Más paciencia que un
santo
Las perturbaciones al
sueño de San Julián
Faltaban unos días para la
festividad de San Julián cuando por mediación de mi madre me indicó mi abuelo
que subiera cuanto antes; así que esa misma tarde después de salir del Colegio
Español, desde Calderón de la Barca encaminé mis pasos hacia la Plaza mayor. Preguntándole
por la premura me contestó: ¡Hoy vas a poder tocar la urna de San Julián! A
ella vinieron a visitar los reyes Felipe II, Felipe III, Felipe IV, Fernando
VII y Alfonso XIII, cada uno en su tiempo de reinado.
Me pareció sorprendente tal
privilegio y no dudé en acompañar a mi abuelo a la Catedral como tantos otros
días. Al entrar se apreciaba un olor intenso a incienso, recorrimos la nave de
la Epístola del templo hasta la capilla de la Virgen del Sagrario donde una
urna de plata estaba dispuesta en su centro, llamando mi abuelo al sacristán “Pepito”
nos abrió la puerta, pasamos y me invitaron a tocar con mi mano la “caja
sagrada”. Como niño recorrí, tocando con el dedo índice, todo el lateral de la
urna, como si con ello pudiera intuir su contenido. Pronto, el sacristán, nos
hizo salir de la capilla y cerró con llave la puerta diciendo: “Sabino un día
de estos me vas a poner en un compromiso”.
Mi abuelo se sentó en un reclinatorio
que tenía asiento, me dió el cojín indicándome que me sentara en el suelo y empecé
a bombardearlo a preguntas. Josemari,
calla y escucha que todas esas preguntas te las responderé según te lo vaya
contando.
Ahí dentro están los restos de
San Julián, segundo Obispo de Cuenca. La devoción que despertó después de su
muerte, por sus muchos milagros, hizo que fuera conocido en todo el reino de
España y que el pueblo de Cuenca acudiese ante el primer sepulcro de San Julián
instalado en la capilla de Santa Águeda.
La gente necesitada de consuelos
para sus males o por el simple hecho de proveerse una reliquia del Santo
comenzó a arrancar pequeños fragmentos del sepulcro de San Julián, tal fue el
deseo de la gente de Cuenca en conseguir esas reliquias que al poco tiempo la
caja del Santo quedó al descubierto con un gran agujero.
En la ciudad de Cuenca, por esos
días, corrió el bulo de que los burgaleses querían a todo trance apoderarse del
cuerpo de San Julián, su paisano. Esto irritó los ánimos de los conquenses que
llegaron a promover un amotinamiento y armados de hoces, palos, piedras y picos
se presentaron en manifestación a ver al Sr. Corregidor y al Obispo, D. Diego
Ramírez de Fuenleal, solicitando decididamente ver el cuerpo de su Santo
Patrono.
Ante este hecho el Cabildo nombró
una comisión formada, entre otros, por los Canónigos D. Eustaquio Muñoz y el
Tesorero D. Gómez Carrillo de Albornoz. En la noche del domingo, 17 de enero de
1518 procedieron a levantar la losa, separándola un palmo del sepulcro,
permitiendo que todos los presentes pudieran contemplar el cuerpo del Santo
Obispo perfectamente conservado y con las vestiduras intactas (hacía 311 años
de su enterramiento), esa misma noche los maestros canteros Diego de Flandes y
Juan Vizcaíno en unión del carpintero Alfonso de León, volvieron a colocar la
lápida en el lugar que antes ocupaba.
Evidenciada la existencia del
cuerpo de San Julián, el viernes, día 29 de enero de 1518 se volvió nuevamente
a descubrirlo y a manifestarlo a la veneración de los fieles. El Doctor Pedrosa
fue el cronista de esta manifestación quien afirmaba que parecía dormido no
muerto y con las vestiduras pontificales bien conservadas; tenía a su lado la
palma que le había dado la Santísima Virgen María cuando lo visitó en su
agonía, conservándose tan fresca y lozana cono recién cortada de la palmera. El
cuerpo quedo expuesto al público hasta el 1 de febrero que se hizo una gran
procesión, saliendo de la Catedral llegó a las calles de las Tablas, Puerta del
Postigo, Monjas Benitas y plazuela del Salvador, regresando a la Catedral.
Terminada la procesión quedó el cuerpo, durante 60 días en un nuevo sarcófago
de sabina y éste en otro de hierro con tres llaves, guardado en la Capilla
Mayor, mientras se preparaba su traslado a otro sitio que ofreciera más
seguridad que el altar de Santa Águeda. En el año 1518, el cuerpo se colocó en la
capilla de la Reliquia.
La multitud de enfermos curados
milagrosamente por la intercesión de San Julián hizo que llegaran ruegos y
suplicas para que el cuerpo del Santo fuera expuesto, haciéndolo tres veces en
el mes de mayo de 1518, una en junio y otra en agosto.
Al rey Felipe II le llegaron
noticias de los numerosos milagros y la asombrosa incorrupción de su cuerpo,
accedió a la invitación de D. Fray Bernardo de Fresneda, Obispo de Cuenca y
confesor de él. El 30 de abril de 1564 llego a Cuenca, el día 1 de mayo,
después de oír misa mayor, subió a la galería viendo y reverenciando el cuerpo
del Santo.
