Las fiestas de San
Mateo en Cuenca
La lidia de vaquillas se ha
desarrollado a lo largo de los siglos como una forma de demostración de
valentía. En Roma se representaban espectáculos con “uros” donde se mostraba las
dotes de cazadores de sus participantes. También se utilizaban estos animales
para enfrentarlos con gladiadores o en las ejecuciones pública de los
cristianos, en la época de las persecuciones.
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En la edad media la práctica
taurina del laceo de toros se inicia con Carlomagno, Alfonso X el Sabio y los
califas almohades. Este tipo de fiesta se consolida en España en el siglo XII.
Estos espectáculos se practicaban en las plazas públicas y lugares abiertos
como parte de celebraciones o victorias bélicas. En Cuenca, la tradición cuenta
que el rey Alfonso VIII para divertimiento de su tropa, después de haber tomado
la ciudad se soltaron unas vaquillas.
Estos espectáculos han despertado
polémica desde sus comienzos entre partidarios y detractores. Vivimos en una
época en que se ve a los animales de un modo especial, como si fueran personas,
tal vez humanizando a éstos como en las fábulas de Esopo, sin darnos cuenta que
prácticamente todos los pueblos españoles tienen alguna tradición unida a los
toros. Por otra parte no cabe en el círculo de la civilización de nuestra
época, pero procuramos conservarla a costa de mucho esfuerzo porque son parte
de la identificación de nuestra historia y de nuestra cultura, todos
deseamos su celebración, puesto que nos recuerda vivencias de nuestra niñez y adolescencia.
En España tenemos ejemplos de gran arraigo taurino como el de Pamplona que acostumbra, desde tiempos inmemorables, a recorrer por las calles los toros bravos que después serán lidiados en las corridas de San Fermín y Teruel con su Vaquilla del Ángel. Le tengo cierto cariño a esta ciudad, os contaré que el escudo de la ciudad parte de una leyenda en el que el Rey Alfonso II y sus adalides (guías), en 1171 andando en busca de un lugar apropiado para construir una villa llegaron al cerro donde hoy existe Teruel y hallaron un toro grande en su cima, y siendo de noche se apreció sobre su lomo una estrella brillante, siendo presagio de buena suerte, tomaron como blasón de armas el toro y la estrella, formando el topónimo de Teruel. Desde entonces el toro y Teruel han estado ligados a sus fiestas y festejos. Pero a lo que vamos. Las fiestas de la “Vaquilla del Ángel” en Teruel, están dedicadas al Santo Ángel Patrón de la ciudad, rememoran la legendaria fundación de Teruel tras la toma de la fortaleza musulmana a la que le condujo un toro bravo.
Cuenca no podía quedar al margen de estas fiestas, fiestas de valor torero. Nosotros tenemos “Las Vaquillas de San Mateo”. Vaquillas que lo mismo alegran el corazón de los niños que el de los mayores y que todavía constituye el más preciado joyel que las autoridades pueden regalar al pueblo de Cuenca, tan amante de sus tradiciones y costumbres.
La vaquilla de San Mateo tiene su
origen en el año 1581. El Concejo de entonces, de acuerdo con el Cabildo
Catedralicio determinó fijar como fiesta el día 21 de septiembre, día de San
Mateo, en conmemoración de la conquista de Cuenca por Alfonso VIII, mandando
que la víspera de dicho día se hicieran hogueras e iluminaciones por todas las
calles y plazas de la ciudad y que el día del Santo se corriesen toros en la
Plaza Mayor y se hiciesen mascaradas.
Este acuerdo fue pregonado, en el
citado año de 1581 con los atabales (tambores) y trompetas por la ciudad.
Existe además otro documento, es
una solicitud escrita por el vecino Alfonso Muñoz Cejaudo, en el año 1529,
dirigida al Licenciado Luis de Bracamonte, Juez de Residencia, en esta ciudad
por sus Majestades. En ella se pide que las vaquillas se celebren en el coso
de Huécar-explanada donde está el molino de cemento de San Martín, allí
tendrían más vistosidad las corridas de toros; sitio éste que por su anchura,
podría ser el festejo visto por todos, sin que hubiera bullicio ni escándalo;
pues la Plaza Mayor, donde se levantaban andamios y al subirse mucha gente en
ellos se cargaba mucho peso por lo que
solían hundirse, rompiéndose la gente brazos y piernas. Además indica que
estando los señores Canónigos en el Coro, entraban los toros en las naves de la
Catedral y tenían que cesar los rezos produciendo gran pánico entre los que
llevaban los ciriales y el incensario. Dice también el vecino Muñoz, que por la
mucha aglomeración de público en la plaza, los toros herían a muchos.
Hay otro precedente y fue en
1642, cuando vino a Cuenca el Rey Felipe IV, entre las fiestas que se
organizaron en su honor figura una corrida de toros celebrada de un modo
original, pues se montó un amplio tablado sobre las aguas del río Júcar que
sirvió de plaza a las variadas suertes de tauromaquia a la que los conquenses eran
aficionados.
La Vaquilla de San Mateo ha
constituido la festividad preferida por el público conquense por todos los actos
que constituía el programa de las fiestas de San Mateo. No había ni un solo
conquense de raigambre que quedase, estos días, sin presenciar el festejo o
tomar parte activa en él. Ha sido siempre una verdadera locura lo que Cuenca
ha tenido por esta divertida fiesta.
Cuenca, 2 de septiembre de 2014
José María Rodríguez González. Profesor e Investigador
Histórico
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