
permite el ascenso de los que se lo ganan por su esfuerzo. Sin ella, los
títulos académicos se degradan, valen para muy poco, la educación de los
niños y niñas comienza en el seno de las familias, en sus casas. Ellos
imitan al cien por cien los comportamientos familiares ¿Cuándo nos daremos
cuenta que la enseñanza comienza en los hogares?
Es ahora el momento político para
llegar a un pacto universal entre todos los partidos, que dé sentido social a
la enseñanza y se cree un sistema educativo que restituya la autoridad a los
profesores, que impere la filosofía de la exigencia y del esfuerzo, que les
enseñe el respeto social y la convivencia pacífica y les inculque la limpieza y
el respeto hacia los bienes comunitarios que tanto dinero cuesta a las arcas de
los Ayuntamientos mantener.
Resultará duro corregir conductas
o inculcar buenos hábitos a nuestros adolescentes y más aquellos que se desvían
o se tuercen ante nuestros ojos pero peor es no hacer nada para evitarlo ya sea
por el amor mal entendido por parte de sus progenitores o por miedo a las
conductas agresivas que exhiben, pero tener siempre presente que el menor que
no es corregido a tiempo, la sociedad, el destino o la ley lo cambiará algún
día.
Cuenca, 8 de septiembre de 2016
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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