El 26 de mayo de 1604 llegó a
Cuenca el rey Felipe III, y sintiendo como su padre, gran devoción por San
Julián, determinó visitar y admirar su cuerpo. Al efecto, al día siguiente
después de la Misa Pontifical que celebró el Obispo D. Andrés Pacheco, a las
nueve de la noche se manifestó el Santo Cuerpo ante el Rey, los tres Príncipes
de Saboya y demás Señores que le acompañaban. En esta exhibición se notó que el
cuerpo del Santo tenía hundido el ojo derecho y le faltaba algo de la ternilla
de la nariz ignorándose la causa de ello.
Visto el deterioro que había experimentado
el cuerpo del Santo Obispo, el Sr. Pacheco, juntamente con el Deán y el Cabildo
de la Catedral promulgaron y juraron un Estatuto por el que se prohibió
manifestar el Cuerpo de San Julián bajo ningún pretexto, caso, ni persona.
Abuelo ¿por ese juramento no se
pudo ver más el cuerpo de San Julián? Que va, te cuento, con motivo del
levantamiento de Cataluña se dirigía a Zaragoza el Rey Felipe IV pasando por
Cuenca, llegando a la ciudad el 27 de mayo de 1642, alojándose en el palacio
del Obispo, que era entonces D. Enrique Pimentel y encontrándose muy a gusto en la estancia proporcionada por el
Sr. Obispo, prolongó su visita treinta días. Estando en Cuenca recibió la grata
noticia de la victoria alcanzada en Flandes por sus tropas sobre las francesas;
todas estas noticias animaron al Monarca a solicitar con gran insistencia se le
permitiera ver y reverenciar el cuerpo de San Julián a pesar del Estatuto
promulgado y juramento del 11 de febrero de 1605.
Entonces ¿no pudo ver el rey el
cuerpo del Santo? Pues mira Josemari, creo que tanto al Obispo como al Deán les
temblaron las piernas por la insistencia del Monarca y al final accedieron a su
petición. Después de desfilar en la procesión del Corpus el jueves, 19 de junio
de 1642 el propio Monarca, El Obispo y el deán solicitaron la dispensa del
juramento, obteniendo el beneplácito el día 20 de junio y se abrió la caja de
hierro y la caja de sabina en el Altar Mayor estando presentes, el Rey, el
Cardenal Spinola, el Embajador de Alemania, el Conde duque de Olivares, el
Obispo de Cuenca y el de Málaga y también se le entregó al Rey una reliquia.
Abuelo, ¿la caja de hierro cuando
la cambiaron? Si Josemari, mira en septiembre de 1695 se tributaron solemnes y
extraordinarios cultos con motivo del traslado del cuerpo de San Julián desde
la caja de sabina a la valiosa y artística caja de plata, exponiéndose a la
veneración del pueblo por espacio de dos días el cuerpo de San Julián, es decir
los días 2 y 3 de septiembre de 1695 y en 1760 fueron trasladados a la capilla
del Trasparente donde están ahora.
Pero no fueron éstas las únicas
veces en que se quebrantó el juramento de no manifestar el cuerpo de San
Julián. Sin pensar y saliéndome del alma, dije: ¡Como dice la abuela, quien
hace un cesto, hace cientos! Así es Josemari, quien incumple una vez no le
cuesta volver a incumplir una vez y mil veces más al ver que no hay castigo.
Con motivo de la venida a la
ciudad del Rey D. Fernando VII, el 30 de julio de 1816 se volvió a exponer al
público el cuerpo del Santo. En esta ocasión vino con el Rey el infante de
España D. Antonio de Borbón, el Duque de Alagón y D. Pedro Cevallos, Ministro
de Estado y demás personas de la comitiva regia estuvieron viendo el cuerpo del
Santo. En 1850 la Reina Dña. María Cristina vino a Cuenca y el día 5 de
septiembre, después de la Misa Pontifical se hizo otra manifestación del Cuerpo
del Santo, siendo Obispo D. Fray Fermín Sánchez Artesero.
Desde esta fecha no se registra
ninguna manifestación más del Santo, hasta el 5 de mayo de 1905, que vino a
esta ciudad el Rey D. Alfonso XIII, que después de su coronación proyectó la
visita a todas las capitales de su reino. Componía la comitiva regia el
Presidente del Consejo de Ministros, Sr. Fernández Villaverde; el Ministro de
la Guerra, Vicente Martitegui; el Sr. Conde de Grave; el grande de España, Sr.
Santillana; el Doctor Alabar; el Presidente del Tribunal de Cuentas, D. Mariano
Catalina y los Senadores y Diputados a cortes por la provincia de Cuenca.
¿Qué es lo que hay actualmente
dentro de la urna? Mira Josemari, durante la Guerra Civil, Cuenca quedó en el
lado republicano y los primeros días aquí reinó el caos produciéndose los
mayores destrozos y saqueos, entre ellos el de la Catedral y el Palacio Episcopal,
donde se quemaron los restos de San Julián, un día de octubre de 1936. Así que
dentro de la urna están los huesos que se recogieron y fueron enviados a la
Escuela de Medicina Legal de la Universidad de Madrid en 1944, que fueron los
encargados de analizar los huesos y certificar los que eran realmente de San
Julián, huesos que están depositados en su interior. El decreto de autenticidad
de los restos fue firmado el 19 de octubre de 1945.
El sol entraba por el rosetón de
la fachada principal cuando abandonamos la Catedral, esa tarde comprendí que en
este mundo no se respeta ni a los vivos ni a los muertos y que San Julián fue
Santo en vida, y después de muerto, teniendo más paciencia que el Santo Job.
Cuenca, 25 enero de 2015
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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