CRONICA REAL DE LA TOMA
DE LA CIUDAD DE CUENCA
El desacierto de una
crónica reflejada en la placa conmemorativa
En la parte Norte de la Girola de la Catedral y en la pared
posterior de la capilla de los Caballeros hay una placa conmemorativa de la
toma de la ciudad donde dice “El rey
Alfonso IX ganó a Cuenca, día de San Mateo a XXI de septiembre año del
señor de MCLXXVII”. Siempre me he preguntado, al igual que muchísima gente
por este texto que es un tanto confuso por ser el rey Alfonso VIII quien la
reconquistó.
Placa conmemorativa de la reconquista de Cuenca |
Intentemos resolver el misterioso enigma.
El rey Alfonso IX de León, nació en Zamora el 15 de agosto de
1171, era hijo de Fernando II de León y
Doña Urraca de Portugal, a la toma de Cuenca tenia la edad de 7 años, por lo
que posiblemente fuera un error del canciller real D. Giraldo al escribir la crónica de la toma de Cuenca.
La historia que escribió el canciller real D. Giraldo en el
año 1212 dice: “Gana Conca el Señor
Rey Alfonso IX a 21 de septiembre, día de Santo Matheo, miércoles, en año
de nuestro señor Jesucristo de 1177 años” y añade que buscando trazas para
conquistarla, el rey juntó sus caballeros que pasaban de tres mil y “cercala en 7
de hebrero de 1176”.
Ante estos hechos, queda claro que fue un error de trascripción
conmemorativa de la placa, que haciendo uso de la crónica y habiendo
trascurrido más de cuarenta años del acontecimiento y muerto el rey D. Alfonso
VIII el 6 de octubre de 1214, el tallador de la placa perpetuó el error que el
canciller real, D. Giraldo, cometió en la narración de su crónica.
La crónica fue escrita en el año 1212. Les sigo trascribiendo
porque es altamente interesante todo lo que afirma. “E los moros cada día daban en ellos e mataban muchos homes”,
teniendo necesidad de marchar el rey a Burgos para rehacer su gente y traer
mantenimiento para ella. Y desde que volvió Alfonso VIII, en 6 de enero de
1177, hasta que se entrega la ciudad pasaron nueve meses.
Situación de la placa en los muros de la nave Norte de la girola |
A continuación explica minuciosamente la colocación de las tropas.
En cuatro partes estaban distribuidos los sitiadores para evitar la salida de
los moros; uno en el puente del río Júcar, con 200 caballeros y pedreros al
mando de Martín de Sacedón; otro en la loma del cerrillo, con otros tantos
guerreros al mando de Hernán Martínez de Ceballos, (el que poco tiempo después
tomaba por asalto el castillo de Alarcón) 50 empedradores de caballería corrían
de un lado a otro, capitaneados por Alonso Pérez Chirino, y otro puesto, al
mando de Andrés de Cañizares, guardaba el real, en la puerta llana, donde
estaban las tiendas de Alonso de Castilla y sus caballeros.
Debajo de las cuestas de Conca, en un punto que pasa el
Huécar, hicieron los moros un muelle e taparon de modo que el agua salía por
encima del puente, casi “huyenron los
cristianos o se apartaron a seguro e pasaron mucho mal por donde iban las aguas
e quedaron pantanos e zanjas e non se podría pasar”. En 12 de julio los
moros hicieron una salida y consiguieron avituallarse a costa de grandes
pérdidas, pero ya fracasaron los demás intentos que hicieron.
Pasemos, sin detenernos, la ingenua relación que se hace del
encuentro de Estéfano Burillo, Lope de Salazar y Pedro de la Zagra con unos pastores
en las fuentes de la Moratilla que dieron muerte a dos, y que otro, llamado
Martín Alhaja, les sirvió de guía para entrar por un portillo y sorprender la
ciudad con una patrulla de cien hombres cubiertos de pieles de carnero mandados
por Alfonso de Jaraba y su sobrino Mateo.
Vino después el asalto general y una horrible matanza, y el
miércoles de San mateo, a las siete de la mañana entro “el Rey D. Alfonso en Cuenca, con los sus clérigos y caballeros e estuvo
el rey a caballo a diz que traiva en el arzón del caballo su Sta. María, que
siempre a par de sí con una banda blanca asida se entró un portillo que abrió
el camino de Valencia en la muralla, le traiva el pendón blanco, el obispo de
Burgos, que era de tafetán blanco con nuestra señora e se lo dio a Tei Pérez e
le puso encima del muro que estaba sobre el río Jucar”.
Clavo otro estandarte Andrés de Cañizares en el postigo de
San Juan; puso otro más alto, en el muro redondo encima del Júcar, Alonso Pérez
Chirino; y aún se mencionan más estandartes que pusieron Alonso Chirino, los Azagras,
los Ximenes de Cisneros, el llevaba el guión del Señor Rey D. Alonso; D. Diego López
de Haro, el de Vizcaya, “e este le pauso
en el castillo de Conca en el fuerte muro que está por hacia el postigo por
donde entraron a tomar Conca”.
Sería necesario mucho espacio para explicar en qué caso la
enseña o señera de la ciudad debe llamarse pendón, bandera, estandarte, guión o
grimpola, cosas que define muy bien Mosén Diego de Valera en su “Tratado de armas”. La bandera de los
concejos se llamaba “palón” y tenía
una forma alargada, como rectangular, con el borde libre cortado en semicírculo.
La tradición dice que la enseña que se guarda en la catedral
y se entrega todos los años al Ayuntamiento la víspera de San Mateo, es la
auténtica bandera de Alfonso VIII. Pero ¿Cuál de ellas? ¿La que llevaba D.
Pedro, obispo de Burgos, con la imagen de nuestra Señora? ¿El guión con las
armas reales que clavó don Juan Diego López de Haro en el castillo de Cuenca?
Sería preciso ver la bandera enteramente desplegada. Es de un tejido de seda
muy tupida como los que llaman otomanes y en otros tiempos tafetanes, dobles y
dobletes, de color amarillento, como crudillo, reforzado con pasadas de seda
amarilla. Todo el campo pudo ser primitivamente de color blanco, pero no nos
atrevemos a afirmarlo.
Espero que todo esto sirva para esclarecer un poco más los
enigmas de los primeros años de la ciudad de Cuenca en tiempos de Alfonso VIII
al conmemorar este año el octavo centenario de su muerte.
José María
Rodríguez González1 de febrero de 2014