Marta es un nombre que no se lee
en el Antiguo Testamento y debe derivar del arameo, significa lo mismo que “Señora”.
Era un nombre nuevo entre las mujeres judías. Con todo fue consagrado por los labios divinos del
Redentor, que lo repitió dos veces seguidas, como El solía hablar, para mayor
énfasis y sentimiento: “Marta, Marta,
estás inquieta y te preocupas por muchas cosas, siendo así que no hay más que
una necesidad”.
Marta de Betania, hermana de
María y de Lázaro, está en todo: limpia y ordena la casa, guisar, servir,
vigilando que nada falta, modelo de ama de casa hacendosa y concienzuda. Recibe
al Señor y se multiplica para procurarle la mejor hospitalidad.
Pero cuando su hermana sólo está
pendiente de las palabras del Maestro y ella se queja porque no la ayuda, se le
da una contestación en la que hay un dulce reproche: Marta, Marta, mucho te afanas. María ha elegido la mejor parte.
Pasar a la historia sagrada así después de tantos esfuerzos, podemos pensar que
no se merecía ese trato, podemos pensar tantas cosas.
Marta debe entender que su
hermana pierde el tiempo en vez de hacer algo útil y que todo el trabajo recae
sobre ella, y Cristo le aclara cuál es su orden, que es revolucionario: lo útil
tiene que ir al final de todo, está muy bien pero que se posponga a lo único
importante, que es ser para Dios.
Marta y tras ella todos nosotros
encajamos la lección, que es como un tropiezo para rectificar el camino.
Haciendo mucho llegamos a olvidar lo que es hacer lo importante, excusándonos
de lo que tiene prioridad absoluta, “porque sólo hay una cosa necesaria” y esto
es lo que desde un punto de vista útil parece lo más superfluo, la atención al
Señor.
No se sabe con certeza nada más
de ellas, pero en la segunda mitad del siglo IV había en Betania dos iglesias, una
sobre el lugar del encuentro con Jesús y otra sobre la tumba de Lázaro. San
Jerónimo conoció la casa de Betania y el sepulcro, pero nada dice sobre la
muerte de las dos hermanas. Un martirologio romano del siglo IX pone la muerte
de Lázaro y Marta en Betania.
No aparecen datos hasta el siglo
XII, en que se descube el sepulcro de Santa Marta en Tarascón y se consagra
allí una iglesia en 1197. Entonces se redacta la leyenda del naufragio casual a
las costas francesas.
Según esta leyenda, Santa Marta
se estableció en Tarascón, donde dio muerte a un monstruo llamado Tharascurus o
Tarasca y espanto de todos los habitantes y resucitó a un joven que se había
ahogado cerca de Avignón. Mientras su hermana Magdalena llevó una vida de
recogimiento, oración y penitencia, Santa Marta se dedicó al apostolado activo.
Murió primero María el 22 de julio y predijo que Marta moriría el 29. Esta fue
la razón de fijarse la fiesta de María el 22 de julio y la de Marta el 29.
La famosa Marta es patrona de
amas de casa, cocineras, hosteleros, etc., nos resulta tan humana, tan llena de
simpatía, que la imaginación popular no se ha conformado con el Evangelio de
ahí la historia contada donde sitúa a las dos hermanas en Provenza, donde Santa
Marta doma una terrible tarasca que asolaba el país. Así perdura su solicitud,
sirviendo incesantemente, sacrificadamente, para que todo esté en orden, el
hogar, nuestras vidas y el alma.
Feliz día de Santa Marta,
felicidades a las mujeres que lleven el nombre de esta Santa.
Publicado en Cuenca, 29 de julio de 2019.
Por: José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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