San Pedro fue prisionero de Cristo en Palestina primero, hacia el año 42, y luego en Roma, entre los años 65 y 67.
La emperatriz Eudoxia, mujer de Valeriano III, levantó en Roma una basílica para guardar las Cadenas de San Pedro. Cuenta la tradición, que un trozo que tenían en Constantinopla ella, lo regalado a San León I. Cuando estuvieron los dos trocos juntos, al acercarlo el Papa al otro trozo que estaba en Roma, ambos se unieron milagrosamente, como si siempre hubieran estado juntos.
Estas Cadenas se veneran desde el siglo V en la iglesia esquilina de San Pedro in Vincoli. Ecclesia a vonculis Sancti Petri, título que suplantó al primitico de Basilica Apostolorum in exquiliis.
Las Cadenas de San Pedro se conservan, como un tesoro junto a su templo en la Vía Ostiense.
La prisión de San Pedro en Roma se localiza tardíamente en la cárcel Mamestina, donde se dice que hizo brotar una fuente, que aún hoy día subsiste y convirtió a sus propios carceleros.
El suceso del milagro lo relata la tradición de esta forma: “Apareció el ángel del Señor cercado de un resplandor celestial que llenó de claridad el lóbrego calabozo, pero sin ser visto de otro que de solo el Santo; tocóle en un lado, despertóle, y le mandó que se vistiese cuanto antes. En aquel mismo punto se le cayeron las esposas de las manos sin que los soldados lo advirtiesen. Cíñete la túnica, añadió el ángel, cálzate, toma el manto y sígueme. Obedeció prontamente, salió de la prisión, fue siguiendo al ángel, pero todavía dudoso de si era verdad o sueño lo que le pasaba, no pudiendo apenas persuadirse a que no dormía a vista de un suceso tan extraordinario. Pero tardó poco en conocer que no soñaba; porque el ángel, después de haberle sacado de entre los saldados con quienes estaba preso por las manos, le llevó por medio de los otros que hacían guardia a la puerta, y de allí le condujo a otra puerta que se llamaba la Puerta de Hierro, caía a la ciudad, la cual se abrió por sí misma. Todavía no le dejó allí el ángel; acompañóle hasta el fin de una calle larga, y desapareció”.
Entonces acabó San Pedro de conocer claramente que era realidad lo que le parecía un sueño, y exclamó diciendo: “Ahora se ciertamente que el Señor se dignó enviarme su ángel para que me librase de las manos de Herodes, y burlase la esperanza que tenían los judíos que quitarme la vida.
Esta milagrosa liberación, solicitada por las oraciones de la iglesia, y puesta en ejecución por un ángel enviado por Dios para quitarle las cadenas, es el objeto de las gracias que hoy se rinden al Señor por haber conservado la cabeza visible de su Iglesia.
Cuenca, 1 de agosto de 2021 y el 1 de agosto de 2024.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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Fuentes documentales:
-Año Cristiano para todos los días del
año. Agosto. Por el P. Juan Croisset. Logroso. 1851.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J.
ESCELICER, S.A. Madrid. 1961.
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